El Asesino del Dragón (Dr. Feddes)
El Asesino del Dragón
por David Feddes
¿Alguna vez has escuchado una historia de Navidad acerca de un dragón? Tal vez no. Nuestros cuentos de Navidad incluyen a Papá Noel, elfos y otros personajes alegres, pero nunca a un dragón. Lo más parecido a un dragón en estas historias es un gruñón ocasional como Ebenezer Scrooge o el Grinch, pero incluso estos gruñones al final terminan volviéndose buenos. Nuestros cuentos de Navidad no tienen dragones, y cuando contamos las verdaderas historias de Navidad acerca del nacimiento de Jesús, tampoco hablamos mucho sobre dragones. Por lo general nos centramos en las escenas tranquilas del niño Jesús, pastores alegres, y sabios felices.
¿Pero sabías que en la Biblia hay una historia de Navidad acerca de un dragón? Se encuentra en el libro de Apocalipsis, un libro de la Biblia que no suele asociarse con la Navidad. El dragón en esta historia fue el último gruñón. Era enorme y horrible. No quería que llegara la Navidad. Y cuando llegó la Navidad, el dragón no tuvo un cambio de corazón ni se volvió agradable. Se volvió más desagradable que nunca.
¿Por qué el dragón odiaba tanto la Navidad? Porque la Navidad fue el día en que nació el asesino del dragón. Y los dragones no son muy aficionados a los asesinos de dragones. Aquí está la primera parte de la historia, de la manera en que la contó el apóstol Juan en Apocalipsis 12:1-4.
Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.
Antes de que hablemos sobre el dragón, primero pensemos en la mujer y el niño. El niño que nacería es el Salvador que Dios prometió, el Mesías, el niño Cristo. ¿Quién es la mujer a punto de dar a luz? ¿Es la madre del Salvador, la bendita virgen María? No, María fue la mujer que literalmente dio a luz a Jesús, pero en esta historia simbólica, la mujer representa no sólo a María, sino a toda la comunidad del pueblo de Dios a lo largo de la historia. En el simbolismo de Apocalipsis, las doce estrellas de su corona se refieren a las doce tribus de Israel y a la iglesia fundada por los doce apóstoles. En Apocalipsis 12:17 la Biblia habla de esta mujer teniendo otra descendencia, "los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo". Así que la mujer en la visión no representa a ninguna mujer en particular sino a la comunidad escogida de Dios, a su iglesia a través de la historia, al verdadero Israel que dio a luz a Jesús y da nacimiento espiritual a todos los hijos de Dios.
¿Quién es el dragón en la historia? El dragón que odiaba la Navidad es Satanás. Apocalipsis 12:9 habla del dragón como "la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero". ¿Satanás realmente parece un desagradable dragón escarlata? No, Satanás es un ángel caído, un ser en el mundo de los espíritus, y como espíritu no encaja exactamente en ninguna descripción física. Cualquier representación sobre él no es una fotografía de su apariencia, sino un simbolismo de la manera en la que actúa.
La Biblia siempre representa a Satanás como temible y feroz. Las Escrituras lo describen como una serpiente mortal, un poderoso tirano y un león rugiente que busca a quien devorar. De todas las temibles imágenes de Satanás en la Biblia, tal vez la más espantosa es el dragón en Apocalipsis 12.
Este gran dragón escarlata tiene siete cabezas. Es tan hábil y astuto que si no descubre un plan para atraparte con un cerebro, tiene otros seis cerebros para pensar en algo. Es tan astuto que si uno de sus muchos rostros no te engaña, tan sólo te mostrará otra cara y te engañará con aquella. Es tan difícil de derrotar que incluso mientras estás cortando una de sus cabezas y derrotando una de sus estrategias, otras seis cabezas están abriendo la boca para devorarte. Este horrible monstruo tiene diez cuernos, mostrando su estupendo poder y lleva siete coronas en sus cabezas, mostrando su autoridad. Tan sólo con un movimiento de su cola, barre una tercera parte de las estrellas del cielo: tan grande es el poder de Satanás que cuando se rebeló contra Dios, arrastró a muchos ángeles junto con él.
En la visión de Apocalipsis 12, el dragón y la mujer encinta están esperando la llegada de la Navidad. Están esperando a que nazca un niño. La mujer, el pueblo escogido de Dios, anhela el nacimiento de un asesino de dragones que traerá la victoria sobre Satanás. El dragón, Satanás, le teme al niño prometido y quiere devorarlo en el momento en que nazca.
Ansioso por Devorar
Cuando Apocalipsis 12 representa a una mujer que desea tener un hijo especial y a un dragón ansioso por devorar a su descendencia, nos da una mirada entre bastidores de lo que estaba sucediendo a lo largo de los tiempos del Antiguo Testamento.
El Antiguo Testamento inicia con la creación del mundo por Dios y el pecado de nuestros primeros padres. Fue un día terrible cuando la serpiente antigua Satanás indujo a Adán y Eva a desobedecer a Dios, pero incluso en ese día en que la humanidad se corrompió y se sujetó a la muerte, Dios hizo una promesa que encendió la esperanza en la humanidad y sembró el terror en Satanás. El Señor le dijo a la serpiente: "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Génesis 3:15). Esta declaración pone en marcha el drama de todo el resto del Antiguo Testamento: el anhelo del pueblo de Dios de dar a luz al Salvador prometido, y la ansiedad del dragón de atacar y devorar la descendencia prometida antes de que el niño pudiera destruirlo.
Satanás se lazó sobre el primer hijo piadoso nacido de Adán y Eva. Su hijo Abel era agradable a Dios, pero el hermano impío de Abel, Caín, lo asesinó. Parecía que el dragón había ganado; la descendencia piadosa estaba muerta. Pero entonces Eva dio a luz a un niño llamado Set, y Set tuvo un hijo llamado Enós. "Entonces", dice la Biblia, "los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová" (Génesis 4:26). La promesa no estaba muerta después de todo.
Pero el dragón no se dio por vencido. Encontró maneras de volver a la humanidad tan perversa, repulsiva y ofensiva contra Dios que el Señor decidió lavar todo el desastre con un diluvio. Parecía que no habría nadie que continuara la línea de la promesa. "Pero", dice la Biblia, "Noé halló gracia ante los ojos de Jehová" (Génesis 6:8). Dios rescató a Noé y a su familia en el arca y prometió que nunca más inundaría el mundo entero. El dragón todavía no había sido capaz de borrar la simiente de la mujer.
Con el paso del tiempo, Dios trató de una manera especial con Abraham, Isaac y Jacob (también llamado Israel), y el Señor dejó claro que el niño prometido nacería del pueblo israelita. El dragón se dispuso a destruir a todo varón descendiente de Israel. Mientras los israelitas vivían en Egipto, un gobernante hostil decidió deshacerse de ellos. Este faraón ordenó que todo niño varón nacido de un Israelita fuera asesinado (Éxodo 1:16). Pero Dios movió a algunas parteras valientes a desobedecer a Faraón y salvar a muchos bebés, y Dios movió a una familia particular a salvar a un bebé especial llamado Moisés. Ese bebé creció y eventualmente sacó a los israelitas de Egipto. Nuevamente los planes del dragón fueron frustrados. (Ver Éxodo 1-12).
Pero Satanás no es otra cosa si no persistente. Mientras la historia de la nación israelita se desarrollaba, Dios dijo que la línea del Rey David produciría al Salvador prometido. Así que Satanás hizo todo lo posible para borrar esa línea. Siglos después de David, el príncipe heredero de Israel, descendiente de David, se casó con una mujer horrible llamada Atalía. Los padres de esta mujer fueron Acab y Jezabel, dos de las personas más malvadas y demoníacas que jamás hayan vivido, y Atalía era tan mala como sus dos padres juntos. Se casó en la línea de David, y su esposo eventualmente se convirtió en rey. Cuando el murió, su hijo se convirtió en rey. Pero luego el hijo murió, y Atalía decidió convertirse en reina y destruir a toda la familia real y acabar con todo descendiente de David. Para hacer esto, tenía que asesinar a sus propios nietos, y estaba dispuesta a hacerlo. Obviamente ella estaba en manos de Satanás. Pero nuevamente el dragón fracasó. Un sacerdote piadoso y su heroica esposa escondieron a uno de esos niños de la línea de David, un pequeño bebé llamado Joás. Finalmente, Joás se convirtió en rey y Atalía fue asesinada. La línea de David siguió viva. (Ver 2 Reyes 11).
Más tarde en la historia de Israel, durante la época del imperio persa, el dragón soñó con acabar con toda la nación judía. Un poderoso funcionario llamado Hamán odiaba a los judíos con un odio demoníaco. Él ideó un plan para matar a cada judío en el mundo entero. Pero algo que Hamán desconocía era que la esposa del rey, la reina Ester, resultaba ser judía. Dios la había colocado en el trono para ese tiempo preciso. Ester le contó al rey sobre el complot de Hamán. Hamán fue ejecutado y el pueblo judío permaneció con vida (Ester 3-8).
Si lees casualmente el Antiguo Testamento, estos eventos distintos podrían parecer sin ninguna relación. Pero Apocalipsis 12 muestra lo que estaba sucediendo entre bastidores. Durante toda la historia de Israel, la nación anhelaba y se esforzaba por dar a luz al libertador, el Mesías prometido. Una y otra vez, el dragón trató de devorar la descendencia de la mujer, la comunidad elegida, incluso antes de que pudiera dar a luz a ese gran niño que aplastaría la cabeza del dragón. Pero Dios estuvo siempre por delante del dragón, y la promesa permaneció viva.
La Derrota del Dragón
Entonces llegó el momento que el pueblo de Dios anhelaba, el día que el dragón temía. El ángel Gabriel le dijo a una joven llamada María que daría a luz al niño tan esperado. ¡Qué alegría para María ser elegida como la mujer que llevaría la descendencia prometida!
Pero para el dragón no había alegría, sólo desesperación. Una vez que el niño Jesús nació, Satanás tuvo que encontrar una manera de destruirlo antes de que Jesús pudiera hacer lo que vino a hacer. Un rey paranoico y cruel llamado Herodes ordenó que todos los niños de Belén fueran sacrificados. No era sólo Herodes dando la orden; era el dragón. Pero cuando los bebés fueron asesinados, Jesús no se hallaba entre las víctimas. Un ángel de Dios había advertido a sus padres que huyeran.
Sin embargo, Satanás no se rindió. Durante toda la vida de Jesús, el dragón siguió intentando devorarlo. Satanás tentó a Jesús para pecar, pero Jesús se negó. Satanás incitó a multitudes de personas a aprehender a Jesús y tratar de matarlo, pero una y otra vez Jesús se escapó. Jesús continuó su ministerio de predicación y sanidad, y cada vez que Jesús se acercaba, los demonios daban voces y huían.
Satanás quería detener a Jesús y matarlo, pero una cosa que no quería era que Jesús terminara su ministerio terrenal y luego muriera voluntariamente en obediencia a su Padre como sacrificio por los pecados del mundo. Satanás sabía que si eso sucedía, su propia cabeza sería aplastada. Así que el dragón hizo que un amigo querido de Jesús, Simón Pedro, convenciera a Jesús de no seguir el duro camino de la obediencia y el sacrificio. Cuando Jesús habló de ir a Jerusalén para morir, Pedro protestó. "Nunca, Señor, esto nunca sucederá contigo". Jesús oyó la voz de Pedro, pero percibía el aliento del dragón. Le dijo a Pedro: "Apártate de mí Satanás".
Finalmente, en su odio, Satanás frustrado entró en el corazón traidor de Judas y manipuló a los líderes judíos y romanos para torturar a Jesús y clavarlo en una cruz. Pero en el mismo momento en que la serpiente golpeó el talón del niño, el Mesías aplastó la cabeza de Satanás de una vez por todas. Jesús pagó el precio del pecado en la cruz, venció el poder de la muerte, se levantó de la sepultura, ascendió al trono del cielo y selló la condenación de Satanás para siempre.
A pesar de todos los esfuerzos del dragón para devorar la línea santa antes del nacimiento de Jesús, el niño nació según lo prometido. Y a pesar de todos los esfuerzos de Satanás de devorar a Jesús mismo y frustrar su obra de salvación, Cristo tuvo éxito e hizo todo lo que vino a hacer, y luego fue llevado al trono de Dios. Jesús derrotó al dragón. Apocalipsis 12:5 resume todo esto simplemente al decir que la mujer "dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono".
Victoria para los Ángeles y los Cristianos
La historia continúa mostrando cómo la vida de Jesús en la esfera humana afectó el reino espiritual. El niño que vino a esta tierra en Navidad también permitió a sus ángeles ganar una gran guerra en el cielo. Apocalipsis 12:7-9 dice,
Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
Debido a que el niño santo derrotó al dragón, los ángeles buenos fueron capaces de derrotar a los ángeles caídos.
La batalla entre los ángeles buenos y los demonios malignos pudiera ser un encuentro igualado si sólo fuera el poder de los ángeles contra el poder de los demonios. Los dos ejércitos podrían luchar hasta un punto muerto. Pero cuando el Hijo de Dios cumple su misión, el diablo y sus demonios se ven obligados a huir. Contra el gran Hijo de Dios, no tienen ninguna posibilidad.
La batalla entre el bien y el mal no es una batalla entre dos fuerzas igualmente poderosas. Satanás puede ser un dragón espantoso, pero el poder de Satanás y de todos sus demonios en comparación con el poder de Cristo es como comparar una mosca con un elefante. ¡Jesús demostró que incluso su debilidad era más fuerte que el poder de Satanás! Fue en sus tiempos de mayor debilidad - retorciéndose como un bebé indefenso en un pesebre, hambriento y cansado en un desierto de tentación, colgado como un criminal condenado en una cruz - fue en su debilidad que Jesús derrotó al dragón.
La victoria de Jesús desató una reacción en cadena. Sus ángeles santos pudieron derrotar a Satanás, y los seguidores de Jesús en la tierra también pudieron derrotar a Satanás. Apocalipsis 12 dice:
Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.(v. 10-11).
El dragón es derrotado por la palabra del testimonio de los cristianos y por la sangre del cordero. Satanás lanza acusaciones en contra del pueblo de Dios, pero Dios no lo escuchará. Jesús es quien tiene el oído de su Padre, no Satanás, y Jesús está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros. Lo que cuenta no es lo que Satanás diga en contra de nosotros, sino lo que Jesús ha hecho por nosotros. Jesús derrotó al dragón, y de esta manera aquellos que confían en Jesús también derrotaron al dragón. Cuando Satanás te acusa de pecado y te dice que Dios no puede aceptarte, derrotas al diablo confiando en la sangre del Cordero, la sangre de Jesús, que cubre tus pecados. Cuando Satanás trata de engañate para que creas falsas enseñanzas, lo vences por medio de la verdad de Dios revelada en Cristo. Tus palabras de testimonio rechazan las mentiras de Satanás y también ayudan a otras personas a llegar a la verdad. Cuando Satanás trata de aplastarte por medio de problemas, persecución y muerte, derrotas al dragón no huyendo aún de la muerte, sino al confiar en el poder de resurrección de Jesús. Sigues a Jesús sin importar el costo, y triunfas en él.
¡Qué historia! Primero el dragón trata de evitar que el niño nazca, y luego trata de devorar al niño. Pero Cristo derrota al dragón; sus ángeles derrotan a los ángeles del dragón; y todos los que confían en Cristo también vencen al diablo. ¡Qué noticias tan alegres!
La Furia del Dragón
Pero tal vez no estás convencido. Escuchas lo que dice la Biblia acerca de la derrota del dragón, y te dices a ti mismo: "Es una buena historia, pero no me parece que Satanás esté derrotado." Si acaso, parece que está ganando. El pecado, el salvajismo y la tristeza parecen estar peor que nunca". Bueno, es verdad que Satanás está haciendo mucho daño, pero ¿esto significa que está ganando? No, muestra que ya perdió. Apocalipsis 12 describe la derrota del dragón y luego añade: "Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo". ¿Por qué Satanás está haciendo tanto daño? No es porque esté ganando, sino porque es un dragón que ha recibido una herida terrible y está viviendo de tiempo prestado.
En la Segunda Guerra Mundial la derrota de Adolfo Hitler se aseguró después de que el desembarco de los aliados en Normandía tuvo éxito el Día D, el 6 de junio de 1944. A partir de ese momento, fue sólo cuestión de tiempo. Pero ¿Hitler y los nazis se volvieron más amables y más gentiles o se rindieron? No, en diciembre de 1944 arrojaron todo lo que tenían en una última ofensiva sangrienta, la Batalla de las Ardenas. También mataron a más gente que nunca en los campos de la muerte. El tiempo entre el Día D y la victoria final fue el momento más terrible de toda la guerra, no porque Hitler estuviera ganando, sino porque estaba condenado.
Así también Satanás está condenado pero aún no ha desaparecido. Cuando Jesús vino por primera vez en debilidad, fue suficiente para derrotar y aplastar al dragón y asegurar su condenación. Cuando Jesús vuelva nuevamente, lo hará en poder y en gloria, con sus santos y ángeles, y el dragón será arrojado al lago de fuego. Satanás es un dragón derrotado destinado al infierno, por lo que está dando de vueltas tratando de hacerle daño a todo lo que pueda durante el tiempo que le queda. "Él está lleno de ira, porque sabe que tiene poco tiempo".
Satanás está condenado. No pudo impedir el nacimiento de Jesús; no pudo vencer a Jesús; y ahora ni siquiera puede llegar a Jesús. El niño nacido en Navidad reina desde el trono del cielo. Satanás sólo puede sacar su frustración en otro lugar, sobre la mujer que dio a luz a Cristo y sobre los otros hijos de la mujer.
Después de la ascensión de Jesús al cielo, el dragón hizo todo lo posible para acabar con la mujer, la comunidad de la fe. Satanás envió muchos cultos y doctrinas mortales para engañar a la iglesia primitiva. Él despertó todo tipo de persecución cruel para borrar a la iglesia de la faz de la tierra. Pero Jesús protegió a su iglesia, como lo había prometido, y las puertas del infierno no pudieron prevalecer contra ella (Mateo 16:18).
Con la victoria de Jesús en el cielo, y con la iglesia que sobrevivió a la más cruel ofensiva de Satanás, Satanás se enojó aún más. Apocalipsis 12:17 dice: "Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo". El dragón que odiaba al niño Cristo también odia a los cristianos.
Para entender cuánto odia Satanás a los cristianos, debes saber cuánto odia Satanás a Cristo. El destructor odia al Creador. El asesino odia al Señor de la vida. El padre de mentira odia la Verdad viviente. El enemigo de nuestras almas odia al amigo de los pecadores. El príncipe de las tinieblas odia la luz del mundo. Ahora que no puede llegar a Jesús, todo su odio está dirigido hacia nosotros. El dragón no puede detener a Jesús o exterminar a su iglesia, así que descarga su odio a tantos cristianos como puede. Trata de tentarnos, acusarnos, intimidarnos, hacernos lo más miserables posible y debilitar nuestro testimonio hacia los demás. Así que si amas a Jesús, prepárate para los ataques del dragón, pero no seas intimidado. No te dejes engañar pensando que el diablo está ganando. Él ya ha perdido.
Tal vez no eres un seguidor de Jesús del todo. Si ese es el caso, no tienes ninguna oportunidad contra el poder de Satanás. Si no cambias, terminarás en el lago de fuego junto con el dragón y sus demonios. No estés del lado perdedor. Apártate del pecado y de Satanás. Confía en Jesús como tu Señor y Salvador.
Y una vez que pertenezcas a Jesús, sé consciente de la furia del dragón y mantente alerta a sus planes, pero no te sientas abrumado. Concéntrate en Jesús y en su victoria. No importa lo temible que parezca Satanás, Jesús es mucho mayor. El dragón está derrotado. Él lanzó todo su poder para destruir al niño Cristo, y perdió. La Biblia dice: "Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo" (1 Juan 3:8). ¡No es de extrañar que el dragón odiaba la Navidad y aún la odia! La Navidad es cuando el Hijo de Dios apareció en la tierra para destruir la obra del diablo.
Así que regocijémonos en el nacimiento del asesino del dragón, y alegrémonos de que él nos permite a ti y a mí ser asesinos de dragones. La Biblia no sólo dice que Jesús aplastó la cabeza de la serpiente bajo sus pies, sino que también dice: "Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies" (Romanos 16:20).
Así que celebremos, participemos y anticipemos. Celebremos la primera venida de Cristo y su victoria sobre Satanás. Participemos en la guerra espiritual contra un enemigo derrotado pero aún peligroso, y derrotemos a Satanás por la sangre del Cordero y por la palabra de nuestro testimonio. Y anticipemos la venida de Jesús y la alegría de la nueva creación de Dios sin el dragón.