Lectura obligatoria: Un Vistazo General de la Biblia: Una Estudio a la Historia de la Salvación (Dr. Vern Poythress)
Un Vistazo General de la Biblia:
Un Estudio a la Historia de la Salvación por el Dr. Vern Poythress
¿Cómo encaja la Biblia en su conjunto? Los acontecimientos registrados en la Biblia tuvieron lugar durante un lapso de miles de años y en diferentes escenarios culturales. ¿Cuál es su hilo unificador?
Un hilo unificador en la Biblia es su autoría divina. Cada libro de la Biblia es la palabra de Dios. Los acontecimientos registrados en la Biblia están ahí porque Dios quiso que fueran registrados, y los hizo registrar con su pueblo y su instrucción en mente: "Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza" (Romanos 15:4).
El Plan de Dios para la Historia
La Biblia también deja claro que Dios tiene un plan unificado para toda la historia. Su propósito escencial, "El plan de Dios, que se cumplirá a su debido tiempo", es "poner bajo el mando de Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra" (Efesios 1:10), "para alabanza de su gloria" (Efesios 1:12). Dios tenía este plan incluso desde el principio: "Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero" (Isaías 46:9-10). "Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo," cuando fue el momento apropiado en el plan de Dios, "Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley" (Gálatas 4:4-5).
La obra de Cristo en la tierra, y especialmente su crucifixión y resurrección, es el clímax de la historia; es el gran punto de inflexión en el que Dios realmente logró la salvación hacia la cual la historia se había estado moviendo a través del AT. La época presente se remonta a la obra terminada de Cristo, pero también espera la consumación de su obra cuando Cristo venga de nuevo y cuando aparezcan "cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1-22:5).
La unidad del plan de Dios hace que sea apropiado para él incluir promesas y predicciones en puntos anteriores en el tiempo. y así, a través del cumplimiento de éstos, llegar a puntos posteriores. A veces las promesas toman forma explícita, como cuando Dios promete la venida del Mesías, el gran Salvador que Israel esperaba (Isaías 9:6-7). Otras veces las promesas toman forma simbólica, como cuando Dios ordenó que fueran ofrecidos sacrificios de animales como un símbolo para el perdón de los pecados (Levítico 4). En sí mismos, los sacrificios de animales no eran capaces de quitar los pecados permanentemente y expiarlos permanentemente (Hebreos 10:1-18). Éstos apuntaban hacia Cristo, que es el sacrificio definitivo y completo por los pecados.
Cristo en el Antiguo Testamento
Puesto que el plan de Dios se centra en Cristo y en su gloria (Efesios 1:10), es natural que las promesas de Dios y los símbolos en el Antiguo Testamento apunten en su totalidad hacia él. "porque todas las promesas de Dios son en él [Cristo] Sí" (2 Corintios 1:20). Cuando Cristo apareció a sus discípulos después de su resurrección, su enseñanza se centró en llevarlos a entender cómo el AT señalaba hacia él: "Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían" (Lucas 24:25-27). También podemos dar un vistazo a Lucas 24:44-48: "Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas."
Cuando la Biblia dice que "les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras" (Lucas 24:45), no puede referirse sólo unas pocas predicciones dispersas acerca del Mesías. Significa el AT como un todo, abarcando las tres divisiones principales del AT que los judíos tradicionalmente reconocían. "La Ley de Moisés" incluye de Génesis a Deuteronomio. "Los Profetas" incluye tanto a los "antiguos profetas" (los libros históricos Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes) como a los "últimos profetas" (Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y los 12 Profetas Menores, Oseas-Malaquías). "Los Salmos" son representativos en la tercera división de los judíos, llamados los "Escritos". En el centro de la comprensión de todos estos libros del AT se encuentra la verdad que apunta hacia el sufrimiento de Cristo, su resurrección y la subsecuente propagación del evangelio a "todas las naciones" (Lucas 24:47). El AT en su totalidad, a través de sus promesas, sus símbolos y sus imágenes de salvación, está orientado hacia el cumplimiento real de la salvación que tuvo lugar de una vez por todas en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
Las Promesas de Dios
¿De qué manera el AT está orientado a Cristo? Primero, apunta directamente hacia adelante a través de promesas de salvación y las promesas concernientes al compromiso de Dios con su pueblo. Dios dio algunas promesas específicas en el AT relacionadas con la venida de Cristo como el Mesías, el Salvador de la línea de David. Por medio del profeta Miqueas, Dios hace la promesa de que el Mesías nacería en Belén, la ciudad de David (Miqueas 5:2), una profecía que se cumplió sorprendéntemente en el NT (Mateo 2:1-12). Pero Dios a menudo brinda más promesas generales acerca de un gran día de salvación por venir, sin explicar todos los detalles de cómo lo hará (por ejemplo, Isaías 25:6-9; 60:1-7). A veces promete simplemente ser su Dios (véase Génesis 17:7). Una frase común es "Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo" (Jeremías 31:33, Oseas 2:23, Zacarías 8:8,13:9, Hebreos 8:10). Las variaciones en este amplio tema a veces pueden enfocarse más en las personas y en lo que serán, mientras que otras veces se enfocan en Dios y en lo que él hará. La promesa de Dios de "ser su Dios" es realmente su compromiso entero de estar con su pueblo, cuidarlos, disciplinarlos, protegerlos, satisfacer sus necesidades y tener una relación personal con ellos. Si ese compromiso se mantiene, promete como resultado final la salvación definitiva que Dios obra a través de Cristo.
El principio se extiende a todas las promesas en el AT. "Porque todas las promesas de Dios son en él [Cristo] Sí" (2 Corintios 1:20). A veces Dios da bendiciones temporales inmediatas. Estas bendiciones son sólo un anticipo de las bendiciones ricas y eternas que vienen a través de Cristo: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo" (Efesios 1:3).
Advertencias y Maldiciones
La relación de Dios con la gente no sólo incluye bendiciones, sino también advertencias, amenazas y maldiciones. Estas son apropiadas debido a la reacción justa de Dios ante el pecado. Ellas anticipan y señalan a Cristo de dos maneras distintas. Primero, Cristo es el Cordero de Dios, que lleva el pecado (Juan 1:29, 1 Pedro 2:24). Él era inocente de pecado, pero se hizo pecado por nosotros y llevó la maldición de Dios en la cruz (2 Corintios 5:21, Gálatas 3:13). Cada caso de la ira de Dios contra el pecado, y sus castigos en contra del pecado, apuntan hacia la ira que fue derramada sobre Cristo en la cruz.
Segundo, Cristo en su segunda venida se enfrenta al pecado y lo extermina. La segunda venida y la consumación son el tiempo en el que se ejecuta el juicio final contra el pecado.. Todos los juicios anteriores contra el pecado anticipan el juicio final. Durante su vida terrenal, Cristo anticipó este juicio final cuando expulsó demonios y cuando denunció los pecados de los líderes religiosos.
Pactos
Las promesas de Dios en el AT vienen en el contexto no sólo del compromiso de Dios con su pueblo, sino también de la instrucción sobre el compromiso del pueblo y las obligaciones para con Dios. Noé, Abraham y otros con los que Dios se reúne y con los que se dirige, son llamados a responder no sólo con confianza en las promesas de Dios, sino con vidas que comiencen a dar fruto basado en su comunión con Dios. La relación de Dios con su pueblo se resume en varios pactos que Dios hace con el pueblo. Un pacto entre dos seres humanos es un compromiso vinculante que les obliga a tratarse fielmente unos con otros (como con Jacob y Labán en Génesis 31:44). Cuando Dios hace un pacto con el hombre, Dios es soberano, por lo que especifica las obligaciones de ambas partes. "Yo seré su Dios" es la obligación fundamental de parte de Dios, mientras que "ellos serán mi pueblo" es la obligación fundamental de la parte humana. Pero luego hay variaciones en los detalles.
Por ejemplo, cuando Dios llama a Abram al principio, le dice: "Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré" (Génesis 12:1). Este mandamiento especifica una obligación por parte de Abram, una obligación en el lado humano. Dios también indica lo que hará de su parte: "Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición" (Génesis 12:2). El compromiso de Dios toma la forma de promesas, bendiciones y maldiciones. Las promesas y bendiciones apuntan hacia Cristo, quien es el cumplimiento de las promesas y la fuente de las bendiciones finales. Las maldiciones apuntan hacia Cristo tanto en el hecho que cargó la maldición, como en su ejecución de juicio y maldición contra el pecado, especialmente en la segunda venida.
Las obligaciones de los pactos del lado humano también están relacionadas con Cristo. Cristo es completamente hombre y completamente Dios. Como hombre, él permanece con su gente en el lado humano. Cumplió las obligaciones de los pactos de Dios a través de su perfecta obediencia (Hebreos 5:8). Recibió la recompensa de la obediencia en su resurrección y ascensión (ver Filipenses 2:9-10). En consecuencia, los pactos del AT de su lado humano apuntan hacia su logro.
Al tratar con la ira de Dios contra el pecado, Cristo cambió una situación de alejamiento con Dios a una situación de paz. Él reconcilió a los creyentes con Dios (2 Corintios 5:18-21, Romanos 5:6-11). Él trajo intimidad personal con Dios, y el privilegio de ser hijos de Dios (Romanos 8:14-17). Esta intimidad es lo que anticipaban todos los pactos del AT. En Isaías, Dios incluso declara que su siervo, el Mesías, sería el pacto para el pueblo (ver Isaías 42:6 y 49:8).
Descendencia
Vale la pena centrarse en un elemento específico de los pactos del AT, es decir, la promesa relativa a la descendencia. Al hacer un pacto con Abram, Dios le hace un llamado: "anda delante de mí y sé perfecto" (Génesis 17:1). Esa es una obligación humana en el pacto. Del lado divino, Dios promete que hará de Abram "padre de muchedumbre de gentes" (Génesis 17:4), y luego le cambia el nombre por Abraham (Génesis 17:5). El pacto con Abraham, de hecho, se extiende más allá de Abraham, hacia su posteridad: "Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos" (Génesis 17:7-8).
Las promesas hechas a Abraham son extremadamente importantes dentro del AT porque son el fundamento de la nación de Israel. La historia después de Abraham muestra que Abraham tuvo un hijo, Isaac, en cumplimiento de la promesa de Dios a Sara. Isaac fue el resultado inmediato de la promesa de Dios sobre la descendencia que heredaría la tierra. Isaac a su vez tuvo un hijo, Jacob, y Jacob era el padre de 12 hijos que a su vez se multiplicaron en las 12 tribus de Israel. La nación de Israel se convirtió en la siguiente etapa de la descendencia que Dios prometió.
Pero, ¿Cómo se relaciona esto con Cristo? Cristo es descendiente de David y de Abraham, como lo indica la genealogía de Mateo (Mateo 1:1). Cristo es la descendencia de Abraham. De hecho, él es la descendencia en un sentido exclusivamente enfático: "Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo"(Gálatas 3:16, ver notas en Genesis 22:15-18).
A Abraham le fue dicho "anda delante de mí y sé perfecto" (Génesis 17:1). Abraham era básicamente un hombre de fe que confiaba en Dios (Gálatas 3:9, Hebreos 11:8-12, 17-19). Pero Abraham también tuvo sus fallas y pecados. ¿Quién andará delante de Dios y será irreprensible de manera definitiva? Abraham no. Ni nadie más en la tierra, sino Cristo mismo (Hebreos 4:15). Todos los demás candidatos para ser "descendencia" de Abraham finalmente fallaron en ser irreprensibles. De esta manera el pacto con Abraham tiene un vínculo inquebrantable con Cristo. Cristo es la descendencia definitiva a quien apuntan todos los demás descendientes. Cualquiera puede ir a través de la lista de la descendencia: Isaac, Jacob, luego los hijos de Jacob. Entre estos hijos, Judá es su líder y es quien tendrá realeza (Génesis 49:10). David es descendiente de Abraham y de Judá; Salomón es descendiente de David; Y luego viene Roboam y los otros que descienden de David y Salomón (Mateo 1:1-16).
Cristo no es sólo el descendiente de todos ellos por derecho legal; Él también es superior a todos ellos como el único descendiente irreprensible. A través de Cristo los creyentes se unen a él y por lo tanto se convierten en la "descendencia de Abraham" (Gálatas 3:29). Los creyentes, judíos y gentiles por igual, se convierten en herederos de las promesas de Dios hechas a Abraham y a su descendencia: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa" (Gálatas 3:28-29).
Cristo como el Último Adán
Cristo no es sólo la descendencia de Abraham, sino -remontándonos en el tiempo a una promesa de Dios más antigua- la descendencia de la mujer: "Y pondré enemistad entre ti [la serpiente] y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Génesis 3:15). La conquista de la serpiente, y por lo tanto la conquista del mal, así como la revocación de sus efectos, tiene lugar a través de la descendencia de la mujer. Cualquiera puede hacer un seguimiento de esta descendencia desde Eva hasta Set y sus descendientes piadosos, a través de Noé, y hasta Abraham, donde la promesa de Dios toma la forma específica de descendencia para Abraham (ver Lucas 3:23-38, que traza la genealogía de Jesús hasta llegar a Adán). En consecuencia, Cristo no es sólo el descendiente de Abraham sino el último Adán (1 Corintios 15:45-49). Como Adán, él representa a todos los que le pertenecen. Y revoca las consecuencias de la caída de Adán.
Sombras, Figuras, y “Tipos”
El NT habla constantemente acerca de Cristo y de la salvación que ha traído. Eso es obvio. Lo que no es tan obvio es que lo mismo sucede con el AT, aunque lo hace por anticipación. Nos da "sombras" y "tipos" de las cosas que iban a venir (ver 1 Corintios 10:6,11, Hebreos 8:5).
Por ejemplo, 1 Corintios 10:6 indica que los acontecimientos que los israelitas experimentaron en el desierto eran "ejemplos para nosotros". Y 1 Corintios 10:11 dice: "Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos". En 1 Corintios 10:6 y 11, la palabra griega para "ejemplo"es typos, del cual se deriva la palabra inglesa "tipo" (ver Romaos 5:14).
Un "tipo", en el lenguaje de la teología, es un ejemplo especial, un símbolo o una imagen que Dios diseñó de antemano, y que colocó en la historia en un momento anterior para apuntar un cumplimiento posterior más amplio. Los sacrificios de animales en el AT prefiguran el sacrificio definitivo de Cristo. Por lo tanto, estos sacrificios de animales eran "tipos" de Cristo. El templo, como lugar de morada de Dios, prefiguró a Cristo, quien es la "morada" final de Dios, y a través de quien Dios viene a estar con su pueblo (Mateo 1:23, Juan 2:21). Los sacerdotes del AT eran tipos de Cristo, quien es el último sumo sacerdote (Hebreos 7:11-8:7).
El cumplimiento tiene lugar preeminentemente en Cristo (Ef.esios1:10, 2 Corintios 1:20). Pero en el NT, las personas que están "en Cristo", quienes depositan su confianza en él y experimentan compañerismo con su persona y sus bendiciones, reciben los beneficios de lo que él ha logrado, y por lo tanto también se pueden encontrar anticipos o "tipos" en el AT que apuntan a la iglesia del NT, el pueblo que pertenece a Cristo en el NT. Por ejemplo, el templo del AT no sólo prefiguró a Cristo, cuyo cuerpo es el templo (Juan 2:21), sino que prefiguró la iglesia, que también es llamada templo (1 Corintios 3:16-17), porque está habitada por el Espíritu Santo. Algunos símbolos del Antiguo Testamento también pueden apuntar especialmente hacia la consumación de la salvación que tiene lugar en el nuevo cielo y la nueva tierra que aún están por venir (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1-22:5). La Jerusalén del Antiguo Testamento prefiguró la Nueva Jerusalén que vendrá "del cielo de Dios" (Apocalipsis 21:2).
Cristo el Mediador
La Biblia deja claro que desde la caída en pecado de Adán, el pecado y sus consecuencias han sido el problema predominante de la raza humana. Es un tema constante que se presenta a través de la Biblia. El pecado es rebelión contra Dios, y merece la muerte: "la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23). Dios es santo y ningún ser humano pecador, ni siquiera un gran hombre como Moisés puede permanecer en la presencia de Dios sin morir: "No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá" (Éxodo 33:20). El hombre pecador necesita un mediador que se acerque a Dios en su nombre. Cristo, que es a la vez Dios y hombre, y que es inocente de pecado, es el único que puede ayudar: "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos" (1 Timoteo 2:5-6).
Aunque sólo hay un mediador en un sentido definitivo, de manera subordinada varias personas en el AT ejercen algún tipo de capacidad mediadora. Moisés es uno de ellos. Subió al monte Sinaí para encontrarse con Dios mientras todo el pueblo esperaba al pie de la montaña (Éxodo 19). Cuando el pueblo de Israel se aterrorizó al oír la voz audible de Dios desde el monte, desde ese momento pidieron que Moisés les trajera las palabras de Dios (Éxodo 20:18-21). Dios aprobó el arreglo en el que Moisés llevaría su palabra al pueblo (Deuteronomio 5:28-33).
Pero si hay un solo mediador, como dice 1 Timoteo 2:5, ¿Cómo podría Moisés servir de esa manera? Moisés no era el mediador definitivo, pero prefiguró la mediación de Cristo. Puesto que Moisés era pecaminoso, no hubiese podido sobrevivir a la presencia de Dios sin el perdón, es decir, sin tener un mediador sin pecado en su beneficio. Dios le dio la bienvenida a Moisés a su presencia sólo porque, de acuerdo al plan de Dios, Cristo vendría y haría expiación por Moisés. Los beneficios de la obra de Cristo fueron contados de antemano para beneficio de Moisés. Y así debió ser para todos los santos del AT. ¿Cómo podrían haberse salvado de otra manera? Dios es perfectamente santo, y todos necesitaban perfección. La perfección les fue contada por gracia a ellos por causa de Cristo, que iba a venir.
Esto significa que sólo hay un camino de salvación, tanto en el AT como en el NT. Sólo Cristo puede salvarnos. "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12). Los ejemplos de salvación del AT dependen de Cristo. Y en el AT, la salvación frecuentemente viene a través de un mediador, una persona o institución que se sitúa entre Dios y el hombre. Todos los pequeños ejemplos de mediación en el AT prefigura a Cristo. ¿De qué otra manera podría ser, puesto que hay un solo mediador y un solo camino de salvación?
Así que la comprensión de la unidad de la Biblia aumenta cuando uno presta atención a los casos en que Dios trae la salvación, y los casos en que un mediador se sitúa entre Dios y el hombre. Estos casos incluyen no sólo casos en los que Dios trae la salvación espiritual en forma de comunión personal, intimidad espiritual y la promesa de vida eterna con Dios. También incluyen ejemplos de liberación temporal, "salvación" externa en un sentido físico, que prefigura la salvación en un sentido espiritual. Y ciertamente, la salvación no es meramente espiritual. Los cristianos esperan la resurrección del cuerpo y los "cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia." (2 Pedro 3:13). La salvación personal comienza con la renovación del corazón, pero al final será integral y cósmica en alcance. Cuando el AT presta atención a la tierra física, a la prosperidad física y la salud física, anticipa la fisicalidad de la prosperidad del creyente en los cielos nuevos y en la tierra nueva.
Los ejemplos de mediadores en el AT incluyen profetas, reyes y sacerdotes. Los profetas traen la palabra de Dios al pueblo. Los reyes, cuando se someten a Dios, traen el gobierno de Dios para dirigir al pueblo. Los sacerdotes representan a la gente que viene ante la presencia de Dios. Cristo es el último profeta, rey y sacerdote que cumple las tres funciones de una manera definitiva (Hebreos 1:1-3). También es posible mirar a los hombres sabios, que llevan la sabiduría de Dios a otros; a los guerreros, que de parte Dios traen la liberación de los enemigos; y a los cantores, que llevan alabanza a Dios en nombre del pueblo y que hablan al pueblo sobre el carácter de Dios.
La mediación se produce no sólo a través de las figuras humanas, sino a través de las instituciones. Los pactos desempeñan un papel mediador al llevar la palabra de Dios a la gente. El templo trae la presencia de Dios al pueblo. Los sacrificios de animales traen el perdón de Dios al pueblo. Al leer la Biblia deberíamos buscar las formas en las que Dios trae su palabra y su presencia a la gente a través de los medios que establece. Todos estos medios desempeñan una especie de papel mediador, y como sólo hay un mediador, está claro que todos ellos apuntan a Cristo.