El Concilio de Nicea 325
Historia cristiana, Número 28
El Concilio de Nicea 325
Por Bruce L. Shelley
En cuestión del primer concilio general de la iglesia se hallaba la más sencilla, pero más profunda, pregunta: ¿Quién es Jesucristo?
EL 4 DE JULIO, DEL AÑO 325, FUE UN DÍA MEMORABLE. Alrededor de 300 obispos y diáconos cristianos de la mitad oriental del Imperio Romano habían llegado a Nicea, una pequeña ciudad cerca del Estrecho de Bósforo que fluye entre el Mar Negro y el Mar Mediterráneo.
En la sala de conferencias donde ellos esperaban había una mesa. En ella había una copia abierta de los Evangelios. El emperador Constantino el Grande, entró en la sala con su bordado imperial multicolor de joyas incrustadas, pero por respeto a los líderes cristianos, sin su habitual compañía de soldados. Constantino sólo habló brevemente. Les dijo a los eclesiásticos que tenían que llegar a un acuerdo sobre las cuestiones cruciales que los dividían. "La división en la iglesia", dijo, "es peor que la guerra".
Un Nuevo
Día
Los obispos y diáconos estaban profundamente impresionados. Después de tres siglos de persecuciones periódicas instigadas por algún emperador romano ¿Realmente habían sido reunidos ante aquel no como enemigos, sino como aliados? Algunos de ellos llevaban cicatrices de los azotes imperiales. A un pastor de Egipto le faltaba un ojo; a otro le habían mutilado ambas manos como consecuencia de hierros al rojo vivo.
Pero Constantino había arrojado la espada de la persecución a fin de tomar la cruz. Justo antes de una batalla decisiva en el año 312, se había convertido al cristianismo.
Nicea simboliza un nuevo día para el cristianismo. Los seguidores perseguidos del Salvador vestidos de lino se habían convertido en los asesores respetados de los emperadores vestidos con túnicas de color morado. La otrora religión despreciada estaba en camino a convertirse en la religión del estado, el cemento espiritual de una sociedad en la que la vida pública y privada se unirían bajo el control de la doctrina cristiana.
Si el cristianismo iba a servir como cemento del imperio, no obstante, tenía que sostener una fe. Por lo que los emperadores llamados por los concilios de la iglesia como Nicea, pagaron el precio para que los obispos atendieran y presionaran a los líderes de la iglesia para lograr la unidad doctrinal. La época de los emperadores cristianos fue una época de credos; y las confesiones eran los instrumentos de conformidad.
Una Pregunta
Inquietante
Podemos ver esta impresión imperial obrando en Nicea, el primer concilio general de la iglesia. El problema que Constantino esperaba que los obispos resolvieran era la controversia sobre el Arrianismo.
Arrio, pastor de la influyente Iglesia de Baucalis de Alejandría, Egipto, enseñaba que Cristo era más que humano, pero algo menos que Dios. Él dijo que originalmente Dios vivía solo y no tenía ningún hijo. Luego creó al hijo, quien a su vez creó todo lo demás. La idea persiste en algunos cultos de la actualidad.
Arrio hizo comprensible la fe en Cristo, especialmente cuando adaptó su enseñanza a unas ingeniosas rimas con tonos pegajosos. Incluso en los muelles portuarios de Alejandría se podían tararear esas cantinelas mientras se descargaba el cargamento de pescado.
La enseñanza de Arrio poseía un especial atractivo para muchos recién convertidos al cristianismo. Ésta era parecida a las religiones paganas de su infancia: un Dios supremo, que habita solo, crea una serie de dioses menores que hacen la obra de Dios, yendo y viniendo desde el cielo hasta la tierra. A estos antiguos paganos les resultó difícil entender la creencia cristiana de que Cristo, el Verbo de Dios, existía desde la eternidad, y que él era igual al Padre Todopoderoso. Así es como se propagó el Arrianismo, ocasionando la preocupación de Constantino.
El Concilio de Nicea fue convocado por el emperador Constantino y se celebró en el palacio imperial bajo sus auspicios. Constantino consideraba a la doctrina arriana--en la que Jesús era un ser creado subordinado a Dios--como un asunto teológico "insignificante". Pero quería paz en el Imperio que acababa de unificar a través de la fuerza. Cuando fracasaron las cartas diplomáticas para resolver la disputa, convocó a un número aproximado de 220 obispos, que se reunieron durante dos meses para llegar a una definición universalmente aceptable acerca de Jesucristo.
Una vez que fue convocado el Concilio de Nicea, muchos de los obispos estaban listos para el compromiso. Un joven diácono de Alejandría, sin embargo, no lo estaba. Atanasio, con el apoyo de su obispo, Alejandro, insistió en que la doctrina de Arrio había dejado al cristianismo sin un Salvador divino. Él exigió un credo que dejara en claro la deidad plena de Jesucristo.
Durante el transcurso del debate, el obispo presente más sabio, el historiador de la iglesia Eusebio de Cesarea (un amigo y admirador del emperador y mitad partidario de Arrio), expuso su propio credo-- quizás como evidencia de su cuestionada ortodoxia.
La mayoría de los pastores, sin embargo, reconocieron que se necesitaba algo más específico para excluir la posibilidad de la enseñanza Arriana. Para ello produjeron otro credo, probablemente en Palestina. En él se insertan una serie de frases extremadamente importantes: "Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma sustancia con el Padre. . . . "
La expresión homo ousion, "una sustancia", fue probablemente insertada por el Obispo Osio de Córdoba (en la actual España). Debido a que tenía gran influencia en Constantino, el peso imperial fue inclinado hacia ese lado de la balanza.
Tras un amplio debate, todos menos dos obispos del Consejo acordaron un credo que confesara la fe "en un solo Señor, Jesucristo, . . . Dios verdadero de Dios verdadero". Constantino estaba satisfecho, al pensar que el problema estaba solucionado.
Una
Asignatura Pendiente
De la forma en la que resultó, sin embargo, Nicea solo resolvió poco. Para el próximo siglo las opiniones de los Niceanos y de los Arrianos lucharon por la supremacía. Primero Constantino y luego sus sucesores se involucraron una y otra vez para desterrar a este sacerdote o para exiliar al otro. El control de las oficinas de la iglesia a menudo dependía demasiado del control del favor del emperador.
La larga lucha por el poder imperial y por el lenguaje teológico culminó a mediados del siglo V en el Concilio de Calcedonia en Asia Menor (la actual Turquía). Allí los padres de la iglesia llegaron a la conclusión de que Jesús era completamente y totalmente Dios. Y, por último, el Consejo confesó que este completo hombre y completo Dios fue una persona totalmente normal. En otras palabras, Jesús combinó dos naturalezas, la divina y la humana, en una sola persona.
Esta afirmación clásica ortodoxa hizo posible narrar la historia de Jesús como una buena noticia. Debido a que Jesús era un ser humano normal, hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne, él podría satisfacer cada exigencia de la ley moral de Dios, y podría sufrir y experimentar una muerte real. Debido a que él era verdaderamente Dios, Su muerte había sido capaz de satisfacer la justicia divina. Dios mismo había provisto el sacrificio.
El Concilio de Nicea, entonces, puso la primera piedra para la interpretación ortodoxa de Jesucristo. Este fundamento se ha mantenido desde entonces.
Bruce L.
Shelley es profesor de la historia de la iglesia en el Seminario de Denver y es
miembro de la junta consultiva de la Historia Cristiana.
Cómo
Casi Ganó el Arrianismo
Por
Christopher A. Hall
Después de Nicea, la verdadera lucha comenzó.
EN EL CONCILIO de Nicea, Arrio y sus ideas perdieron. Pero durante las décadas posteriores al concilio, parecía que la perspectiva arriana sobre la persona de Cristo conduciría a que aquel día y las conclusiones de Nicea desaparecieran en un basurero teológico y eclesial. ¿Por qué? Los emperadores romanos eran una influencia importante. Una serie de emperadores (comenzando por Constantino) entendieron su función de incluir el derecho a intervenir en los asuntos de la Iglesia, especialmente cuando la división en el seno de la Iglesia amenazaba la unidad del Imperio Romano. De este modo, si un emperador romano se encontraba predispuesto favorablemente hacia las ideas Arrianas--como lo estaban Constancio y Valente—los obispos que apoyaban al credo formulado en Nicea podrían ser castigados severamente, más a menudo al ser despedidos y exiliados. Si un emperador que estaba a favor de Nicea se encontraba en el poder, los creyentes arrianos sufrirían.
Sí, los obispos de la iglesia continuaron desempeñando el principal papel de
interpretar las Escrituras y de construir la teología sobre la base de la
exégesis bíblica. Pero detrás de los obispos y de los presbíteros durante y
después del Concilio de Nicea, había una serie de emperadores romanos
cristianos más que dispuestos a intervenir en los asuntos de la iglesia y
de la doctrina. Cuando una serie de emperadores a favor del Arrianismo aparecieron,
éste se propagó como fuego salvaje.
Tomemos el caso del mismo Constantino. Preocupado por la creciente fractura
dentro de la iglesia derivada de las ideas de Arrio, Constantino convocó e
intervino en el Concilio de Nicea. Rowan Williams apunta que en el momento en
que Constantino vio a Arrio como un separatista, el emperador le escribió una
carta a Arrio "y a sus partidarios, cuyo veneno y abuso es extraordinario,
considerando a Arrio un 'Ares', un dios de la guerra, que pretende crear
conflicto y violencia".
Constantino no fue reacio para tomar medidas legales fuertes para alinear
nuevamente a los teólogos descarriados. Williams señala que la respuesta ácida
del emperador hacia Arrio, agrupó a Arrio y a sus partidarios con Porfirio,
"el gran crítico pagano de la Iglesia." Constantino ordenó "que
las obras Arrio van a ser tratadas como las de Porfirio: van a ser quemadas, y
quienes no entreguen las copias en su posesión deben ser ejecutados".
Dentro de los diez años del Concilio de Nicea, sin embargo, Constantino se convenció
de que las ideas de Arrio caían dentro del seno de la ortodoxia, a pesar de que
los detalles exactos de la posición de Arrio--por lo menos en lo que
representaba al emperador en los años siguientes a Nicea--siguen siendo algo
confusos. Lo que queda claro, sin embargo, es que ni Constantino ni sus hijos como
Constante y Constancio fueron intérpretes bíblicos calificados o teólogos.
Estos emperadores romanos estaban más preocupados por preservar la unidad de la
iglesia que por dedicarse a debates extensos sobre aquello que a menudo consideraban
quisquillosidad teológica. Manlio Simonetti, por ejemplo, comenta que
Constantino estaba "convencido de que la paz religiosa sólo podía
garantizarse a través de una amplia concentración de elementos moderados"
y "era tan reacio a algunos de los oponentes más radicales de Arrio debido
a que había experimentado el radicalismo de los Ananos." Tanto Arrio como
Atanasio experimentaron el desagrado de Constantino. Fue Constantino quien en el
año 335 D.C., ordenó el primero de los cinco exilios de Atanasio--el mismo año en
el que Arrio recuperó el favor del emperador Romano.
A lo largo de los 56 años que separaron el Concilio de Nicea con el Concilio de
Constantinopla, los emperadores romanos frecuentemente removían y exiliaban a
los obispos y presbíteros que consideraran cismáticos y heréticos. Estas
acciones crearon una atmósfera extensa de sospecha, intriga, división y odio en
el seno de la iglesia. Los obispos orientales que apoyaban a Nicea sufrieron
durante el reinado de Constancio. Tras el asesinato del hermano de Constancio,
Constante, en el año 350, el imperio se consolidó bajo el imperio de
Constancio. Parecía que todo el mundo cristiano había caído en las manos de los
Arrianos. Aunque Constancio murió en el año 361, sus sucesores estaban más
interesados en mantener la unidad del imperio que en perseguir la claridad
teológica. Cuando Valente tomó el mando del Oriente en el año 364, Simonetti
dice, él se comportó "con ferocidad" en contra de los obispos que
cuestionaban la posición Arriana.
Racional,
pero equivocado
Además de la ayuda que ellos recibían de los emperadores, las ideas de Arrio eran profundamente atractivas porque ofrecían un modelo racionalmente satisfactorio sobre la relación entre el Padre y el hijo. Arrio comenzó con el supuesto fundamental de que la esencia divina es una unidad indivisible, una sustancia que no puede ser dividida o distribuida como porciones de puré de papas. Si esto fuera cierto, ¿cómo se podría argumentar de manera coherente que Dios podría dividirse al interior de las personas? Hubiera sido imposible para Dios "engendrar" un Hijo divino, lograr esa concepción o generación, implicaría dividir lo intrínsecamente indivisible.
De esta manera, el hijo debe ser creado en lugar de ser ingénito. Si tuviéramos
que trazar una línea entre la divinidad ingénita y todas las criaturas--sin
importar cuan exaltadas sean esas criaturas--el hijo necesariamente sería
incluido junto con todas las demás criaturas. Si bien Arrio no cuestionaba la
posición del hijo exaltado sobre toda la creación, él no podía ser eterno en el
mismo sentido que el Padre. "Hubo un tiempo en el que él no estaba", dijo
Arrio.
La respuesta de Arrio en Nicea fue que el hijo era de la misma substancia
(homoousios) que el Padre, una declaración debatida intensamente durante el
siglo cuarto. La iglesia necesitaba ordenar estos años y aclarar qué quería
decir el credo con homoousios. Algunos cristianos criticaron la cláusula
homoousios porque ellos creían que esto conducía a la inquietante conclusión de
que no existía una verdadera distinción entre el Padre y el hijo. Es decir, el
Credo de Nicea simplemente servía como un disfraz para el Sabelianismo (también
denominado Modalismo).
Algunos creyentes que afirmaban con firmeza la deidad del Hijo, defendían la
idea de que el Padre y el hijo compartían una naturaleza similar, no la misma
naturaleza. Esta fórmula parece evitar la confusión causada por homoousios,
pero surgieron preguntas propias. Si la esencia del hijo sólo es similar a la
del padre, ¿de qué manera es diferente?
Inteligencia
agresiva
La olla exprés teológica de los años entre Nicea y Constantinopla reveló las fallas ocultas del modelo Arriano. Los defensores de Nicea como Atanasio siguieron pensando en las consecuencias y en los fundamentos del credo formulado en Nicea. En Atanasio percibimos el poder de la personalidad a través de la historia. Su mente brillante estaba vinculada a una personalidad agresiva y contenciosa que volvía locos a sus oponentes, pero que lo fortalecieron a través de años de conflictos y exilio. Quizás sólo una persona como Atanasio poseía la inteligencia, la laboriosidad y la persistencia para sobreponerse a la guerra teológica que dominaba el cuarto siglo. Robert Payne observa que "en la historia de la Iglesia primitiva, nadie jamás ha sido tan implacable, tan exigente en sus demandas de sí mismo o tan desdeñoso con sus enemigos. En él había algo del temperamento de la dogmática moderna revolucionaria: nada lo detuvo".
Atanasio vio que, si la creencia arriana de Cristo como criatura exaltada ganaba
la discusión, el evangelio estaría perdido. Dos de los puntos centrales del
Atanasio seguían repitiéndose:
1. Sólo Dios puede salvar. Una simple criatura no puede salvar a nadie. Mientras Arrio trabajó arduamente para preservar un estado exaltado para el hijo, describiéndolo como un ser elevado por encima de todas las demás criaturas, su comprensión de Cristo falló en dicha coyuntura estratégica. El Cristo arriano, insistió Atanasio, no era un salvador en su época de adolescente. Ninguna criatura poseía la capacidad o la facultad para salvar del pecado. La salvación era la prerrogativa, el privilegio y el acto potencial de Dios solamente. "El creador debe ser mayor que lo que crea… y el dador ha de otorgar lo que tiene como posesión".
2. Cristo era adorado en las iglesias cristianas, incluidas las iglesias que seguían la enseñanza de Arrio. Atanasio preguntó cómo es que una iglesia podía adorar a Cristo, si Cristo no era Dios. Adorar a una criatura era cometer blasfemia. De hecho, Atanasio afirma, Arrio y sus seguidores cometieron blasfemia en dos sentidos: adoraban a una criatura como a Dios y decían que Dios se había encarnado en una simple criatura. Atanasio insistió que cuando adoramos al hijo, legítimamente estamos adorando a uno que encuentra la fuente o el manantial de su deidad en la deidad del Padre. Como "descendiente del Padre", escribió Atanasio, el Hijo es verdaderamente distinto. Pero no debemos permitir que esta distinción fundamental nuble "la identidad de la deidad." "Porque el resplandor también es luz, no una segunda luz además del sol, ni una luz diferente, no una luz en comparación con el sol, sino una descendencia completa de él. Nadie diría que hay dos luces, sino que el sol y su resplandor son dos, mientras que la luz del sol, que ilumina las cosas en todas partes, es uno. De la misma manera la divinidad del Hijo es la del Padre".
De
tal Padre, tal Hijo
La unidad esencial del Padre y el Hijo, indica, como argumenta Atanasio, que todo lo que se predica del padre debe predicarse del Hijo, "excepto el título de ‘Padre." En resumen, si el padre es Señor, el Hijo es el Señor. Si el padre es luz, el Hijo es luz.
Durante muchos años en el siglo IV, la causa arriana pareció haber ganado la discusión. Las ideas de Arrio ofrecieron un enfoque racional sensible de la relación entre el Padre y el hijo, mientras que el Credo de Nicea parecía confuso, anti bíblico y provocador. Al final, sin embargo, la enseñanza de Nicea ganó.
Teodosio, el primer emperador en combatir enérgicamente el arrianismo después de muchos años, afirmó la legitimidad y la ortodoxia de los obispos y sacerdotes que apoyaron el Credo de Nicea. Bajo su liderazgo y autoridad imperial, el Concilio de Constantinopla (381), reafirmó y desarrolló las declaraciones creadas por los obispos de Nicea, unos 56 años antes.
Realmente por un tiempo parecía que era Atanasio contra mundum. C. S. Lewis escribió:
"Estamos orgullosos de que nuestro país se haya levantado en más de una ocasión en contra del mundo. Atanasio hizo lo mismo. Luchó por la doctrina Trinitaria, 'completa y sin mácula,' cuando parecía como si todo el mundo civilizado estaba resbalándose desde el cristianismo hacia la religión de Arrio--hacía una de esas religiones sintéticas 'sensibles' que son tan fuertemente recomendadas actualmente y que, entonces como ahora, incluían entre sus devotos a muchos clérigos altamente cultivados. Es su gloria la que no se mueve a través de los tiempos, es su recompensa la que permanece en la actualidad mientras aquellos tiempos, como todos los tiempos, se han desplazado".
Christopher A. Hall es decano en Templeton Honors College de la Eastern University y autor de Aprendiendo Teología con los Padres de la Iglesia (InterVarsity Press, 2002).
Atanasio:
Defensor Belicoso de la Ortodoxia
UN MODERNO BIÓGRAFO de Atanasio de Alejandría habla de "la naturaleza predominantemente polémica de la mayoría de sus obras dogmáticas" y "la falta de serenidad en su argumentación." ¡Es comprensible que sea así! En toda la historia cristiana, es seguro decir, pocos sacerdotes han estado tan plenamente envueltos en disputas doctrinales y eclesiásticas como Atanasio. En comparación con él, uno podría decir que incluso una figura tan controvertida como Martín Lutero vivió una vida relativamente tranquila y sin incidentes.
Nacido en una familia cristiana en Alejandría, en el año 295, Atanasio era un bebé durante la persecución de Diocleciano y apenas un poco más que un muchacho cuando el edicto de Milán legalizó a la iglesia en el año 313. Fue ordenado diácono cinco años más tarde a la edad de 23 años. Indudablemente, el mayor reclamo que podemos hacer de Atanasio es que toda su vida fue absorbida por el servicio a la iglesia.
El evento que marcó mayormente el destino de este apasionado sacerdote fue, por supuesto, el concilio de Nicea en el año 325. Aunque quizás no hay ningún otro nombre más estrechamente relacionado con Nicea que el de Atanasio, esta relación estrecha tuvo que ver más con las repercusiones del consejo que con el propio evento. Tres hechos conspiraron para que así fuera.
Primero, los Padres en Nicea habían formalizado una clasificación de la estructura patriarcal en la iglesia, según la cual los obispos de Roma, Alejandría y Antioquía ejercerían la supervisión general de las demás iglesias, en sus respectivas regiones. Así, cuando Atanasio fue elegido obispo de Alejandría, en el año 328, apenas tres años después de Nicea, de repente se encontró en una de las posiciones más influyentes y prestigiosas de toda la Iglesia.
Segundo, Nicea determinó también que la iglesia de Alejandría, a causa de los registros superiores y de los recursos astronómicos disponibles en esa ciudad, cada año se encargaría de establecer la fecha correcta de la Pascua, y de esta manera, informarle al resto de las iglesias a través de un aviso anual. Este arreglo le otorgó a Atanasio la oportunidad oficial de enviar una carta anual a todos los otros grandes centros eclesiásticos, y hasta su muerte en el año 373 utilizó estas "cartas pascuales" como oportunidades para enseñar y amonestar a los cristianos mucho más allá de las fronteras de Alejandría. Debido a que muchos sucesores de Atanasio siguieron su ejemplo en este sentido, el obispado de Alejandría se convirtió en una de las autoridades de enseñanzas más influyentes de la Iglesia entera, eran el segundo lugar, solamente después de Roma.
En tercer lugar, debido a que Nicea les había concedido implícitamente a los emperadores romanos una autoridad sobre los asuntos de la iglesia, que nunca antes habían tenido, las próximas décadas (incluso siglos) presenciarían muchos casos de injerencia imperial directa en el ministerio mismo de la enseñanza de la iglesia, incluyendo el oficio del obispo. A medida que diversos emperadores ejercieron esta interferencia, Atanasio fue forzado al exilio de Alejandría no menos de cinco veces.
Atanasio pasó estos largos períodos de confinamiento principalmente haciendo dos cosas. Primero, viajó extensivamente a lugares lejanos, donde se reunió con sacerdotes para tratar la herejía arriana y otros asuntos eclesiásticos, incluyendo la interferencia imperial. Estas consultas ampliaron considerablemente la reputación de Atanasio como un maestro cristiano universal. En segundo lugar, estos períodos de exilio le dieron el tiempo suficiente para escribir largos tratados de teología que lo llevaron a ser considerado, incluso hoy en día, como uno de los máximos exponentes de la doctrina cristiana.
¿Cuál
Credo es Cuál?
D.H. Williams
Con respecto a una de las peculiaridades de la historia de la iglesia, el "Credo Niceno" utilizado en los himnarios y liturgias de la iglesia, es un credo diferente al aceptado en Nicea.
En el año 381, el concilio de Constantinopla confirmó el Credo Niceno, y condenó las herejías que habían surgido desde entonces en contra de Nicea. Pero desde luego, por los registros (preservados en el Concilio de Calcedonia, 70 años más tarde) sabemos que también se utilizó otro credo, ahora conocido como el Credo Nicenoconstantinopolitano. Este credo es estrictamente más Trinitario que el de Nicea, describiendo a cada uno de los miembros de la Trinidad en relación con los demás miembros. El credo del año 325 dice menos acerca del Padre y sólo menciona al espíritu santo sin descripción alguna, debido a que la atención del Consejo se hallaba centrado en cómo el hijo no es menos divino que el Padre.
La siguiente versión es la que se utilizaba en la iglesia occidental; la versión oriental no incluía las frases entre corchetes. En particular, la afirmación de que el Espíritu Santo procede del Padre "y del Hijo" todavía es impugnada por la Iglesia Ortodoxa Oriental como una adición injustificada a la teología Nicena.
El
Credo Niceno Original
Creo en un solo Dios, el Padre Todopoderoso, creador de todo lo visible y lo invisible;
Y en un solo Señor Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, engendrado del Padre antes de todos los mundos, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, siendo de una sustancia con el Padre; por quien todo fue hecho; lo que hay en el cielo y lo que hay en la tierra; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y se encarnó y se hizo hombre; padeció; y al tercer día resucitó, y ascendió a los cielos, y vendrá otra vez para juzgar a los vivos y a los muertos;
Y creo en el Espíritu Santo.
Pero en cuanto a los que dicen, estaba cuando no lo estuvo, y antes de nacer no lo era, y nació de la nada, o quién afirmó que el hijo de Dios es una hipóstasis o una sustancia diferente, o que está sujeto a cambio o alteración - a aquellos anatematizan la Iglesia Católica y Apostólica.
El Credo Nicenoconstantinopolitano (el "Credo Niceno" utilizado en el culto)
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra y de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: [Dios de Dios], Luz de Luz. Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho.
Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo; y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre. Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre [y el Hijo], recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo la iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.