Anselmo 1033-1109
Anselmo 1033-1109
El obispo renuente con una mente notable
"Nadie más sino aquel que es el Dios-hombre puede llevar a cabo la satisfacción por la cual el hombre se salva".
En la Edad Media, era habitual que los obispos elegidos hicieran un acto de
protesta para manifestar su modestia. Cuando Anselmo, un monje italiano de
Normandía, fue elegido para convertirse en arzobispo de Canterbury, también
protestó. El personal episcopal tuvo que ser sujetado contra su puño cerrado.
Pero su negativa fue sincera: para Anselmo, convertirse en arzobispo
significaba menos tiempo para sus estudios. Sus instintos, de hecho, demostraron
estar en lo correcto: Anselmo es recordado hoy no solamente como un gran
arzobispo sino como uno de los más grandes pensadores de la Edad Media.
Atraído Hacia Cargos Más Altos
La lucha entre la vida académica y la del alto cargo comenzó en los primeros años de Anselmo. Su padre, Gundulf, quería verlo en la política y le prohibía entra a la abadía local. Cuando el abad se negó a aceptar al quinceañero, sin el consentimiento de su padre, Anselmo oró para enfermarse: él razonaba que podría entrar si estaba en peligro de muerte. De hecho, cayó gravemente enfermo, pero aun así le fue negada la admisión.
Después de vagar en Europa durante años, buscando expandir su mente, Anselmo se estableció en Bec, Normandía, para estudiar bajo la enseñanza de Lanfranco, un erudito renombrado. Anselmo sintió que aquí podía vivir la vida monástica en la oscuridad, ya que la fama de Lanfranco brillaría más que sus posibles logros.
Pero sin embargo Anselmo brilló. Después de tres años, Lanfranco abandonó la abadía, hasta convertirse en arzobispo de Canterbury, y Anselmo lo reemplazó como lo había hecho antes. Pasaba el tiempo leyendo y reflexionando sobre los misterios teológicos. Bajo su liderazgo, el monasterio se hizo famoso por su excelencia escolástica. Cuando los deberes administrativos interfirieron en su anhelado llamado, le rogó al obispo local que lo librase de algunas de sus funciones. En lugar de ello, el obispo le dijo a Anselmo que se preparara para cargos más altos.
Una Prueba de Dios
En Bec, Anselmo hizo su primera gran contribución intelectual: intentó demostrar la existencia de Dios. Expuso su famoso argumento ontológico en su Proslogion. Dios es "aquello de lo que nada más grande se puede pensar", sostuvo. No podemos pensar en esta entidad como nada más que existente porque un Dios que existe es mayor que aquel que simplemente es una idea. El argumento, aunque fue impugnado casi tan pronto como fue escrito, ha influido en los filósofos, incluso en el siglo XX.
Anselmo también reflexionó profundamente sobre la relación entre la fe y la razón. Llegó a la conclusión de que la fe es la condición previa del conocimiento (credo ut intelligam, "Creo para comprender"). Él no despreció la razón; de hecho, la empleó en todos sus escritos. Él simplemente creía que el conocimiento no podía conducir a la fe, y que los conocimientos adquiridos fuera de la fe no eran confiables.
Disputando Contra el Rey
En el año 1066 los Normandos invadieron Inglaterra, y Guillermo el Conquistador le dio al monasterio de Bec varias extensiones de tierra inglesa. Tras la invasión, Anselmo fue convocado tres veces al otro lado del canal de la Mancha, donde impresionó al clérigo inglés. Cuando Lanfranco murió en 1089, presionaron a Guillermo II para elegir a Anselmo al arzobispado (formalmente la prerrogativa del papa, pero en la práctica, el arzobispo de Canterbury fue el elegido del rey). Anselmo se mostró reacio, al igual que Guillermo II, a causa de razones políticas, y la posición quedó vacante durante cuatro años. Entonces, un día, el rey cayó gravemente enfermo y, temiendo al infierno, nombró a Anselmo en contra de sus reiteradas peticiones.
Anselmo inmediatamente ejerció presión sobre el rey: se negó a hacer cualquier cosa sacerdotal para Guillermo hasta que el rey restituyera las tierras a Canterbury, reconociera al arzobispo como alguien supremo en asuntos espirituales, y prometiera su lealtad a el papa Urbano II (quien se encontraba inmerso en una lucha de poder con Inglaterra). El rey, también llamado Guillermo Rufo, accedió, pero renegó de sus promesas cuando se recuperó de su enfermedad. De hecho, él ni siquiera dejaría que Anselmo visitara Roma. Cuando Rufo le denegó el permiso por tercera vez, Anselmo lo bendijo y partió de Inglaterra de todos modos.
Productivo en el Exilio
Anselmo sin duda se sintió aliviado. Él había odiado su posición en Canterbury. Había evitado involucrarse en controversias y a menudo se enfermaba cuando se le requería arbitrar desacuerdos. Por otra parte, si uno de sus monjes lo llevaba aparte y le preguntaba alguna cuestión teológica, se enamoraba de inmediato y, conforme explicaba su respuesta, su ánimo crecía. Así, mientras estuvo en el exilio, le volvió a suplicar al Papa que lo liberara, pero el papa respondió que él necesitaba de la mente teológica de Anselmo.
Mientras se encontraba en el exilio, Anselmo escribió ¿Por qué Dios se hizo hombre?, el cual se convirtió en el tratado más influyente sobre la expiación en la Edad Media. Abogó por la "teoría de la satisfacción". Los primeros teólogos, como Orígenes y Gregorio de Nisa, defendieron la "teoría del rescate": la humanidad estaba cautiva en el pecado y en la muerte a causa de Satanás, a menos hasta que Cristo pagó el rescate a través de su muerte, y en su resurrección rompió el poder de las cadenas de Satanás. Anselmo argumentó que tal vez no fue Satanás a quien se le debía algo sino a Dios. En Adán, todos los seres humanos habían pecado en contra de la santidad divina. Además, siendo tanto finitas como pecaminosas, las personas eran impotentes de llevar a cabo una restitución apropiada. Aquello sólo podría ser realizado por Cristo: " Nadie más sino aquel que es el Dios-hombre puede llevar a cabo la satisfacción por la cual el hombre se salva".
Con la ascensión de Enrique I en el año 1100, Anselmo fue invitado de nuevo a Canterbury. Pero cuando el rey exigió tributo de parte de los obispos, Anselmo se negó y no consagraría a los obispos que lo hubieran hecho. La polémica continuó durante seis años, pero Anselmo finalmente ganó.
Durante sus dos últimos años, pudo estudiar en una relativa paz. En su lecho de muerte, el Domingo de Ramos de 1107, Anselmo les dijo a sus monjes que él estaba listo para morir, pero antes de que lo hiciera, quería resolver la pregunta de Agustín sobre el origen del alma. "No sé de nadie que pueda ser capaz de hacer el trabajo si no estoy", les dijo. Pero para la mañana del martes de Semana Santa, había muerto.
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