Artículo: El Cristianismo y La Prosperidad
El Cristianismo y La Prosperidad
Por David Feddes
El cristianismo a menudo produce prosperidad. Muchas personas cristianas son
más prósperas de lo que habrían sido sin el cristianismo, y muchas naciones
influidas por el cristianismo son más prósperas que las naciones que no tienen
raíces o influencia cristianas.
El cristianismo a menudo produce prosperidad. ¿No parece extraño? Después de todo, Jesús no tenía ninguna propiedad a su nombre y se sentía más en casa entre los pobres que entre los ricos. ¿Cómo podría causar tanta prosperidad alguien que vivía en la pobreza?
Vamos a explorar cómo es que la influencia de Jesús a menudo conduce a la prosperidad a nivel personal y nacional, pero en primer lugar, tengamos claro que seguir a Jesús no se trata sobre hacer dinero. Jesús dijo en términos inequívocos que nadie puede adorar a Dios y adorar el dinero al mismo tiempo. Cualquiera que intente utilizar el Cristianismo como una forma de enriquecerse es negar a Cristo y traicionar el evangelio. Vamos a ser igual de claros en que hacerse rico no es un signo seguro de la aprobación de Dios o de una buena conducta, y ser pobre no es signo seguro de rechazo de Dios o de una mala conducta. Jesús y muchos de sus seguidores más santos han vivido en la pobreza.
La prosperidad no es el principal objetivo de la fe en Cristo, y la prosperidad no es prueba de una relación con Dios y, sin embargo, sigue siendo verdad que el cristianismo a menudo produce prosperidad. A menudo la influencia de Cristo trae opulencia. Esto es cierto a nivel individual y a nivel nacional.
A nivel individual, las personas que confían en Jesús y viven a través de la Biblia a menudo evitan los problemas que generan pobreza y viven de un modo que las hace más productivas y prósperas. Por ejemplo, Jesús enseñó que el sexo tiene sitio solamente dentro del matrimonio y que el matrimonio es un compromiso para toda la vida. Esto no sólo afecta las relaciones y sentimientos; tiene un gran impacto económico. Alguien ha observado que en América del Norte, sólo necesitas hacer tres cosas para evitar la pobreza: terminar la escuela secundaria, casarte antes de tener un hijo, y casarte después de los 20 años de edad. Entre quienes siguen estos consejos, sólo el 8 por ciento son pobres, mientras que el 79 por ciento de quienes no lo hacen son pobres. Cuando los seguidores de Jesús cuentan con Matrimonios fuertes y familias estables, el beneficio económico es enorme. La visión cristiana de la familia es la mejor, no sólo moral y espiritualmente, sino que por lo general también es mejor financieramente. Cuando la Biblia enseña sobre la estabilidad familiar, el trabajo duro, el uso sabio del tiempo, la honradez y la sobriedad, tales enseñanzas previenen la pobreza y sientan las bases para la prosperidad.
El cristianismo a menudo produce prosperidad no sólo a nivel personal sino también a nivel nacional. Todas las naciones cuentan con algunas personas ricas y con algunas personas pobres, pero las naciones con una gran clase media y una economía global próspera son en su mayoría de países con un patrimonio de fe en Jesús y en la Biblia. Canadá, Estados Unidos y las naciones de Europa Occidental tienen fuertes economías estrechamente relacionadas con siglos de influencia cristiana. En los últimos tiempos, muchos se han alejado de la fe en Cristo, pero no se puede negar que el cristianismo ayudó a dar forma a las prácticas que construyeron estas economías. En Corea del Sur, millones de personas se han vuelto cristianas en los últimos cien años, y la economía también ha crecido dramáticamente. Una nación como Japón es una potencia económica aunque nunca ha tenido muchos cristianos, pero ¿en qué momento se hizo tan fuerte la economía de Japón? Después de que ésta quedó vinculada a la economía del mundo occidental y adoptó las prácticas empresariales occidentales con raíces cristianas.
El impacto económico del cristianismo no siempre es obvio o inmediato en una nación. A menudo toma tiempo que el sistema general de una nación cambie y que una clase media productiva prospere. Asimismo, el impacto económico de abandonar a Cristo no siempre es obvio o inmediato en la vida del país. A menudo toma tiempo dilapidar totalmente el capital intelectual y espiritual acumulado por generaciones pasadas. La corrupción a menudo es lenta, pero es real, justo como el crecimiento a menudo es lento, pero es real.
Jesús comparó el reino de Dios con una semilla que crece en un árbol y que ofrece refugio a las naciones. Jesús también comparó el reino de Dios con la levadura que cambia gradualmente un gran trozo de masa. Una semilla no se convierte en un árbol en un instante, y la levadura no hace que el pan aumente instantáneamente, sin embargo, con el tiempo los resultados son reales. Así es con el impacto Jesús en el mundo y en todos los aspectos de la vida. Jesús ha sido un transformador del mundo no sólo en la piedad personal y en las prácticas religiosas, sino en cada aspecto de la vida humana, incluyendo el trabajo y la economía. El reino de Dios en Cristo primero que nada se trata acerca de vivir bajo el amor y el gobierno de Dios, no acerca de la prosperidad, pero a menudo esto produce una mayor prosperidad como resultado de estar más en sintonía con el diseño de Dios.
Trabajo que Vale la Pena
Un aspecto clave en el que el cristianismo ha producido prosperidad es hacer que el trabajo valga la pena. Si las personas ven el trabajo como algo honorable y rentable, son más propensas a trabajar duro y ser productivas, y es más probable que su economía en general crezca. A medida que una economía crece, se crea más y más riqueza, y más y más personas tienen una oportunidad para prosperar.
¿Cuán probable es que la economía crezca si todo el mundo desprecia el trabajo? ¿Qué pasaría si las personas adineradas pensaran que el trabajo no es digno de ellos y si los pobres trabajaran tanto como se vieran obligados a hacerlo? Esa era en gran medida la situación entre las culturas dominantes de Grecia y de Roma cuando Jesús vino al mundo. El profesor Alvin Schmidt hace este comentario en su libro Bajo la Influencia: Cómo ha Transformado la Civilización el Cristianismo. El filósofo griego Platón decía que el trabajo y la artesanía debían ser para los esclavos, no para los pensadores y los hombres libres. El escritor romano Cicerón dijo que trabajar para ganarse la vida era indecoroso para un hombre libre y que era vulgar y bajo recibir paga por un "simple trabajo manual." En el mundo grecorromano, los ciudadanos eminentes se creían demasiado elevados como para trabajar, y las clases obreras trabajaban duro sin mucho incentivo. La mayoría de los trabajadores eran esclavos, de manera que el trabajo no se pagaba. Éste no los hacía sentir importantes, y no les ayudaba a prosperar.
El cristianismo veía el trabajo de una manera muy diferente. Jesús mismo no se consideraba tan elevado y tan poderoso como para no trabajar duro. Jesús era un carpintero que sudaba y se ensuciaba las manos. El apóstol Pablo, el misionero líder posterior a Cristo, no solo predicó sermones y escribió una teología profunda. Él trabajó confeccionando tiendas y pagó sus propios proyectos. Cristo y sus apóstoles trabajaron voluntariamente, y su ejemplo renueva la dignidad del trabajo y hace que éste valga la pena.
A los cristianos se les enseñó que cuando Dios creó a los primeros seres humanos, los puso a trabajar. Después de que Adán y Eva pecaron, el trabajo se hizo más difícil y doloroso, pero éste se mantuvo como parte del mandato dado por Dios para la humanidad. Con la venida de Jesús, el llamado de Dios a trabajar se hizo aún más claro y convincente. Le fue dicho a los cristianos, "Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón… porque a Cristo el Señor servís" (Colosenses 3:23-24). Cada tarea, no importa cuán humilde pareciera, no importando cuán pobre fuera la paga, valía la pena si se hacía como un acto de obediencia y de servicio a Jesucristo. Los cristianos son enseñados a ver cada ocupación legítima como un llamado de Dios y cada tarea como una oportunidad para honrar a Dios. El objetivo no es primero que nada enriquecerse, sino simplemente hacer todo con excelencia por causa del Señor. Incluso los esclavos podían hallar dignidad en su trabajo si lo hacían no sólo para un maestro autoritario, sino para el Señor. La ética del trabajo cristiano trataba de honrar al Señor a través de un trabajo con diligencia y con excelencia.
En medio de una cultura que aborrecía el trabajo, el cristianismo les enseñaba a los trabajadores a hacer su mejor esfuerzo. Y lo que es más, en una cultura que engañaba a los trabajadores sobre salarios justos y donde había muchos esclavos, el cristianismo les enseñaba a los propietarios de esclavos y a los patrones a hacer con los trabajadores "lo que es justo y recto." (Colosenses 4:1), más que engañarlos sobre los salarios que habían obtenido. El mismo Jesús dijo, "el obrero es digno de su salario" (Lucas 10:7) y Pablo hizo eco de ello (1 Timoteo 5:18). El hermano de Jesús, Santiago vociferó contra los ricos que no les pagaban lo que merecían a sus trabajadores (Santiago 5:4). El trabajo debe ser gratificante no sólo espiritualmente sino financieramente.
El cristianismo produce prosperidad no por simpatizar con los ricos en contra los pobres, sino por honrar el trabajo y por pedir un salario justo para los trabajadores. Esto beneficia a todos. Los trabajadores se benefician al obtener más respeto y mejores salarios, los empleadores se benefician al tener trabajadores que están más motivados y son más productivos, y toda la economía se beneficia por un aumento global de la riqueza y del poder adquisitivo que abre más oportunidades de negocios para los empresarios y más posibilidades de empleo.
Propiedad Personal
Otra manera en la que Cristo y sus seguidores produjeron prosperidad fue a través de proteger las propiedades personales. Cuando Dios dio los Diez Mandamientos, él dijo, "no robarás", y Jesús repitió dicho mandamiento (Mateo 19:18). Ese mandamiento en contra del robo es la defensa divina de la propiedad privada. Robar es tomar aquello que legítimamente le pertenece a alguien más, así que cuando Dios dice que no robemos, defiende el derecho a disfrutar del fruto del propio trabajo y de la propiedad individual. Dios también manda, "No codiciarás." Esto nos obliga a respetar la propiedad de alguien más y a no molestarnos de que él tenga la propiedad que nosotros no tenemos.
El Señor no da instrucciones exactas para cada detalle del gobierno y la economía. Si nos gusta un sistema en particular, no debemos pensar que este sistema cuenta con la aprobación plena y exclusiva de Dios. Aun así, Dios revela algunos principios que toda economía debe honrar y que ningún sistema debe permitirse violar. Uno de esos principios es el derecho a la propiedad personal.
Desde Platón han existido pensadores y activistas que han sugerido que muchos problemas podrían resolverse mediante la abolición de la propiedad privada. Varios gobiernos a lo largo de la historia han incautado bienes de particulares sin permiso ni compensación. Esto alcanzó su expresión más extendida en la forma del comunismo. Marx y Engels escribieron en el Manifiesto Comunista, "La teoría de los comunistas pueden resumirse en una sola frase: Abolición de la propiedad privada." En los sistemas comunistas y socialistas, los individuos no tienen nada; el gobierno es dueño de todo. La meta es ayudar a los trabajadores, pero ¿cuál es el punto de trabajar duro si no puedes conservar ningún salario y si tampoco puedes conservar nada que hayas comprado con dinero? Un viejo chiste dice que en los países comunistas el pueblo pretende trabajar y el gobierno pretende pagar. La abolición de la propiedad privada es la receta de una pobreza perpetua para casi todos, excepto para una minoría selecta que dirige el sistema para su propio beneficio.
Abraham Lincoln fue mucho más sensato y estuvo más en sintonía con la Biblia cuando dijo, "La propiedad es el fruto del trabajo... la propiedad es deseable...es un bien positivo en el mundo. El hecho de que algunos de ellos deban ser ricos muestra que otros pueden volverse ricos, así pues, es sólo motivación a la industria y la empresa. No permitamos que aquel que no tiene casa derrumbe la casa de otro; mas bien dejemos que trabaje diligentemente y construya una para sí mismo, de tal manera, por ejemplo, asegurando que él mismo pueda estar a salvo de la violencia cuando la construya". Lincoln luchó contra la esclavitud y contra la obtención de riquezas de manera injusta, pero también apoyó el valor del trabajo y el derecho a la propiedad. Tales principios, arraigados en la Biblia, han traído mucha prosperidad a las personas y a las naciones.
Pero, tu podrías preguntarte, ¿por qué los cristianos dan énfasis a la generosidad y a la ayuda a los necesitados? Bueno, Jesús enseñó precisamente sobre la generosidad, pero ¿cómo se puede ser generoso si no tienes nada propio para regalar? Y ¿cómo ayudar a los más necesitados a fin de asegurarlos en un sistema que ahoga la iniciativa y la productividad y hace a casi todos más necesitados? Los primeros cristianos eran generosos en compartir sus posesiones, y muchos cristianos desde entonces han sido demasiado generosos. Esa generosidad es uno de los grandes aportes del cristianismo para el mundo. Pero hay una enorme diferencia entre la generosidad personal del cristianismo y la confiscación forzosa gubernamental del socialismo. Incluso en el momento en el que algunos cristianos en diversos puntos de la historia han decidido renunciar a la propiedad personal y compartir todo con otros en una comunidad de cristianos, esto siempre ha sido voluntario, no obligatorio. El socialismo dice, "Lo que es tuyo es mío" y lo toma por la fuerza pública. La generosidad cristiana dice, "Lo que es mío es tuyo" y lo da en el amor de Cristo.
Propiedad privada es sólo otra palabra para libertad: la libertad de tomar decisiones acerca de los bienes que Dios le ha confiado. Donde se ha abolido la propiedad privada, la libertad también está abolida. En efecto, la libertad económica existe sólo en la medida en que la propiedad no esté gravada. Si el 40 por ciento de tus ingresos se destinan a pagar impuestos, significa que cuentas con el 60 por ciento de libertad económica. Los funcionarios del Gobierno deciden qué ocurre con el 40 por ciento de tu dinero y tú decides qué sucede con el otro 60 por ciento.
Esto no significa que toda imposición sea incorrecta. Cristo y sus apóstoles les dijeron a los cristianos que pagaran sus impuestos para cubrir los gastos del gobierno (Mateo 17:27, 22:21; Romanos 13:6-7). La Biblia no establece el porcentaje exacto de impuestos correcto; la Biblia no dice cuánto grado de intervención del gobierno es demasiado; sin embargo, la Biblia no deja dudas de que el poder del gobierno no debe ser absoluto y que los impuestos no deben ser tan excesivos al grado de que destruyan la libertad y la dignidad de las personas y de las familias para tomar decisiones significativas sobre sus propios ingresos y bienes.
Resulta que las economías tienden a florecer cuando las personas son libres: libres para poseer propiedades; libres para tomar sus propias decisiones sobre cómo gastar, ahorrar e invertir, en lugar de dejárselo todo al gobierno; libres para invertir en negocios, en la familia y en la comunidad en vez de darle todo al gobierno. ¿Por qué las personas suelen ser más prósperas cuando son libres para perseguir las metas que ha elegido en lugar de los objetivos que el gobierno ha impuesto sobre ellas? Se podría culpar a la codicia, pero también se le puede adjudicar al ingenio del espíritu humano libre. No hay duda de que ambos factores a menudo trabajan en una economía libre—la codicia pecaminosa, así como la libertad y dignidad—pero al menos existe una elección humana real en vez de un sistema inhumano que destruye toda elección personal sobre las cuestiones financieras y económicas. Haciendo hincapié en la dignidad de la persona y protegiendo la propiedad personal, la fe cristiana ha producido prosperidad.
Recompensa y Responsabilidad
Además, otra manera en la que el cristianismo ha producido prosperidad es a través de hacer hincapié en la responsabilidad y en la recompensa. Cuando las personas son libres para cosechar recompensas de sus decisiones financieras sabias, también tienen la responsabilidad de aceptar las consecuencias si sus opciones de inversión son tontas. Si merecen un salario justo por un trabajo bien hecho, también merecen penurias por ser perezosos. En resumen, las elecciones tienen consecuencias.
Entre los primeros cristianos, había algunos tontos que pensaban que sería maravillosamente espiritual dejar de trabajar y simplemente esperar a que Jesús trajera el cielo a la tierra. Pero Cristo habló a través de sus apóstoles y les dijeron a estos perezosos que se pusieran a trabajar si esperaban comer. Las promesas de Dios de la vida eterna y del regreso de Cristo no son excusa para ser irresponsable o para explotar la generosidad de otros. A los seguidores les fue dicho, "Procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios … y no tengáis necesidad de nada" (1 Tesalonicenses 4:11-12). "Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma" (2 Tesalonicenses 3:10). El Cristianismo enseña a ayudar a los verdaderamente necesitados, pero no a los perezosos.
Cualquier sistema que busque la paridad total de resultado, que intente darles a las personas perezosas el mismo ingreso que a los trabajadores fuertes, o que trate de hacer que se paguen inversiones tontas igual que las inversiones sabias, obstaculizará la prosperidad. Recompensar un comportamiento improductivo lastima la productividad. Esto no significa que no deba haber perdón o una segunda oportunidad para aquellos que se han equivocado en el pasado, sino que todo un sistema construido sobre el objetivo de la igualdad de ingresos, independientemente del esfuerzo del pueblo o de la sabiduría, ahogará la productividad. Un sistema que subsidia la pereza y la necedad como una cuestión política va a hacer que la pobreza sea peor, no mejor. Pero un sistema basado en los principios bíblicos de recompensa y responsabilidad, en el que las acciones tienen consecuencias, tiende a hacer a las personas más diligentes e inteligentes, y esto conduce a un aumento general de la productividad y de la prosperidad de la sociedad.
Otra palabra para todo esto es la justicia. Cuando la sociedad entera se amolda a las normas de justicia, la prosperidad económica crece porque la gente observa que normalmente hay una retribución por trabajar y por obedecer las reglas. Pero cuando hay injusticia, cuando algunas personas deforman el sistema para su propio beneficio a expensas de los demás, esto sofoca los incentivos económicos para la mayoría de las personas.
El cristianismo ha aumentado la prosperidad en muchos lugares al volver más justas a las sociedades injustas. No siempre ha sido fácil. Hemos visto el impacto económico positivo del cristianismo sobre los individuos y las sociedades, pero también hay que decir que cuando las personas se vuelven cristianas en una sociedad que sigue siendo injusta, a menudo empobrecen a causa de la persecución y de la injusticia, y porque el sistema económico de su sociedad aún no ha desarrollado estructuras sanas basadas en una justicia económica básica. Sin embargo, cuando los principios cristianos ganan mayor aceptación y la mayoría de la población vive bajo ellos, entonces la justicia prevalece y una persona sabia, diligente y moral a menudo cosechará recompensas económicas.
El Capital Moral
Para que las sociedades puedan prosperar financieramente, no sólo es importante el capital financiero, sino también el capital moral. Si las personas son confiables y veraces, pueden realizarse contratos comerciales. Pero si nadie se fía de los demás y los contratos no significan nada, los negocios no pueden florecer. La Biblia dice, "Pesa exacta y justa tendrás" (Deuteronomio 25:15). Si las normas, las medidas y las prácticas contables son honestas, las personas pueden comprar y vender, así como invertir y hacer negocios con gran confianza. Pero si las personas y las empresas ofrecen publicidad engañosa o una falsa contabilidad, hay graves daños económicos. El colapso de la Corporación Enron dentro de un escándalo contable es un caso en cuestión. Mientras tales engaños sean una excepción y no una norma, una economía puede seguir avanzando. Pero cuando existe deshonestidad generalizada y desconfianza, y cuando los consumidores y los inversores no tienen confianza en la información que reciben, el daño económico es inevitable. En algunos países en la actualidad, las principales crisis económicas son realmente una crisis moral: nadie se fía de nadie, los inversionistas se mantienen alejados, y la economía se mantiene en picada.
A lo largo de la historia, los seguidores de Jesucristo han sido sensibles a un llamado superior y a un estándar superior. A veces ese llamado ha sido ignorado y la norma ha sido violada, pero con el tiempo la influencia de Jesucristo ha tenido un efecto profundo y positivo en aquello que hace a las personas más honestas y confiables, más diligentes y responsables, más estables y frugales, más enérgicas y emprendedoras. Los cristianos han sido líderes en la empresa libre y han traído a colación innovaciones como el sistema de contabilidad por partida doble que equilibra saldos de activos y pasivos, y han llevado al uso de las hojas de cálculo.
Nada de esto es para decir que el trabajo principal de Jesús fue dirigir seminarios de negocios o ayudar a las personas a engordar sus cuentas bancarias. Y el hecho de que los principios dados por Dios puedan producir prosperidad no elimina el peligro de amar la prosperidad más que a Dios. Una y otra vez a lo largo de la Biblia, el Señor le dice a su pueblo que cuando ellos prosperaran bajo su bendición, serían tentados a olvidar al Señor y a fijar sus corazones en la abundancia mundana o en pensar "que dedicarse a Dios es una manera de ganar mucho" (1 Timoteo 6:6 PDT). Yo estaría horrorizado si alguien leyendo esto llegara a la conclusión de que Dios es un artilugio para hacer dinero.
No se puede negar que la fe en Cristo a menudo hace que la gente sea más responsable y exitosa, y los principios cristianos han ayudado a muchas sociedades a prosperar económicamente. Pero amar los tesoros en la tierra más que los tesoros en el cielo es un error fatal. Cristo ciertamente es un transformador del mundo, con un enorme impacto en todas las esferas de la vida. Pero todo comienza en el corazón humano, y su finalidad última es la vida eterna en Cristo. Jesús dijo, "Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mateo 6:21). Él dijo que no nos preocupáramos por las cosas materiales, sino que dijo "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33).
Es bueno resaltar la manera en la que Cristo y sus principios han cambiado al mundo económicamente, porque debemos dar gracias al Señor por todos los regalos y dar crédito cuando éste se debe. Pero habiendo examinado algunos beneficios económicos de la influencia cristiana, mantén siempre en el centro el maravilloso don del perdón y la vida eterna en Jesús. Y síguelo a dondequiera que él te dirija, ya sea que te lleve a la pobreza o la prosperidad.