En la Tierra Como en el Cielo: Los Reformadores Protestantes y el Gobierno
Una Tierra Como en el Cielo
Por Tony Lane
¿Cuál es el papel del gobierno? ¿Podemos construir una sociedad Cristiana en este mundo? Los reformadores protestantes Martín Lutero, Ulrico Zwinglio, Martin Bucero, y Juan Calvino todos lidiaron con esas preguntas--y se les ocurrieron distintas respuestas.
En agosto de 2001, el Jefe de Justicia de Alabama, Roy Moore, erigió un
monumento de granito de 2.5 toneladas de los Diez Mandamientos en la rotonda
del edificio de la Suprema Corte del estado--lo cual propició una tormenta de
controversia jurídica que terminó en el retiro forzoso del monumento y en la destitución
de Moore de su cargo. En una entrevista con El Cristianismo de Hoy, Moore
insistió en que "el reconocimiento de Dios es fundamental para nuestra
sociedad, para nuestra legislación y para nuestra moralidad." Pero para
otros, mezclar la religión y la justicia pública fue demasiado lejos.
Las cuestiones planteadas por esta polémica--muy familiares para los americanos que luchan con la separación de la iglesia y el estado-- son algunas de las preguntas que han enfrentado los cristianos en diferentes situaciones históricas. ¿Cuál es el papel apropiado del gobierno en relación a la iglesia? ¿Los cristianos deben tratar de lograr una "sociedad Cristiana"? ¿Hasta qué punto podemos poner nuestra esperanza en los políticos y en los procesos políticos para lograr esto?
Estas cuestiones se plantearon en el siglo XVI, cuando Europa estaba atrapada en una lucha entre la Iglesia Católica Romana y la aparición de los protestantes. Tendemos a pensar en los reformadores protestantes como personas principalmente interesadas en cuestiones teológicas: en la justificación por la fe, en la autoridad suprema de la Escritura, y en el sacerdocio de todos los creyentes. Pero en una cultura donde la vida religiosa y la vida cívica están tan íntimamente vinculadas-- donde el papa libraba batallas y los gobernantes seculares señalaban al clero, y donde la vida ordinaria de los ciudadanos estaba construida alrededor de las creencias y rituales de la iglesia--era imposible escapar de las ramificaciones políticas que rompían lazos con la Iglesia católica tradicional.
Los reformadores desarrollaron sus opiniones dentro de un marco político que era muy diferente al nuestro, pero los principios que ellos publicaron continúan influyendo la participación política Cristiana de la actualidad.
La Iglesia y el Estado
En 1517, Martín Lutero dio inicio a la Reforma Protestante con sus 95 Tesis que se oponían a la venta de indulgencias, a través de las cuales, la Iglesia concedía la reducción del castigo del Cristiano en el purgatorio. Entretanto, Ulrich Zwinglio se encontraba trabajando para la Reforma en Zurich, Suiza. Algunas diferencias significativas entre estos dos reformadores terminaron dividiendo el protestantismo en dos ramas, Luteranos y Reformados. Martin Bucero comenzó como Luterano, se trasladó al campamento Reformado y posteriormente, pasó su vida tratando de unificar ambas partes. Bucero influenció significativamente a Juan Calvino, quien pasó la mayor parte de su ministerio en Ginebra (ahora en Suiza), y se convirtió en el mayor de los teólogos Reformados. Estos cuatro reformadores principales a menudo son llamados "Reformadores magisteriales" porque creían en cooperar con los magistrados (gobernantes) para lograr la reforma.
En el siglo XVI, la iglesia y el estado estaban inextricablemente entrelazados, tanto como lo están los diferentes departamentos del Estado en un gobierno moderno. Los reformadores magisteriales no cuestionaron esto; ellos creían que era apropiado para el gobierno apoyar la verdadera religión y suprimir el error. El cristianismo no era sólo un asunto privado, sino también un asunto público. Si la reforma iba a tener éxito, tendría que reformar todo el tejido de la sociedad, no sólo las creencias de cada uno de los cristianos. A fin de enfrentarse a las más altas autoridades de la iglesia Romana y lograr el cambio generalizado, los reformadores necesitaban el apoyo de los gobernantes seculares.
Algunos otros reformadores eran revolucionarios que creían que la lucha final descrita en el libro del Apocalipsis, tendría lugar y que la gente piadosa tenía que establecer el reino de Dios por la fuerza. En el extremo opuesto, los Anabaptistas (quienes rechazaban el bautismo infantil) creían que los cristianos no debían estar involucrados en el gobierno secular en absoluto, ya que el uso de la espada para mantener el orden y para administrar el castigo era contrario al ejemplo de Cristo. La verdadera iglesia siempre estuvo en conflicto con el mundo.
Los reformadores magisteriales rechazaban ambos extremos. Sin embargo, ellos no siempre estuvieron de acuerdo sobre cómo utilizar la política para lograr sus metas espirituales.
Lutero: Dos Reinos
Lutero enseñó que hay dos "reinos" o "esferas". La esfera espiritual involucra cuestiones de vida eterna y salvación, que son las preocupaciones de la iglesia. La esfera temporal implica los problemas de este mundo, tales como la política y la economía, que son las preocupaciones del Gobierno. El reino espiritual está basado en la revelación cristiana, el ámbito temporal en la ley natural. "Dios ha establecido dos tipos de gobierno entre los hombres", Lutero escribió, "uno es espiritual, no tiene espada, pero tiene la palabra por la cual los hombres ... pueden alcanzar la vida eterna. El otro es el gobierno a través de la espada mundana que pretende mantener la paz entre los hombres, y esto lo premia con bendición temporal." Mientras el pecado exista, tanto el evangelio como el gobierno son necesarios.
Para Lutero, es apropiado que los cristianos ostenten cargos públicos: "Si ven que faltan verdugos, policías, jueces, señores o príncipes y se encuentran calificados, deben ofrecer sus servicios y buscar el trabajo." Pero el estado tiene un papel estrictamente limitado--en cuanto a la restricción del pecado (Rom. 13:4) y en mantener la anarquía en apuros al preservar la ley y el orden (1 Tim. 2:1-2).
Los Cristianos deben ser ciudadanos leales, pero no deben caer en la trampa de pensar que el estado puede ser verdaderamente Cristiano en este mundo caído. Lutero veía el estado como un agente laico--no en el sentido de que éste fuera neutral en materia religiosa, ni en el sentido de que éste no debía castigar a aquellos que socavan la verdadera religión, sino en el sentido de que no debemos recurrir a él para dar lugar al reino de Dios.
Zwinglio: La Biblia y la Espada
Lutero estaba en contra del uso de la fuerza militar para defender, por no decir de propagar, la Reforma. En un viaje a Roma en 1510, le había escandalizado ver al Papa Julio II con armadura guiando a sus tropas a la guerra. Esto no era lo que esperaba de un ministro cristiano. Después vio a su compañero reformador Ulrico Zwinglio haciendo lo mismo.
En 1525, la Reforma de la Iglesia de Zwinglio en Zurich estaba prácticamente terminada. La misa católica había sido abolida y sustituida por un simple servicio de comunión. Su meta de una suiza evangélica unida parecía estar al alcance. Pero cuando formó una alianza de cantones Protestantes (estados Suizos), los cantones católicos se sintieron amenazados y formaron una alianza rival. El resultado fue la guerra en 1529. Tras un período de calma, la lucha estalló de nuevo en 1531, Zwinglio fue asesinado en el campo de batalla.
Lutero interpretó la muerte de Zuinglio como juicio de Dios. La imagen de Zwinglio con una Biblia en una mano y una espada en la otra (como su estatua lo retrata actualmente en Zurich) para Lutero era una contradicción. Los Luteranos en general estaban más subordinados al Estado. Cuando los gobernantes les exigían demandas que estaban en contra de su conciencia (como, por ejemplo, imponerles el Catolicismo Romano), ellos creían en la desobediencia pasiva, no en la rebelión. No eran pacifistas--creían en el derecho del Estado de castigar a los herejes--pero respetaban a las autoridades establecidas como dadas por Dios.
Muchos en la tradición Reformada, por otra parte, aceptaban la legitimidad de la rebelión armada contra los regímenes tiránicos. En los Países Bajos, lucharon para expulsar a los españoles; en Escocia, lucharon para proteger la Reforma; en Inglaterra, lucharon contra un rey y finalmente lo ejecutaron; y en las colonias americanas, donde la influencia puritana (Reformada) era muy fuerte, se rebelaron en contra de Inglaterra.
Bucero: Modelo para una Sociedad Cristiana
Zwinglio, Bucero, y Calvino veían más positivamente el papel del estado que Lutero. Ellos creían que la responsabilidad del gobierno va más allá de simplemente preservar la ley y el orden; también tiene la responsabilidad de dar lugar al gobierno de Dios. Los cristianos están llamados a hacer visible el Evangelio en todos los ámbitos de la sociedad—ya sea en la política, en la economía, en las artes o en los medios de comunicación.
Bucero pasó la mayor parte de su carrera liderando la Reforma en Estrasburgo, pero hacia el final de su vida, él se volvió profesor en la Universidad de Cambridge. Su libro El Reino de Cristo, escrito en 1550 (un año antes de su muerte) y dirigido al rey Eduardo VI, establece un modelo para una Inglaterra Cristiana. Las propuestas de Bucero abarcan no sólo la vida de la iglesia, sino la política y la economía. El sostenía que las leyes de la tierra debían estar basadas en principios Cristianos--a saber, en los dos grandes mandamientos de amar a Dios y amar al prójimo.
Por ejemplo, Bucero proponía que debería estar prohibido mendigar, por lo que los diáconos de la iglesia podrían administrar un remedio eficaz, satisfaciendo las necesidades de aquellos que se encontraban realmente en necesidad-- no de quienes simplemente eran demasiado perezosos para trabajar. Su visión sobre una red amplia de seguridad para los pobres, incluidos los pasos para restaurar el empleo pleno y el objetivo de la educación universal, sonaban sorprendentemente modernos. Al mismo tiempo, él evitó uno de los escollos de los estados solidarios modernos, teniendo cuidado de no recompensar el comportamiento irresponsable.
Lamentablemente, Eduardo VI murió en 1553, y con él toda posibilidad de implementar el modelo de Bucero.
Calvino: Una Ciudad Modelo
A diferencia de Bucero, Juan Calvino vivió para ver como tomó forma su visión de una sociedad cristiana, al menos en parte, en la ciudad de Ginebra. Habiendo sido obligado a huir de Francia a causa de sus creencias protestantes, Calvino respondió a un llamado para reformar la iglesia en Ginebra. En el proceso, él transformó la ciudad.
La meta de Calvino iba más allá del modesto objetivo Luterano de mantener la ley y el orden; él quería construir una sociedad piadosa a través de los esfuerzos combinados de los ministros y de los magistrados. Además de la predicación y de la administración de los sacramentos, los ministros mantuvieron una estrecha vigilancia sobre la salud espiritual del pueblo, estableciendo normas sobre la vestimenta, el baile, el comportamiento en Domingo, etc. El gobierno, por su parte, mantenía buenas escuelas, aplicaba leyes piadosas y castigaba a los infractores. "Estas son dos cosas son muy diferentes", Calvino argumentó, "porque tampoco la Iglesia asume nada que sea propio del magistrado, ni el magistrado es competente para hacer lo que hace la Iglesia." Sin embargo, ambos tenían el mismo objetivo: frenar el pecado, fomentar la bondad, y construir el reino de Dios.
Calvino luchó no para imponer una teocracia sino para liberar la iglesia del control de los magistrados civiles para que ésta pudiera ejercer su ministerio por completo. Esto no siempre fue fácil, y él fue forzado a comprometerse una y otra vez con magistrados obstinados. Además, muchos Genevanos nativos consideraban intolerable la rigurosa disciplina de Calvino; estas personas, Calvino sugirió, "deben construir una ciudad donde puedan vivir como ellos quieren, porque ellos no quieren vivir bajo el yugo de Cristo".
Pero la ciudad también atrajo a muchas personas, incluyendo a refugiados que huían de las persecuciones religiosas, a estudiantes, y a otros ministros atraídos por su admiración hacia Calvino. El reformador Escoses Juan Knox declaró que Ginebra era "la escuela de Cristo más perfecta que jamás haya existido en la tierra desde los días de los apóstoles".
Tensión y Transformación
¿Quién tenía razón? ¿Cómo debe relacionarse la Iglesia con la sociedad? En 1952, el teólogo de Yale H. Richard Niebuhr describió cinco posiciones Cristianas básicas en su obra clásica Cristo y la Cultura. Los reformadores magistrales representan la cuarta y quinta posiciones, "Cristo y la Cultura en la Paradoja" y "Cristo el Transformador de la Cultura".
La postura Luterana es "Cristo y la Cultura en la Paradoja", que acentúa la pecaminosidad de incluso los gobiernos "Cristianos". Como Lutero lo expone, "una cosa es cambiar un gobierno; otra cosa es mejorar un gobierno." Esta posición tiene muchas características positivas: se basa en una perspectiva bíblica sobre la naturaleza humana y el pecado, evita las expectativas poco realistas de los políticos, y evita girar el evangelio hacia un mensaje político próximamente anticuado. Pero por el lado negativo, una de las tragedias de la época Nazi fue que el enfoque Luterano ayudó a persuadir a muchos (aunque no a todos) en la iglesia alemana para aceptar pasivamente la dominación nazi.
La postura Reformada es "Cristo el Transformador de la Cultura", que busca, de manera parcial, traer el reino de Dios aquí y ahora. Por el lado positivo, aquellos que sostienen esta posición han provocado cambios profundos en la sociedad. El Protestantismo Reformado (en lugar del Luterano) proporcionó la cuna para el capitalismo y para la democracia. La revolución Holandesa, la Inglesa y la Americana afectaron profundamente el curso de la historia. La lucha contra la esclavitud del siglo XIX y la lucha moderna contra el aborto son intentos por ofrecer una postura Cristiana en la arena política y mostrar que Cristo es el Señor de toda la vida, no sólo de la parte "religiosa". Sin embargo, un resultado negativo de esta posición ha sido el uso de la fuerza militar y de las armas mundanas en nombre del evangelio. Además, el auge actual de las teologías políticas ha llevado a muchos a confundir el evangelio con las agendas seculares, tal como Lutero temía. En palabras del Luterano Mark Mattes, "La postura más importante que la Iglesia puede aportarle al ámbito político es la verdad de que la esfera política nunca es definitiva".
Hoy en día pocos teólogos aceptarían la idea de que la iglesia debería ceñirse a la religión y el estado a la política, que es a donde puede conducir el enfoque Luterano "Cristo y la Cultura en la Paradoja". Por otro lado, la experiencia demuestra que el enfoque Reformado "Cristo el Transformador de la Cultura" puede conducir a bautizar ideologías seculares o a tratar la política como una guerra santa, dañando la percepción pública de los cristianos como portadores de las Buenas Nuevas. Mientras "Cristo el Transformador de la Cultura" sigue siendo el ideal, éste necesita ser desafiado constantemente por las perspectivas de "Cristo y la Cultura en Paradoja." Tanto el enfoque Luterano como el enfoque Reformado, nos ofrecen lecciones positivas; ambos apuntan hacia escollos que deben evitarse.
Tony Lane es profesor de teología histórica en la Escuela de Teología de Londres
y es autor de Una Historia Concisa del Pensamiento Cristiano.