La Cruz y la Crítica Por el Dr. Alfred J. Poirier

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La Cruz y la Crítica. Este artículo apareció originalmente en la edición de primavera de 1999 de La Revista de la Consejería Bíblica, (Vol. 17, Nº 3) y es reproducido con permiso. También está disponible en forma de booklet. Por el Dr. Alfred

J. Poirier, ex Presidente de la Junta de Directores de Ministerios Pacificadores.

El 28 de enero de 1986, el transbordador espacial Challenger y su tripulación se embarcó en una misión para ampliar los horizontes educativos y promover el avance del conocimiento científico. El objetivo más sobresaliente de la misión del Challenger 51-L fue la entrega de lecciones educativas desde el espacio por la maestra Christa McAuliffe. De hecho, se entregó una lección, pero no una que todos esperaban. Tan solo 75 segundos después del despegue, ocurrió la tragedia. Ante un mundo que miraba, el transbordador estalló repentinamente en lo alto, desintegrando la cabina junto con su tripulación. Los restos de metal, de sangre y de huesos cayeron en picada a la tierra, junto con la gloria de nuestra nación.

¿Qué salió mal? Esa fue la pregunta apremiante que todos se hicieron. Cuando los equipos de investigadores examinaron los restos, pronto se encontró la causa específica. El problema estaba con las juntas tóricas (sellos circulares de goma), que se habían diseñado para ajustarse a las juntas de las secciones del impulsor del motor.

Evidentemente, las juntas tóricas se habían vuelto defectuosas en condiciones adversas, y la falla mecánica resultante condujo hacia la tragedia. ¿Esa fue toda la historia?

La verdad eventualmente salió. El New York Times lo describió francamente: la causa definitiva del desastre del transbordador espacial fue el orgullo. Un grupo de altos directivos no escuchó con atención las advertencias, los consejos y las críticas de aquellos que estaban preocupados por la confiabilidad operacional de ciertas partes del impulsor del motor en condiciones de estrés anormal. Solo piensa: prestar atención a la crítica podría haber salvado siete vidas humanas.

Como pastor, líder de la iglesia, y profesor de los Ministerios Pacificadores, estoy bendecido con la oportunidad de servir a las personas y a las congregaciones en conflicto. Entre las muchas cosas que he aprendido, se encuentra el papel dominante que tienen las críticas de dar y recibir para exacerbar el conflicto. Sin embargo, aún más, he aprendido que el remedio maravillosamente provisto por Dios requiere que regresemos hacia la cruz de Cristo. Para nuestros propósitos actuales, quiero que analicemos el problema de recibir la crítica.


La Dinámica de la Defensa Contra las Críticas

Antes que nada, permíteme definir lo que quiero decir con crítica. Estoy usando la crítica en un sentido amplio como refiriéndome a cualquier juicio hecho sobre ti por otro, quien declara que no cumples con un estándar en particular. El estándar puede ser de Dios o del hombre. El juicio puede ser verdadero o falso. Puede ser emitido amablemente con miras a tu corrección, o de manera severa y condenatoria. Puede ser emitido por un amigo o por un enemigo. Pero cualquiera que sea el caso, es un juicio o crítica sobre ti de que no has alcanzado un estándar.

Como sea que ésta venga, la mayoría de nosotros estaría de acuerdo en que la crítica es difícil de recibir. ¿Quién de nosotros no conoce a alguien con quien debemos tener especial cuidado en nuestras observaciones para que no explote en respuesta a nuestras correcciones sugeridas? Lamentablemente, mientras viajo por el país, a menudo se cuenta que muchas personas nunca se atreverían a confrontar o a criticar a su pastor o líder por temor a represalias. Muchos simplemente buscan otra organización en la cual trabajar u otra iglesia a la cual asistir.

De hecho, ¿no conoces de líderes que seleccionan a aquellos que están más cerca de ellos y quienes son más dóciles con ellos? ¿Cuántas veces te han advertido que "te andes con mucho cuidado" alrededor de esa persona?

Por muy triste que sea este comentario, esas personas no son muy diferentes a mí. A mí tampoco me gustan las críticas. Cualquier crítica es difícil de recibir. Prefiero ser aplaudido que corregido, elogiado que reprendido. ¡Prefiero juzgar antes que ser juzgado! Y no creo encontrarme solo en esto. Mientras más escucho, más oigo la dinámica de defensa contra la crítica.

En la consejería, veo de forma humorística el hecho de que una pareja se desvíe del tema en cuestión para debatir quién dijo qué, cuándo y dónde. O en cómo es que las personas debaten sobre si fue un martes o un miércoles cuando hicieron algo.

¿Por qué gastamos tanto tiempo y energía aplastando estas moscas con mazos? ¿Por qué nuestros corazones y nuestras mentes se comprometen tan instantáneamente y nuestras emociones crecen con gran vigor en nuestra defensa? La respuesta es simple. Estos problemas no son menores o insignificantes. Defendemos lo que consideramos de gran valor. Creemos que es nuestra vida lo que estamos salvando. Creemos que se perderá algo mucho más grande si no usamos todos los medios para rescatarlo. Nuestro nombre, nuestra reputación, nuestro honor, nuestra gloria.

"Si yo no señalo que He sido malentendido, citado incorrectamente o acusado falsamente, entonces otros no sabrán que estoy en lo correcto. Y si yo no señalo mi acierto, nadie lo hará. Seré despreciado y condenado ante los ojos de los demás".

¿Ves el ídolo de uno mismo aquí? ¿El deseo de auto justificación? Pero los ídolos tienen piernas. Debido a esto el deseo idólatra de auto justificación, la tragedia del Transbordador Espacial se pone en práctica una y otra vez en nuestras relaciones. Destruye nuestra capacidad de escuchar y de aprender, y nos provoca pelear.

Por lo tanto, por el bien de nuestro orgullo y tontería, voluntariamente sufrimos la pérdida de amigos, del cónyuge o de seres queridos. Parte de esa destrucción viene en la forma de una tregua delgada. Toleramos una guerra fría. Hacemos una paz falsa. Nos prometemos el uno al otro discutir solo aquellas cosas que tienen poca importancia para mejorar nuestras almas. Exponemos las minas terrestres y amenazamos al otro que explotaremos con ira si plantea el tema prohibido de mi equivocación, de mi error o de mi pecado.

Así es como las iglesias se dividen y las facciones se desarrollan. Nos rodeamos de hombres del "sí"--personas nunca dispuestas a desafiarnos, aconsejarnos o criticarnos. Sin embargo, mientras seguimos defendiéndonos de las críticas, encontramos que las Escrituras enseñan algo diferente.

Crítica Encomendada

La capacidad de escuchar y de prestar atención a la corrección o a la crítica es encomendada en las Escrituras, particularmente en Proverbios. Ser enseñable, capaz y estar dispuesto a recibir corrección, es un sello del sabio. Y el padre o la madre sabios alentarán y modelarán tal actitud para sus hijas e hijos.

El camino del necio es derecho en su opinión; mas el que obedece al consejo es sabio (Prv.12:15). Ciertamente la soberbia concebirá contienda; mas con los avisados está la sabiduría (Prv. 13:10).

La reprensión aprovecha al entendido, Más que cien azotes al necio (Proverbios 17:10).

La capacidad de tomar consejo, de corregir y de reprender no solo es considerada un sello del sabio, y la incapacidad un sello del tonto, pero tanto el sabio como el tonto obtienen frutos de acuerdo con su capacidad para tomar las críticas:

El que menosprecia el precepto perecerá por ello; mas el que teme el mandamiento será recompensado (Prv. 13:13)

Da al sabio, y será más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber (Prv. 9:9).

El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección tiene entendimiento (Prov. 15:32).

Hay ganancia en recibir críticas. No es de extrañar que David exclame en el Salmo 141:5: Que el justo me castigue, será un favor, Y que me reprenda será un excelente bálsamo que no me herirá la cabeza. David conoce el beneficio de obtener sabiduría, conocimiento y entendimiento. Él sabe que la reprensión es una bondad, una bendición, un honor.

Pregúntate: ¿Así es como ves una reprensión? ¿Así es como percibes la crítica, la corrección o el consejo? ¿Quieres verlo de esa manera?


 

¿Cómo podemos pasar de siempre defendernos con rapidez de cualquier crítica y volvernos, en cambio, como David, que vio esto como una ganancia? La respuesta es a través de comprender, creer y afirmar todo lo que Dios dice acerca de nosotros en la cruz de Cristo.

Pablo resumió esto cuando dijo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado". Un creyente es aquel que se identifica con todo lo que Dios afirma y condena en la crucifixión de Cristo. Dios afirma en la crucifixión de Cristo toda la verdad acerca de sí mismo: su santidad, su bondad, su justicia, su misericordia y su verdad reveladas y demostradas en su Hijo, Jesús. Igualmente, en la cruz, Dios condena la mentira: el pecado, el engaño y el corazón idólatra. Él condena mi pecaminosidad, así como mis pecados específicos. Veamos cómo se aplica esto a dar y a recibir críticas.

En Primer Lugar, en la Cruz de Cristo Estoy de Acuerdo con el Juicio de Dios Sobre Mí

Me veo a mi mismo como Dios me ve—un pecador. No hay escapatoria de la verdad: "No hay justo, ni aun uno" (Romanos 3:9-18). En respuesta a mi pecado, la cruz me ha criticado y me ha juzgado más intensamente, profundamente, penetrantemente y verdaderamente de lo que cualquier otra persona podría hacerlo. Este conocimiento nos permite decirles a todas nuestras otras críticas: "Esto es solo una fracción de ello".

Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas (Gálatas 3:10).

Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos (Santiago 2:10).

Por fe, afirmo el juicio de Dios sobre mí mismo, acerca de que soy un pecador. También creo que la respuesta a mi pecado yace en la cruz.

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo (Gálatas 2:20).

Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado (Romanos 6:6).

Si la cruz dice algo, habla de mi pecado. La persona que dice "Con Cristo estoy juntamente crucificado" es una persona muy consciente de su pecado. Nunca llevarás una vida recta a través de tus propios esfuerzos sin ayuda, porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición. "Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas" (Gálatas 3:10). Por lo tanto, la cruz no solo nos critica o nos juzga; nos condena por no hacer todas las cosas escritas en la ley de Dios ¿Crees eso? ¿Sientes la fuerza de esa crítica? ¿Aprecias la minuciosidad del juicio de Dios?


 

La persona crucificada también sabe que no puede defenderse del juicio de Dios tratando de compensar su pecado con sus buenas obras. Piensa en este hecho: cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos (Santiago 2:10).

Afirmar ser cristiano es estar de acuerdo con todo lo que Dios dice acerca de nuestro pecado. Como una persona "crucificada con Cristo", admitimos, acordamos y aprobamos el juicio de Dios contra nosotros: No hay justo, ni aun uno (Ro. 3:10).

En Segundo Lugar, En la Cruz de Cristo Estoy de Acuerdo con la Justificación de Dios sobre Mi

No solo debo estar de acuerdo con el juicio de Dios sobre mí como pecador en la cruz de Cristo, sino que también debo estar de acuerdo con la justificación que Dios hace sobre mí como pecador. A través del amor sacrificial de Jesús, Dios justifica a las personas impías (Romanos 3:21-26).

Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2:20). Mi objetivo es gloriarme en la justicia de Cristo, no en la mía.

Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él [de Dios] (Romanos 3:20).

Esta justicia de Dios viene por medio de la fe en Jesucristo para todos los que creen (Romanos 3:22).

El orgullo engendra peleas, dice Salomón. Las peleas a menudo terminan con quién tiene la razón. Las peleas estallan en nuestra demanda idólatra de auto justificación. Pero no si estoy apelando a la cruz. Porque la cruz no solo declara el justo veredicto de Dios contra mí como pecador, sino también su declaración de justicia por gracia a través de la fe en Cristo.

La cruz de Cristo me recuerda que el Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí. Y debido a esto, Dios me ha aceptado total y completamente en Cristo. Así es como funciona la gracia: Cristo nos redimió de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, porque está escrito: "Maldito todo el que es colgado en un madero". Él nos redimió para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu (Gálatas 3:13f).

¡Qué base segura para el alma! Ahora bien, no practico la auto justificación sino el alarde—el alarde sobre la justicia de Cristo para mí.

Si realmente te lo tomas en serio, todo el mundo puede oponerse, denunciarte o criticarte, y podrás responder: "Si Dios me ha justificado, ¿quién puede condenarme?" "Si Dios me justifica, me acepta, y nunca me abandonará, entonces ¿por qué debería sentirme inseguro y temer la crítica?" "Cristo tomó mis pecados, y yo recibí su Espíritu. Cristo toma mi condenación, y yo recibo su justicia".

Implicaciones para Tratar con


La Crítica

Dando las críticas A LA MANERA DE DIOS

Veo a mi hermano/hermana como aquel por quien Cristo murió (1 Cor. 8:11).

Permanezca el amor fraternal (Hebreos 13:1). Vengo como un igual, que también es un pecador. ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera. No hay justo ... por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:9,23). Preparo mi corazón para no hablar con motivos equivocados. Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus (Proverbios 16:2). El corazón del justo piensa para responder; mas la boca de los impíos derrama malas cosas (Proverbios 15:28). El corazón del sabio hace prudente su boca, y añade gracia a sus labios (Proverbios 16:23). Examino mi propia vida y confieso mi pecado primero.

¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano (Mat. 7:3-5).

Siempre soy paciente, en ello por un compromiso a largo plazo (Ef. 4:2).

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece. (1 Cor. 13:4).

Mi objetivo no es condenar por medio de puntos de debate, sino edificar a través de críticas constructivas.

Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes (Ef. 4:29).

Corrijo y reprendo gentilmente a mi hermano, con la esperanza de que Dios le conceda la gracia del arrepentimiento, así como yo mismo me he arrepentido solo por medio de su gracia.

Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad... (2 Tim. 2:24-25).

A la luz del juicio de Dios y de la justificación del pecador en la cruz de Cristo, podemos comenzar a descubrir cómo lidiar con todas y cada una de las críticas. Al estar de acuerdo con la crítica que Dios hizo acerca de mí en la cruz de Cristo, puedo enfrentar cualquier crítica que el hombre pueda poner en mi contra. En otras palabras, nadie puede criticarme más que la cruz. Y la crítica más devastadora resulta ser la mejor misericordia. Si así te reconoces a ti mismo como crucificado con Cristo, entonces puedes responder ante cualquier crítica, incluso ante la crítica equivocada u hostil, sin amargura, actitud defensiva o reproche. Tales respuestas típicamente exacerban e intensifican el conflicto y conducen a la ruptura de las relaciones. Puedes aprender a escuchar las críticas como constructivas y no condenatorias porque Dios te ha justificado.

¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? (Romanos 8:33-34a).

Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo que no me herirá la cabeza (Salmos 141:5).

Si me reconozco como crucificado con Cristo, ahora puedo recibir la crítica de parte de otro con esta actitud: "No has descubierto una fracción de mi culpa. Cristo ha dicho más acerca de mi pecado, de mis fallas, de mi rebeldía y de mi necedad de lo que ningún hombre puede hacerlo. Agradezco tus correcciones. Son una bendición y una bondad para mí, porque incluso cuando están equivocados o fuera de lugar, me recuerdan mis verdaderas faltas y pecados por los cuales mi Señor y Salvador pagó caro cuando fue a la cruz por mí. Quiero escuchar dónde son válidas tus críticas".

La corrección y el consejo que escuchamos son enviados por nuestro Padre celestial. Son sus correcciones, reproches, advertencias y regaños. Sus recordatorios están destinados a humillarme, a eliminar la raíz del orgullo y a reemplazarlo por un corazón y un estilo de vida de sabiduría, de comprensión, de bondad y de verdad crecientes. Por ejemplo, si puedes recibir la crítica--por justa o injusta que ésta sea--aprenderás a darle una intención amable y resultados constructivos.

Observa la barra lateral, "Darle a la Crítica el Camino de Dios".

No le temo a la crítica del hombre porque ya estoy de acuerdo con la crítica de Dios. Y no busco en última instancia la aprobación del hombre porque obtuve por gracia la aprobación de Dios. De hecho, su amor por mí me ayuda a escuchar la corrección y la crítica como una bondad, un aceite en mi cabeza, de mi Padre que me ama y me dice: "Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo" (Heb. 12:5-6).

Aplicando Lo Que Hemos Aprendido

1. Critícate a ti mismo. ¿Cómo reacciono típicamente a la corrección? ¿Frunzo el ceño cuando soy criticado o corregido? ¿Cuál es mi primera respuesta cuando alguien dice que estoy equivocado? ¿Tiendo a atacar a la persona? ¿A rechazar el contenido de la crítica? ¿A reaccionar a la manera? ¿Qué tan bien tomo los consejos? ¿Qué tan bien los busco? ¿Las personas pueden acercarse a mí para corregirme? ¿Soy Intachable?

¿Albergo ira contra la persona que me critica? ¿Intento defenderme inmediatamente, arrastrando mis actos de rectitud y mis opiniones personales para defenderme y mostrar mi rectitud? ¿Pueden corregirme mi cónyuge, padres, hijos, hermanos, hermanas o amigos?

2. Pídale al Señor que te dé un deseo de ser sabio en lugar de tonto. Usa Proverbios para encomendarte a la bondad de estar dispuesto y ser capaz de recibir críticas, consejos, reproches, recomendaciones o corrección. Medita en los pasajes expuestos arriba: Proverbios 9:9; 12:15; 13:10,13; 15:32; 17:10; Salmos 141:5.

3. Enfócate en tu crucifixión con Cristo. Aunque puedo decir que tengo fe en Cristo, e incluso digo junto con Pablo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado", sin embargo, todavía me encuentro viviendo a la luz de la cruz. Por lo tanto, me desafío a mí mismo con dos preguntas. Primero, si continuamente me retuerzo bajo la crítica de otros, ¿cómo puedo decir que conozco y estoy de acuerdo con la crítica de la cruz? Segundo, si normalmente me justifico, ¿cómo puedo decir que conozco, amo y me aferro a la justificación de Dios sobre mí a través de la cruz de Cristo? Esto me lleva a contemplar el juicio de Dios y la justificación del pecador en Cristo en la cruz. Mientras medito sobre lo que Dios ha hecho en Cristo por mí, encuentro la determinación de estar de acuerdo y de afirmar todo lo que Dios dice acerca de mí en Cristo. con quien he sido crucificado.

 

4. Aprende a decirles palabras nutritivas a otros. Quiero recibir críticas como un pecador que vive en la misericordia de Jesús, entonces ¿cómo puedo ofrecer una crítica de manera que comunique misericordia a otro? La crítica precisa y equilibrada, dada misericordiosamente, es la más fácil de escuchar, e incluso mi orgullo se rebela en contra de eso. La crítica injusta o las críticas duras (sean justas o injustas) son innecesariamente difíciles de escuchar. ¿Cómo puedo ofrecer una crítica precisa y justa, bien atemperada con misericordia y afirmación?

Mi oración es que en tu lucha contra el pecado de la auto justificación profundices tu amor por la gloria de Dios como es revelada en el evangelio de su Hijo, y que seas más sabio por medio de la fe. 

 

 

El Dr. Alfred J. Poirier pastorea Rocky Mountain Community Church, PCA, así como también sirve como adjunto

Instructor para Ministerios Pacificadores sobre cuestiones relativas a la consejería y a la mediación de conflictos. Completó su D. Min. en consejería en el Seminario Teológico Westminster, en Glenside, PA en 2005.

 

Modifié le: mardi 24 avril 2018, 13:41