Lectura: ¿Por Qué la Predicación Expositiva Particularmente se Trata de Glorificar a Dios?
¿Por Qué la Predicación Expositiva Particularmente
de Trata de Glorificar a Dios
Por John Piper
Hay cuatro partes
en este mensaje. Primero, reflexionaré sobre el tipo de predicación que anhelo
ver cuando Dios se levante en nuestros días--el tipo que está formado por el
peso de la gloria de Dios. Segundo, trataré de representar la gloria de
Dios que afecta la predicación de esta manera. Tercero, ofreceré mi
comprensión bíblica de cómo las personas despiertan a esta gloria y son
cambiadas por ella. Finalmente, explicaré cómo todo esto requiere un tipo
de predicación a la que llamo exultación expositiva.
Reflexiones sobre
el Tipo de Predicación Producida por el Peso de la Gloria de Dios
George Whitefield creía en la predicación y dio su vida a ello. A través de esta predicación, Dios hizo una gran obra de salvación en ambos lados del Atlántico. Su biógrafo, Arnold Dallimore, hizo una crónica del asombroso efecto que la predicación de Whitefield tuvo en Gran Bretaña y en Estados Unidos en el siglo XVIII. Vino como lluvia sobre tierra seca e hizo que en el desierto brotaran flores de justicia. Dallimore levantó la vista de la tierra baldía transformada de la época de Whitefield y expresó su deseo de que Dios hiciera esto de nuevo. Él clama por una nueva generación de predicadores como Whitefield. Sus palabras me ayudan a expresar lo que anhelo en las próximas generaciones de predicadores de los Estados Unidos y de todo el mundo. Él dijo,
Sí ... que volveremos a ver a la gran Cabeza de la Iglesia una vez más. . . levantar a sí mismo a algunos jóvenes que Él pueda usar en este glorioso empleo. ¿Y qué clase de hombres serán? Hombres poderosos en las Escrituras, con sus vidas dominadas por un sentir de la grandeza, de la majestad y de la santidad de Dios, y cuyas mentes y corazones brillen con las grandes verdades de las doctrinas de la gracia. Serán hombres que hayan aprendido lo que es morir para uno mismo, para objetivos humanos y ambiciones personales; hombres que estén dispuestos a ser 'locos por causa de Cristo', que soportarán el reproche y la falsedad, que trabajarán y sufrirán, y cuyo deseo supremo será, no ganar los elogios de la tierra, sino ganar la aprobación del Maestro cuando aparezcan ante Su trono de juicio impresionante. Serán hombres que predicarán con corazones quebrantados y con ojos llenos de lágrimas, y en cuyos ministerios Dios otorgará una extraordinaria efusión del Espíritu Santo, y que serán testigos de "señales y prodigios que seguirán" en la transformación de multitudes de vidas humanas.1
Poderosos en las Escrituras, radiantes con las grandes verdades de las doctrinas de la gracia, muertos para sí mismos, dispuestos a trabajar y a sufrir, indiferentes ante los elogios del hombre, quebrantados por el pecado, y dominados por un sentir de la grandeza, la majestad y la santidad de Dios. Dallimore, al igual que Whitefield, creía que la predicación es el anuncio de la palabra de Dios desde ese tipo de corazón. Predicar no es conversación. Predicar no es discusión. Predicar no es una plática casual de cosas religiosas. Predicar no es simplemente enseñar. Predicar es anunciar un mensaje impregnado por el sentir de la grandeza, la majestad y la santidad de Dios. El tema puede ser cualquier cosa debajo del sol, pero siempre es llevado a la luz ardiente de la grandeza y de la majestad de Dios en su palabra. Así era como predicaba Whitefield.
En el siglo pasado, nadie representó ese punto de vista mejor que Martyn Lloyd-Jones, quien sirvió en la Capilla de Westminster en Londres durante 30 años. Cuando J. I. Packer era un estudiante de veintidós años, escuchó predicar a Lloyd-Jones cada domingo por la noche en Londres durante el año escolar de 1948-1949. Él dijo que "nunca había escuchado tal predicación". (Es por eso que muchas personas dicen tantas cosas que minimizan y son insensatas acerca de la predicación, nunca han escuchado la verdadera predicación. No tienen ninguna base para juzgar la utilidad de la verdadera predicación). Packer dijo que le llegó "con la fuerza de una descarga eléctrica, trayendo. . . más de un sentir de Dios que cualquier otro hombre” que él hubiera conocido.2 Eso es lo que Whitefield quería decir. Oh, que Dios levante a los jóvenes predicadores que dejan a sus oyentes con un sentir espiritual de asombro ante el sentir de Dios, un cierto sentir del peso infinito de la realidad de Dios.
Ese es mi anhelo para nuestra época--y para ti. Que Dios levante a miles de predicadores con corazones quebrantados y saturados de la Biblia, dominados por el sentir de la grandeza, de la majestad y de la santidad de Dios, revelados en el evangelio de Cristo crucificado y resucitado y reinando con absoluta autoridad sobre cada nación, cada ejército, cada religión falsa, cada terrorista, cada tsunami, cada célula cancerosa y cada galaxia en el universo.
Dios no ordenó la cruz de Cristo ni creó el lago de fuego3 para comunicar la insignificancia de menospreciar su gloria. La muerte del Hijo de Dios y la condenación de los seres humanos que no se arrepienten son los clamores más fuertes bajo el cielo de que Dios es infinitamente santo, el pecado es infinitamente ofensivo, la ira es infinitamente justa, la gracia es infinitamente preciosa, y nuestra breve vida ... y la vida de cada persona en tu iglesia y en tu comunidad, conduce a la alegría eterna o al sufrimiento eterno. Si nuestra predicación no lleva el peso de estas cosas a nuestro pueblo, ¿qué lo hará? ¿los cuentos de vegetarianos? ¿la radio? ¿la televisión? ¿los grupos de discusión? ¿las conversaciones emergentes?
Dios planeó que su Hijo fuera crucificado (Apocalipsis 13:8; 2 Timoteo 1:9) y que el infierno fuera terrible (Mateo 25:41) para que tengamos los testigos más claros posibles de lo que está en juego cuando predicamos. Lo que le da a la predicación su seriedad es que el manto del predicador está empapado con la sangre de Jesús y quemado con el fuego del infierno. Ese es el manto que convierte a los simples oradores en predicadores. Sin embargo, trágicamente, algunas de las voces evangélicas más prominentes de hoy en día disminuyen el horror de la cruz y el horror del infierno--el uno despojado de su poder para soportar nuestro castigo y el otro desmitificado en la auto deshumanización y en las miserias sociales de este mundo.4
Oh, que las generaciones emergentes vean que el mundo no está invadido por una sensación de seriedad con respecto a Dios. No hay excedente en la iglesia acerca del sentir de la gloria de Dios. No hay exceso de seriedad en la iglesia sobre el cielo, el infierno, el pecado y la salvación. Y por lo tanto, la alegría de muchos cristianos es muy flaca. Por millones, las personas se están divirtiendo hasta la muerte con DVDs, pantallas de televisión de 107 pulgadas, juegos en sus teléfonos celulares, y la adoración a las payasadas, mientras que los portavoces de una religión mundial masiva escriben cartas a Occidente en importantes publicaciones que dicen: "Lo primero a lo que te llamamos es al Islam ... Es la religión de imponer el bien y prohibir el mal con la mano, con la lengua y con el corazón. Es la religión del jihad en el camino de Alá para que la Palabra de Alá y la religión reinen Supremamente."5 Y luego estos portavoces bendicen públicamente a los terroristas suicidas que hacen estallar a los niños frente a las tiendas de Falafel y lo llaman el camino al paraíso. Este es el mundo en el que predicamos.
Y, sin embargo, de manera incomprensible, en esta época de disminución de Cristo y de destrucción del alma, los libros, los seminarios, las escuelas de divinidad y los especialistas en crecimiento de iglesias se empeñan en decirles a los pastores jóvenes: "Relájense". "Diviértanse". "Hagan algo entretenido". A esto pregunto: ¿Dónde está el espíritu de Jesús? "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará" (Mateo 16:24-25). "Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno" (Mateo 5:29). "Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo" (Lucas 14:33). "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo" (Lucas 14:26). "Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos" (Mateo 8:22). "El que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos" (Marcos 10:44). "Temedle más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28). "Matarán a algunos de vosotros... Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas" (Lucas 21:16-19).
El consejo de crecimiento de la iglesia para Jesús sería: "Relájate, Jesús. Haz algo entretenido". Y para el joven pastor: "Hagas lo que hagas, joven pastor, no seas como el Jesús de los Evangelios. Relájate”. Desde mi perspectiva, que se siente muy cerca de la eternidad en estos días, ese mensaje a los pastores suena cada vez más demente.
Una Representación de la Gloria de Dios
Lo que crees sobre la necesidad de predicar y la naturaleza de la predicación se rige por tu sentir sobre la grandeza y la gloria de Dios y por la forma en que crees que las personas despiertan a esa gloria y viven por esa gloria. Entonces, esta próxima sección presenta una descripción de la gloria de Dios, y la tercera tratará de cómo las personas se despiertan a esa gloria y son cambiadas por ella.
De principio a fin, nada en la Biblia es más fundamental en la mente y en el corazón de Dios que la gloria de Dios: la belleza de Dios, el resplandor de sus múltiples perfecciones. En cada punto de la acción revelada de Dios, dondequiera que él aclare el objetivo final de esa acción, el objetivo es siempre el mismo: mantener y mostrar su gloria.
• Él nos predestinó para su gloria (Efesios 1:6).
• Él nos creó para su gloria (Isaías 43:7).
• Él eligió a Israel para su gloria (Jeremías 13:11).
• Salvó a su pueblo de Egipto para su gloria (Salmos 106:8).
• Él los rescató del exilio para su gloria (Isaías 48:9-11).
• Envió a Cristo al mundo para que los gentiles alabaran a Dios por su gloria (Romanos 15:9).
• Él ordena a su pueblo, ya sea que coman o beban, que hagan todas las cosas para su gloria (1 Corintios 10:31).
• Enviará a Jesús por segunda vez para que todos los redimidos se maravillen de su gloria (2 Tesalonicenses 1:9-10).
Por lo tanto, la misión de la iglesia es: "Proclamad entre las naciones su gloria, en todos los pueblos sus maravillas" (Salmos 96:3).
Estos y cien lugares más nos llevan de vuelta a la máxima fidelidad de Dios. Nada afecta a la predicación más profundamente que quedar casi sin palabras--casi--por la pasión de Dios por la gloria de Dios. Lo que queda claro a partir de toda la revelación bíblica es que la máxima fidelidad de Dios es conocerse a sí mismo a la perfección, amarse infinitamente, y compartir esta experiencia, en la medida de lo posible, con su pueblo. Sobre cada acto de Dios ondea la pancarta: "Por mí, por amor de mí mismo lo haré, para que no sea amancillado mi nombre, y mi honra no la daré a otro" (Isaías 48:11; cf. 42:8).
Desde toda la eternidad, el Dios que siempre existe, que nunca se convierte, que siempre es perfecto, se ha conocido a sí mismo y ha amado lo que ha conocido. Él ha visto eternamente su belleza y ha saboreado lo que ve. Su comprensión de su propia realidad es impecable y su exuberancia para disfrutarla es infinita. No tiene necesidades, porque no tiene imperfecciones. No tiene inclinaciones al mal porque no tiene deficiencias que puedan tentarlo a hacer el mal. Él es, por lo tanto, el ser más santo y feliz que es o que puede ser concebido. No podemos concebir una felicidad mayor que la felicidad del poder infinito que se deleita infinitamente en la belleza infinita de la comunión personal de la Trinidad.
Compartir esta experiencia--la experiencia de conocer y disfrutar su gloria--es la razón por la que Dios creó el mundo. Él nos llevaría a conocerlo y a disfrutarlo de la manera en que se conoce a sí mismo y de la forma en que disfruta de sí mismo. De hecho, su propósito es que el conocimiento que tiene de sí mismo y la alegría que tiene en sí mismo sea nuestro conocimiento y nuestro disfrute, de modo que lo conozcamos con su propio conocimiento y lo disfrutemos con su propia alegría. Este es el significado último de la oración de Jesús en Juan 17:26 donde le pide a su Padre "que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos". El conocimiento y la alegría del Padre en "el resplandor de su gloria", cuyo nombre es Jesucristo (Hebreos 1:3) - Estará en nosotros porque Jesús está en nosotros.
Y si preguntas, ¿cómo se relaciona Dios con el objetivo de compartir esta experiencia (conocerse a sí mismo y disfrutarse a sí mismo) con el amor de Dios, la respuesta es: Su objetivo de compartir esa experiencia es el amor de Dios. El amor de Dios es su compromiso de compartir con nosotros el conocimiento y el disfrute de su gloria. Cuando Juan dice que Dios es amor (1 Juan 4:8, 16), se refiere a que la naturaleza de Dios es compartir el disfrute de su gloria, incluso si le cuesta la vida de su Hijo.
Esto significa que el objetivo de Dios de mostrar su gloria y nuestro disrute en esa gloria están en perfecta armonía. No honras plenamente lo que no disfrutas. Dios no es glorificado completamente meramente siendo conocido; Él es glorificado por ser conocido y disfrutado tan profundamente que nuestras vidas se convierten en una muestra de su valía.
Jesús dijo dos cosas para enfatizar su papel en darnos el conocimiento y la alegría de Dios. Él dijo: "Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar" (Mateo 11:27). Y él dijo: "Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (Juan 15:11). En otras palabras, conocemos al Padre con el conocimiento del Hijo, y disfrutamos al Padre con la alegría del Hijo. Jesús nos ha hecho partícipes de su propio conocimiento de Dios y de su propio disfrute de Dios.
La forma en que esto se hace visible en el mundo no es principalmente mediante actos apasionados de adoración colectiva el domingo por la mañana--por muy preciosos que sean esos momentos--sino por los cambios que esto produce en nuestras vidas. Jesús dijo: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5:16). La luz que brilla a través de nuestras obras y hace que las personas vean a Dios, no a nosotros, es el valor de Su gloria que todo lo satisface.
Funciona algo así: cuando la gloria de Dios es el tesoro de nuestras vidas, no acumularemos tesoros en la tierra, sino que los usaremos para extender su gloria. No codiciaremos, sino desbordaremos con generosidad. No anhelaremos la alabanza de los hombres, sino que nos olvidemos de nosotros mismos al alabar a Dios. No seremos dominados por los placeres pecaminosos y sensuales, sino que cortaremos su raíz por el poder de una promesa superior. No amamantaremos a un ego herido, ni guardaremos rencor ni nutriremos a un espíritu vengativo, sino que entregaremos nuestra causa a Dios y bendeciremos a los que nos odian. Cada pecado fluye del fracaso por atesorar la gloria de Dios sobre todas las cosas. Por lo tanto, una manera crucial y visible de mostrar la verdad y el valor de la gloria de Dios es a través de vidas de servicio humildes y sacrificiales que fluyen solo de la fuente de toda la gloria de Dios.
Cómo las Personas Despiertan a Esta Gloria y son Cambiadas por Ella
Pasamos ahora a la cuestión de cómo las personas son despertadas a la gloria de Dios y son cambiadas por ella. Una parte esencial de la respuesta la da el apóstol Pablo en 2 Corintios 3:18-4:6 . Él dice: "Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor". Al contemplar la gloria de Señor, somos transformados de un grado de gloria a otro. Esta es la forma en que Dios transforma a las personas a la imagen de su Hijo para que reflejen la gloria del Señor. Para ser transformados de la manera que glorifica a Dios, fijemos nuestra mirada en la gloria del Señor.6
¿Cómo sucede esto? (Y aquí nos estamos moviendo muy cerca de las implicaciones para la predicación). Pablo explica en 2 Corintios 4:3-4 cómo contemplamos la gloria del Señor.
Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca [aquí está el cumplimiento de 2 Corintios 3:18] la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
Contemplamos la gloria del Señor de manera más clara y crucial en el evangelio. Tanto es así que Pablo lo llama "el evangelio de la gloria de Cristo". Lo que significa--y esto tiene enormes implicaciones para la predicación--que en esta dispensación, cuando no podemos ver la gloria del Señor directamente como lo haremos cuando él vuelva en las nubes, la vemos más claramente por medio de su palabra. El evangelio es un mensaje en palabras. Paradójicamente, las palabras son oídas y la gloria es vista. Por lo tanto, Pablo está diciendo que vemos la gloria de Cristo no principalmente con nuestros ojos sino a través de nuestros oídos. "La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Romanos 10:17), porque ver la gloria de Cristo viene a través de oír y oír a través del evangelio de Cristo.
Considera cómo se expresó esto en la vida del profeta Samuel. En los días de Samuel no había una visión frecuente del Señor (1 Samuel 3:1), como hoy, donde hay una hambruna de ver y deleitarse la gloria de Dios. Pero entonces Dios levantó a un nuevo profeta. ¿Y cómo se le apareció Dios? De la misma forma en que se te aparecerá a ti y a tu pueblo. Primera de Samuel 3:21, "Y Jehová volvió a aparecer en Silo; porque Jehová se manifestó a Samuel en Silo por la palabra de Jehová". Él se reveló a sí mismo por la palabra. Así es como nuestro pueblo contemplará la gloria del Señor y se convertirá en la clase de pueblo que da a conocer su gloria. Y Pablo nos dice ahora que la palabra que revela la gloria de Dios de manera más clara y central es el evangelio (2 Corintios 4:4).
El llamado implícito para la Exultación Expositiva
Esto me lleva finalmente a un punto concluyente sobre la predicación como Exultación Expositiva. Si el propósito de Dios es mostrar su gloria en el mundo, y si la mostramos porque hemos sido cambiados al conocerla y disfrutarla, y si la conocemos y la disfrutamos contemplando la gloria del Señor, y si miramos esa gloria más clara y centralmente en el evangelio de la gloria de Cristo, y si el evangelio es un mensaje entregado en palabras al mundo, entonces lo que sigue es que Dios tiene la intención de que los predicadores desarrollen estas palabras y se regocijen por ellas, lo cual es lo que yo llamo Exultación Expositiva.
Cada palabra importa. Esto es expositivo porque hay mucho sobre el evangelio que clama por ser expuesto (abierto, desplegado, aclarado, clarificado, explicado, exhibido). Vemos esto cuando nos enfocamos en cinco dimensiones esenciales del mensaje del evangelio.
·El evangelio es un mensaje sobre eventos históricos: la vida,
la muerte y la resurrección de Cristo--llamándonos a revelarlos con
exposiciones de textos minuciosas.
·El evangelio es un mensaje sobre lo que esos eventos lograron antes
de que experimentáramos algo o incluso existiéramos: la culminación de la
obediencia perfecta, el pago por nuestros pecados, la eliminación de la ira de
Dios, la instauración de Jesús como el Mesías y el rey
del universo crucificado y resucitado, el desarme de los gobernantes
y autoridades, la destrucción de la muerte--todo esto nos llama a revelarlos
con exposiciones de textos minuciosas.
·El evangelio es un mensaje sobre la transferencia de
estos logros de Cristo a personas particulares a través de nuestra unión con
Cristo solo por la fe, sin las obras, que nos convoca a revelar a nuestro
pueblo la naturaleza y la dinámica de la fe mediante la exposición de docenas
de textos.
·El evangelio es un mensaje sobre cosas buenas que ahora son ciertas
sobre nosotros a medida que el logro de la cruz es aplicado a nosotros
en Cristo: que Dios solo es misericordioso con nosotros en lugar de iracundo
(propiciación), que ahora somos contados como justos en Cristo (justificación),
que ahora estamos libres de la culpa y del poder del pecado (redención), que
somos santificados (santificación) de manera gradual y progresiva--todo lo cual
nos llama a revelar estas realidades gloriosas para nuestra gente semana tras
semana con minuciosas exposiciones de textos.
·Y finalmente el evangelio es un mensaje acerca del glorioso Dios
mismo como nuestro tesoro final, eterno, todo
satisfactorio. "Nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro
Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación" (Romanos 5:11). El
evangelio que predicamos es "el evangelio de la gloria de Cristo,
que es la imagen de Dios." Si nuestro evangelio no alcanza este
objetivo--disfrutar de Dios mismo, no solo de sus dones de perdón y de rescate
del infierno y de la vida eterna--entonces no estamos predicando el "conocimiento
de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (2 Corintios 4:6). Nuestro objetivo
final es conocer y disfrutar a Dios. Como vimos al principio de este capítulo,
es por eso que fuimos creados--para que Dios comparta con nosotros el
conocimiento y disfrute de sí mismo. Esto es lo que significa que él nos ama.
Esto es lo que finalmente la cruz obtuvo para nosotros. Y esto también, a
través de cada texto de las Escrituras--todo ello inspirado por Dios para
despertar la esperanza en su gloria.7--pide la más rica
exposición de que nuestro pueblo pueda ser alimentado con el mejor y más alto
alimento del cielo.
La exposición de los textos es esencial porque el evangelio es un mensaje que nos llega con palabras y Dios ha ordenado que las personas vean la gloria de Cristo, la "riqueza inescrutable de Cristo (Efesios 3:8)--en esas palabras del evangelio. Ese es nuestro llamado: revelar las palabras, las oraciones y los párrafos de las Escrituras y mostrar "la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios".
Lo que nos lleva finalmente a la segunda palabra de la frase exultación expositiva. Ay de nosotros si hacemos nuestra exposición de tal evangelio sin exultación--esto es, sin regocijarnos acerca de la verdad que desarrollamos. Cuando Pablo dice en 2 Corintios 4:5, "Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor", la palabra que usa para "predicar" es kerussomen--nosotros vaticinamos a Cristo como Señor, nosotros anunciamos a Cristo como Señor. El kerux--el proclamador, el "predicador" (1 Timoteo 2:7; 2 Timoteo 1:11)--puede tener que explicar lo que está diciendo si la gente no entiende (entonces la enseñanza puede estar involucrada). Pero lo que distingue al heraldo del filósofo, del escriba y del maestro es que él es el heraldo de las nuevas, y en nuestro caso, una nueva infinitamente buena. Nuevas infinitamente valiosas. Las mejores nuevas de todo el mundo.
El creador del universo, que es más glorioso y más deseable que cualquier tesoro en la tierra, se ha revelado a sí mismo en Jesucristo para ser conocido y disfrutado para siempre por cualquiera en el mundo que se rinda de los brazos de la rebelión, reciba su amnistía comprada con sangre y adopte a su Hijo como Salvador, Señor y Tesoro de sus vidas.
Oh hermanos, no mientan sobre el valor del evangelio a causa de la opacidad de su comportamiento. La exposición de la realidad más gloriosa es una realidad gloriosa. Si no es exultación expositiva--auténtica de corazón--se dice algo falso sobre el valor del evangelio. No digas con tu rostro ni con tu voz ni con tu vida que el evangelio no es el evangelio de la gloria de Cristo que todo lo satisface. Lo Es. Y que Dios levante de entre ustedes una generación de predicadores cuya exposición sea digna de la verdad de Dios y cuya exaltación sea digna de la gloria de Dios.
Notas
1 Arnold Dallimore, George Whitefield, Vol. 1 (Londres:
Banner of Truth Trust, 1970), p. 16.
2 Christopher Catherwood, Cinco Líderes Evangélicos (Wheaton: Harold Shaw Publishers, 1985), p. 170.
3 Jesús dijo en Lucas 22:22 que la cruz fue "determinada [horismenon] por Dios", y en Mateo 25:41 que los fuegos del infierno fueron preparados por Dios. "Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles".
4 Desde la escena estadounidense, considera este comentario impresionante de Joel Green que se opone a lo que la iglesia ha creído que es fundamental para el evangelio y a lo que se basa en las claras escrituras (Isaías 53:4-6, 8-10; Gálatas 3:13; Romanos 8:3): "Cualquiera que sea el significado de la expiación, sería un grave error imaginar que se enfocó en aplacar la ira de Dios o en obtener la atención misericordiosa de Dios ... [L]as Escrituras en su conjunto no proporcionan ningún fundamento para una representación de un Dios airado que necesita ser apaciguado con un sacrificio expiatorio... Cualquier otra cosa que pueda decirse de la comprensión de Pablo de la muerte de Jesús, su teología de la cruz carece de un sentido desarrollado de retribución divina ". Joel Green, Recuperando el Escándalo de la Cruz: La Expiación en el Nuevo Testamento y el Contexto Contemporáneo (Downers Grove: InterVarsity Press, 2000), pp. 51, 56. Desde la escena británica, Steve Chalke llama a la enseñanza de que Cristo llevó la ira de Dios en nuestro lugar "abuso infantil cósmico": "El hecho es que la cruz no es "Una forma de abuso infantil cósmico--un Padre vengativo que castiga a su Hijo por una ofensa que ni siquiera ha cometido. Comprensiblemente, tanto las personas dentro como fuera de la Iglesia han encontrado que esta versión retorcida de acontecimientos moralmente dudosa es una gran barrera para la fe. Sin embargo, más profundo aún es que tal concepto está en total contradicción con la afirmación "Dios es amor". "Si la cruz es un acto personal de violencia perpetrada por Dios hacia la humanidad pero llevada a cabo por su Hijo, entonces se burla de la enseñanza de Jesús de amar a sus enemigos y rehusarse a pagar el mal con el mal". El Mensaje Perdido de Jesús (Grand Rapids: Zondervan Publishing Company, 2004), pp. 182-183. NT Wright sostiene que "la mayoría" (¿quiere decir "todas"?) de las referencias al infierno en el Nuevo Testamento no se refieren a un lugar de sufrimiento eterno consciente, sino que necesitamos una "reconstrucción" o "reafirmación" de la doctrina del infierno "en el presente" 1) en términos de los humanos usando su "don de libertad" para "deshumanizarse completamente", y 2) en términos de injusticia social y miseria: "Hay una doctrina bíblica igualmente apropiada y aún más necesaria del infierno en términos de la vida humana social y colectiva en esta tierra". Siguiendo a Jesús: Reflexiones Bíblicas sobre el Discipulado (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1994), pp. 95-96.
5 Citado de El Debate del Islam/Oeste: Documentos de un Debate Global sobre el Terrorismo, la Política de los Estados Unidos y el Medio Oriente, editado por David Blankenhorn en Primeras Cosas, marzo de 2006, #161, p. 71.
6 Cuídese de decir: "No funciona" y luego cambie a otras técnicas y deje la forma de Dios de transformar a las personas. Tú puedes cambiar a las personas de maneras diferentes a este proceso de ver la gloria del Señor en la palabra de Dios, pero ¿será un cambio que magnifique la gloria de Cristo? No todo cambio, honra a Cristo. Pablo hace esta advertencia con las palabras al comienzo de 2 Corintios 4:3, "Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto". En otras palabras, él admite que su evangelio no cambia a todos. Los que se "pierden" no ven la gloria de Dios en el evangelio. Pablo no cambia su estrategia debido a esto. Tampoco nosotros deberíamos.
7 2 Timoteo 3:16-17; Romanos 15:4.
(c) Deseando Dios
Por John Piper. (c) Deseando a Dios. Sitio web: desiringGod.org