Cincuenta Razones por las que Jesús vino a morir JOHN PIPER 

 

 Wheaton, Illinois 

 

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Cincuenta Razones Por Las Que Jesús Vino a Morir

Publicado anteriormente como La Pasión de Jesucristo

Derechos de Autor © 2006 por Fundación Deseando a Dios

Publicado por Crossway1300 Crescent StreetWheaton, Illinois

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La cursiva en las citas bíblicas indica énfasis añadido.

A menos que se indique lo contrario, las citas de las Escrituras son tomadas de la Biblia RVR (La Santa Biblia: Versión Reina Valera 1960). Usado con permiso. Todos los derechos reservados.

Diseño de la cubierta: Josh Dennis

Foto de portada: iStock

Primera impresión, 2006

Impreso en los Estados Unidos de América

Biblioteca del Congreso que Cataloga en los datos de la publicación

Piper, John, 1946- 

Cincuenta razones por las que Jesús vino a morir / John Piper. 

p. cm. 

13: ISBN 978-1-58134-788-3 

10 ISBN: 1-58134-788-X (TPB : alk. papel) 

1. La Pasión de Jesucristo. I. Título.

BT431.3.P57 2006

232.96-DC22 2003026596

Crossway es un ministerio editorial de Good News Publishers.

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A

Jesucristo

Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto . . . nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. . . .

fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. . . .

ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento.

El profeta Isaías

Capítulo 53, versículos 3-10 

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Contenido

Introducción 11 

Cristo y los Campos de Concentración

Cincuenta Razones por las que Jesús vino a morir 

1 Para Absorber la Ira de Dios 20 

2 Para Complacer a Su Padre Celestial 22 

3 Para Aprender Obediencia y Ser Perfeccionado 24 

4 Para Lograr Su Propia Resurrección de Entre los Muertos 26 

5 Para Mostrar la Riqueza de la Gracia y el Amor de Dios por los Pecadores 28 

6 Para Mostrar Su Amor para con Nosotros, 30 

7 Para Cancelar las Demandas Legales de la Ley Contra Nosotros 32 

8 Para Convertirse en Rescate por Muchos 34 

9 Para el Perdón de Nuestros Pecados 36

10 Para Proporcionar la Base de Nuestra Justificación 38

11 Para Completar la Obediencia que se Convierte en Nuestra Justicia 40

12 Para Quitarnos Nuestra Condena 42

13 Para Abolir la Circuncisión y Todos los Rituales Como Bases de la Salvación 44

14 Para Llevarnos a la Fe y Mantenernos Fieles 46

15 Para Hacernos Santos, Sin Mancha y Perfectos 48

16 Para Darnos una Conciencia Clara 50

17 Para Obtener a Nuestro Favor Todas las Cosas Que Son Buenas para Nosotros 52 

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18 Para Sanarnos de la Enfermedad Moral y Física 54

19 Para Dar Vida Eterna a Todos Los Que Creen en Él 56

20 Para Librarnos del Presente Siglo Malo 58

21 Para Reconciliarnos con Dios 60

22 Para Traernos a Dios 62

23 Para Que Pudiéramos Pertenecerle 64

24 Para Darnos Acceso Seguro al Lugar Santísimo 66

25 Para Ser para Nosotros el Lugar Donde nos Encontramos con Dios 68

26 Para Llevar el Sacerdocio del Antiguo Testamento a un Fin y Convertirse en el Eterno Sumo Sacerdote 70

27 Para Convertirse en un Sacerdote Empático y Servicial 72

28 Para Liberarnos de la Futilidad de Nuestros Ancestros 74

29 Para Librarnos de la Esclavitud del Pecado 76

30 Para Que Pudiéramos Morir al Pecado y Vivir en la Justicia 78

31 Para Que Pudiéramos Morir a la Ley y Llevar Fruto para Dios 80

32 Para Capacitarnos para Vivir para Cristo y No para Nosotros Mismos 82

33 Para Hacer de la Cruz el Fundamento de Todos Nuestros Alardes 84

34 Para Que Podamos Vivir por Fe en Él 86

35 Para darle al Matrimonio Su Significado Más Profundo 88

36 Para Crear un Pueblo Apasionado por las Buenas Obras 90

37 Para Llamarnos a Seguir Su Ejemplo de Humildad y de Amor Costoso 92

38 Para Crear un Grupo de Seguidores Crucificados 94

39 Para Liberarnos de la Esclavitud del Temor a la Muerte 96

40 Para Que Pudiéramos Estar con Él Inmediatamente Después de la Muerte 98

41 Para Asegurar Nuestra Resurrección de Entre los Muertos 100

42 Para Desarmar a los Gobernantes y a las Autoridades 102 

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43 Para Desatar el Poder de Dios en el Evangelio 104

44 Para Destruir la Hostilidad Entre Razas 106

45 Para Redimir a las Personas de Toda Tribu, Lengua, Pueblo y Nación 108

46 Para Reunir a Todas las Ovejas de Todo el Mundo 110

47 Para Rescatarnos del Juicio 112

48 Para Obtener Su Gozo y el Nuestro 114

49 Para Que Pudiera ser Coronado de Gloria y Honor de 116

50 Para Mostrar que el Peor Mal es Encaminado por Dios para Bien 118

Una Oración 121

Libros sobre la Fiabilidad Histórica del Registro de la Biblia 123

Notas 125

Recursos de Deseando a Dios 127 

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Para Absorber la Ira de Dios

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)".

Gálatas 3:13.

[Cristo] a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.

Romanos 3:25

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

1 Juan 4:10

Si Dios no fuera justo, no habría una demanda para que su Hijo sufriera y muriera. Y si Dios no fuera amoroso, no habría una disposición para que su Hijo sufriera y muriera. Pero Dios es justo y amoroso. Por lo tanto, su amor está dispuesto a cumplir con las demandas de su justicia.

La ley de Dios demandaba: "Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas" (Deuteronomio 6:5). Pero todos hemos amado más otras cosas. Esto es el pecado: deshonrar a Dios al preferir otras cosas sobre él y actuar según esas preferencias. Por lo tanto, la Biblia dice: "Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). Glorificamos lo que más disfrutamos. Y aquello no es Dios.

Por Qué Jesús Vino a Morir:

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Por lo tanto, el pecado no es pequeño, porque no está en contra de un pequeño Soberano. La gravedad de un insulto aumenta con la dignidad del insultado. El Creador del universo es infinitamente digno de respeto, de admiración y de lealtad. Por lo tanto, no amarlo no es trivial; es traición. Difama a Dios y destruye la felicidad humana.

Como Dios es justo, él no barre estos crímenes bajo la alfombra del universo. Él siente una ira santa contra ellos. Merecen ser castigados, y lo ha dejado claro: "Porque la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23). "El alma que pecare, esa morirá" (Ezequiel 18:4).

Hay una maldición sagrada que pende sobre todo pecado. El hecho de no castigar sería injusto. La degradación de Dios sería respaldada. Una mentira reinaría en el núcleo de la realidad. Por lo tanto, Dios dice: "Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas" (Gálatas 3:10; Deuteronomio 27:26).

Pero el amor de Dios no descansa en la maldición que pende sobre toda la humanidad pecaminosa. Él no se contenta con mostrar ira, no importa cuán santa sea. Por lo tanto, Dios envía a su propio Hijo para absorber su ira y para quitar la maldición de todos los que confían en él. "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición" (Gálatas 3:13).

Este es el significado de la palabra "propiciación" en el texto citado anteriormente (Romanos 3:25). Se refiere a la eliminación de la ira de Dios al proporcionar un sustituto. El sustituto es provisto por Dios mismo. El sustituto, Jesucristo, no solo cancela la ira; él la absorbe y la desvía de nosotros hacia sí mismo. La ira de Dios es justa, y fue agotada, no retirada.

No juguemos con Dios ni trivialicemos su amor. Nunca quedaremos maravillados de ser amados por Dios hasta que tengamos en cuenta la seriedad de nuestro pecado y la justicia de su ira contra nosotros. Pero cuando, por gracia, despertamos a nuestra indignidad, entonces podemos ver el sufrimiento y la muerte de Cristo y decir: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación [que absorbió la ira] por nuestros pecados" (1 Juan 4:10). 

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Para Complacer a Su Padre Celestial

Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento.

Isaías 53:10

Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.

Efesios 5:2

Jesús no luchó en contra de su Padre enojado hasta el piso del cielo y le quitó el látigo de su mano. Él no lo obligó a ser misericordioso con la humanidad. Su muerte no fue el consentimiento a regañadientes de Dios para ser indulgente con los pecadores. No, lo que Jesús hizo cuando sufrió y murió fue idea del Padre. Fue una estrategia impresionante, concebida incluso antes de la creación, a medida que Dios vio y planeó la historia del mundo. Es por eso que la Biblia habla del "propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos" (2 Timoteo 1:9).

Ya en las Escrituras judías, el plan se estaba desarrollando. El profeta Isaías predijo los sufrimientos del Mesías, quien debía tomar el lugar de los pecadores. Él dijo que el Cristo sería "herido de Dios" en nuestro lugar.

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. . . . Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. (Isaías 53:4-6).

Por Qué Jesús Vino a Morir:

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Pero lo más sorprendente de esta sustitución de Cristo por los pecadores es que fue idea de Dios. Cristo no se inmiscuyó en el plan de Dios para castigar a los pecadores. Dios planeó que él estuviera allí. Un profeta del Antiguo Testamento dice: "Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento"(Isaías 53:10).

Esto explica la paradoja del Nuevo Testamento. Por un lado, el sufrimiento de Cristo es un derramamiento de la ira de Dios a causa del pecado. Pero, por otro lado, el sufrimiento de Cristo es un hermoso acto de sumisión y de obediencia a la voluntad del Padre. Entonces Cristo clamó desde la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mateo 27:46). Y sin embargo, la Biblia dice que el sufrimiento de Cristo fue una fragancia para Dios. "Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante" (Efesios 5:2).

¡Oh, que podamos adorar la terrible maravilla del amor de Dios! No es sentimental. No es simple. Por nuestro bien, Dios hizo lo imposible: derramó su ira sobre su propio Hijo, aquel cuya sumisión le hizo infinitamente indigno de recibirla. Sin embargo, la disposición del Hijo para recibirla era preciosa ante los ojos de Dios. El portador de la ira fue amado infinitamente.

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Para Aprender Obediencia y Ser Perfeccionado.

Aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.

Hebreos 5:8

Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.

Hebreos 2:10

El mismo libro de la Biblia que dice que Cristo "aprendió la obediencia" a través del sufrimiento, y que fue" hecho perfecto" a través del sufrimiento, también dice que fue "sin pecado". "[Cristo] fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado"(Hebreos 4:15).

Esta es la enseñanza consistente de la Biblia. Cristo no tenía pecado. Aunque era el Hijo divino de Dios, era realmente humano, con todas nuestras tentaciones, apetitos y debilidades físicas. Hubo hambre (Mateo 21:18), enojo y aflicción (Marcos 3: 5) y dolor (Mateo 17:12). Pero su corazón estaba perfectamente enamorado de Dios, y actuaba consistentemente con ese amor: "No hizo pecado, ni se halló engaño en su boca" (1 Pedro 2:22).

Por lo tanto, cuando la Biblia dice que Jesús "por lo que padeció aprendió la obediencia", eso no significa que aprendió a dejar de desobedecer. Significa que con cada nueva prueba aprendió en la práctica—y en el dolor—lo que significa obedecer. Cuando dice que se perfeccionó "por aflicciones", eso no significa que gradualmente se estaba deshaciendo de los defectos. Significa que gradualmente estaba cumpliendo la justicia perfecta que tenía que tener para salvarnos.

Por Qué Jesús Vino a Morir:

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Eso es lo que dijo en su bautismo. Él no necesitaba ser bautizado porque era un pecador. Por el contrario, le explicó a Juan el Bautista: "Así conviene que cumplamos toda justicia" (Mateo 3:15).

El punto es este: si el Hijo de Dios hubiera pasado de la encarnación ­ a la cruz sin una vida de tentación y de dolor que pusiera a prueba su rectitud y su amor, no sería un Salvador adecuado para el hombre caído. Su sufrimiento no solo absorbió la ira de Dios. También cumplió con su verdadera humanidad y lo hizo capaz de llamarnos hermanos y hermanas (Hebreos 2:17).

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Para Lograr Su Propia Resurrección de Entre los Muertos.

El Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad.

Hebreos 13:20-21

La muerte de Cristo no precede meramente a su resurrección—fue el precio por la que la obtuvo. Es por eso que Hebreos 13:20 dice que Dios lo trajo de entre los muertos "por la sangre del pacto eterno".

La "sangre del. . . pacto" es la sangre de Jesús. Como él dijo: "Esto es mi sangre del nuevo pacto" (Mateo 26:28). Cuando la Biblia habla de la sangre de Jesús, se refiere a su muerte. Ninguna salvación se lograría con el simple sangrado de Jesús. Su sangrado hasta la muerte es lo que hace que su derramamiento de sangre sea crucial.

¿Cuál es la relación entre este derramamiento de la sangre de Jesús y la resurrección? La Biblia dice que fue levantado no solo después del derramamiento de sangre, sino por ella. Esto significa que aquello que la muerte de Cristo logró fue tan completo y tan perfecto que la resurrección fue la recompensa y la vindicación del logro de Cristo en la muerte.
La ira de Dios fue satisfecha con el sufrimiento y con la muerte de Jesús

Por Qué Jesús Vino a Morir:

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La maldición sagrada contra el pecado fue totalmente absorbida. La obediencia de Cristo se completó en la medida más completa. El precio del perdón fue pagado en su totalidad. La justicia de Dios fue completamente vindicada. Todo lo que quedaba por hacer era la declaración pública del respaldo de Dios. Esto lo dio al resucitar a Jesús de entre los muertos.

Cuando la Biblia dice: "Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados" (1 Corintios 15:17), el punto no es que la resurrección sea el precio pagado por nuestros pecados. El punto es que la resurrección prueba que la muerte de Jesús es un precio suficiente. Si Jesús no resucitó de los muertos, entonces su muerte fue un fracaso, Dios no vindicó su logro de llevar el pecado y todavía estamos en nuestros pecados.

Pero, de hecho, "Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre" (Romanos 6:4). El éxito de su sufrimiento y de su muerte fue vindicado. Y si ponemos nuestra confianza en Cristo, no estamos todavía en nuestros pecados. Porque "por la sangre del pacto eterno", el Gran Pastor ha sido levantado y vive para siempre.

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Para Mostrar la Riqueza de la Gracia y el Amor de Dios por los Pecadores

Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Romanos 5:7-8

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Juan 3:16.

En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.

Efesios 1:7

La medida del amor de Dios por nosotros se muestra por dos cosas. Una es el grado de su sacrificio al salvarnos de la pena de nuestro pecado. La otra es el grado de indignidad que teníamos cuando nos salvó.

Podemos escuchar la medida de su sacrificio en las palabras: "Ha dado a su Hijo unigénito" (Juan 3:16). También lo escuchamos en la palabra Cristo. Este es un nombre basado en el título griego Christos, o "Ungido", o "Mesías". Es un término de gran dignidad. El Mesías iba a ser el Rey de Israel. Él conquistaría a los romanos y traería paz y seguridad a Israel. Así, la persona a quien Dios envió para salvar a los pecadores fue su propio Hijo divino, su único Hijo, y el Rey Ungido de Israel, de hecho el rey del mundo (Isaías 9: 6-7).

 

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Por qué Jesús vino a morir:

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Cuando agregamos a esta consideración la muerte horrible por medio de la crucifixión que Cristo sufrió, queda claro que el sacrificio que hicieron el Padre y el Hijo fue indescriptiblemente grande—incluso infinito, cuando consideras la distancia entre lo divino y lo humano. Pero Dios eligió hacer este sacrificio para salvarnos.

La medida de su amor por nosotros aumenta aún más cuando consideramos nuestra indignidad. "Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros " (Romanos 5:7-8). Nos merecíamos el castigo divino, no el sacrificio divino.

He oído decir: "Dios no murió por las ranas. Entonces él estaba respondiendo a nuestro valor como humanos." Esto pone la gracia en su rumbo. Somos peores que las ranas. Ellas no han pecado. No se han rebelado y no han tratado a Dios con el desprecio de ser inconsecuenciales en sus vidas. Dios no tuvo que morir por las ranas. Ellas no son lo suficientemente malas. Nosotros sí. Nuestra deuda es tan grande que solo un sacrificio divino podría pagarla.

Solo hay una explicación para el sacrificio de Dios por nosotros. No somos nosotros. Son "las riquezas de su gracia" (Efesios 1:7). Todo es gratis. No es una respuesta a nuestro valor. Es el desbordamiento de su valor infinito. De hecho, eso es el amor divino al final: una pasión para cautivar a los pecadores inmerecedores, a un gran costo, con aquello que nos hará sumamente felices para siempre, a saber, su belleza infinita.

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Para Mostrar Su Amor para con Nosotros

Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.

Efesios 5:2

Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.

Efesios 5:25

[Él] me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Gálatas 2:20

La muerte de Cristo no es solo la demostración del amor de Dios (Juan 3:16), también es la expresión suprema del amor de Cristo para todos aquellos que lo reciben como su tesoro. Los primeros testigos que más sufrieron por ser cristianos fueron capturados por este hecho: Cristo "me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20). Se tomaron muy personalmente el acto de darse a sí mismos proveniente del sacrificio de Cristo. Ellos dijeron: "Él me amó. Se dio a sí mismo por ".

Sin duda, esta es la manera en que debemos entender los sufrimientos y la muerte de Cristo. Tienen que ver conmigo. Se tratan acerca del amor de Cristo para mí personalmente. Es mi pecado lo que me separa de Dios, no el pecado en general. Es mi corazón duro y mi entumecimiento espiritual lo que degrada el valor de Cristo. Estoy perdido y pereciendo. Cuando se trata de la salvación, he perdido todo derecho sobre la justicia. Todo lo que puedo hacer es suplicar misericordia.

Entonces veo a Cristo sufriendo y muriendo. ¿Para quién? Dice, "Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella" (Efesios 5:25). "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15:13). "El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mateo 20:28).

 

Por Qué Jesús Vino a Morir:

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Y pregunto: ¿estoy entre los "muchos"? ¿Puedo ser uno de sus "amigos"? ¿Puedo pertenecer a la "iglesia"? Y escucho la respuesta: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo" (Hechos 16:31). "Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (Romanos 10:13). "Todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre" (Hechos 10:43). "A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12). "Todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).

Mi corazón se cimbra, y abrazo la belleza y la generosidad de Cristo como mi tesoro. Y fluye en mi corazón esta gran realidad—el amor de Cristo por mí. Entonces digo junto con esos primeros testigos, "Él me amó y se entregó a sí mismo por mí".

¿Y a qué me refiero? Me refiero a que pagó el precio más alto posible para darme el mayor regalo posible. ¿Y qué es eso? Es el regalo por el que oró al final de su vida: "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado" (Juan 17:24). En su sufrimiento y en su muerte "vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14). Hemos visto lo suficiente como para ser capturados por su causa. Pero lo mejor está por venir. Él murió para asegurar esto para nosotros. Ese es el amor de Cristo.

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Para Cancelar las Demandas Legales de la Ley Contra Nosotros

Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.

Colosenses 2:13

Es una locura pensar que nuestras acciones buenas algún día compensarán nuestras acciones malas. Es una locura por dos razones.

Primero, esto no es verdad. Incluso nuestras obras buenas son defectuosas, porque no honramos a Dios en la forma en que las hacemos. ¿Hacemos nuestras buenas obras en una alegre dependencia de Dios con el fin de dar a conocer su valor supremo? ¿Cumplimos con el mandato general de servir a las personas "conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo" (1 Pedro 4:11)?

Entonces, ¿qué diremos en respuesta a la palabra de Dios: "Todo lo que no proviene de fe, es pecado" (Romanos 14:23)? Creo que no diremos nada. "Todo lo que la ley dice, lo dice. . . para que toda boca se cierre" (Romanos 3:19). No diremos nada. Es una locura pensar que nuestras buenas obras compensarán nuestras malas obras delante de Dios. Sin la fe que exalta a Cristo, nuestras obras significarán nada más que rebelión.

Por Qué Jesús Vino a Morir:

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La segunda razón por la que es una locura tener esperanza en buenas obras es que esta no es la forma en que Dios salva. Si somos salvados de las consecuencias de nuestras malas acciones, no será porque pesaron menos que nuestras buenas acciones. Será porque el "acta de los decretos que había contra nosotros" en el cielo ha sido clavada en la cruz de Cristo. Dios tiene una forma totalmente diferente de salvar a los pecadores que sopesar sus obras. No hay esperanza en nuestras obras. Solo hay esperanza en el sufrimiento y en la muerte de Cristo.

No hay salvación al equilibrar el acta de decretos. Solo hay salvación cancelando el acta. El registro de nuestras malas acciones (incluyendo nuestras buenas obras defectuosas), junto con las penas justas que cada una merece, deben ser borradas, no equilibradas. Esto es por lo que Cristo sufrió y murió.

La cancelación ocurrió cuando el acta de decretos de nuestras obras fue "clavada en la cruz" (Colosenses 2:13). ¿Cómo es que este registro condenatorio fue clavado en la cruz? El pergamino no fue clavado en la cruz. Cristo fue clavado en la cruz. Entonces Cristo se convirtió en mi irrecusable registro de malas (y de buenas) obras. Él soportó mi condenación. Él puso mi salvación en una base totalmente diferente. Él es mi única esperanza. Y la fe en él es mi único camino hacia Dios.

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Para Convertirse en Rescate por Muchos

Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

Marcos 10:45

No hay un pensamiento en la Biblia de que a Satanás se le tuviera que pagar para permitir que los pecadores se salvaran. Lo que le sucedió a Satanás cuando Cristo murió no fue un pago, sino una derrota. El Hijo de Dios se hizo humano para "destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" (Hebreos 2:14). No hubo negociación.

Cuando Jesús dice que vino a "dar su vida en rescate", el enfoque no está en quién recibe el pago. El enfoque está en su propia vida como pago, y en su libertad para servir en lugar de ser servido, y en los "muchos" que se beneficiarán del pago ­ que él hace.

Si preguntamos quién recibió el rescate, la respuesta bíblica seguramente sería Dios. La Biblia dice que Cristo "se entregó a sí mismo por nosotros, [una]. . . ofrenda. . . a Dios" (Efesios 5:2). Cristo "se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios" (Hebreos 9:14). Toda la necesidad de un sustituto para morir en nuestro nombre es porque hemos pecado contra Dios y no hemos alcanzado la gloria de Dios (Romanos 3:23). Y debido a nuestro pecado, "todo el mundo quede bajo el juicio de Dios" (Romanos 3:19). Entonces, cuando Cristo se da a sí mismo como rescate por nosotros, la Biblia dice que somos liberados de la condenación de Dios. "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1). El último cautiverio del cual necesitamos liberación es el "juicio de Dios " (Romanos 2:2, Apocalipsis 14:7).

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El precio del rescate de esta liberación de la condenación de Dios es la vida de Cristo. No solo la vida que vivió, sino que abandonó su vida en la muerte. Jesús les dijo repetidamente a sus discípulos: "El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán" (Marcos 9:31). De hecho, una de las razones por las que a Jesús le gustaba llamarse a sí mismo "el Hijo del Hombre" (más de sesenta y cinco veces en los Evangelios) era que tenía el sonido de la mortalidad sobre eso. Los hombres pueden morir. Es por eso que tenía que ser uno. El rescate solo podía ser pagado por el Hijo del Hombre, porque el rescate era una vida entregada en la muerte.

El precio no fue coaccionado por él. Ese es el punto de decir ­ "El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir". Él no necesitaba ningún servicio de nuestra parte. Él era el dador, no el receptor. "Nadie me la quita [mi vida], sino que yo de mí mismo la pongo" (Juan 10:18). El precio fue pagado libremente; no fue forzado. Lo que nos trae de nuevo a su amor. El escogió libremente rescatarnos a costa de su vida.

¿A cuántos rescató Cristo efectivamente del pecado? Dijo que había venido para "dar su vida en rescate por muchos". Sin embargo, no todos serán rescatados de la ira de Dios. Pero la oferta es para todos. "Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos" (1 Timoteo 2:5-6). Nadie está excluido de esta salvación que abraza el tesoro del Cristo que redime.

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Para el Perdón de Nuestros Pecados

En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.

Efesios 1:7

Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.

Mateo 26:28

Cuando perdonamos una deuda o una ofensa o un daño, no exigimos un pago para su liquidación. Eso sería lo opuesto al perdón. Si se nos hace un pago por lo que hemos perdido, no hay necesidad de perdón. Tenemos nuestra deuda.

El perdón asume la gracia. Si soy dañado por ti, la gracia lo pasa por alto. No te demandaré. Te perdono. La gracia otorga aquello que alguien no merece. Es por eso que el perdón tiene que ver con la palabra dar. Perdonar no es vengarse. Es abandonar el derecho de vengarse.

Eso es lo que Dios nos hace cuando confiamos en Cristo: "Todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre" (Hechos 10:43). Si creemos en Cristo, Dios ya no mantiene nuestros pecados en nuestra contra. Este es el testimonio de Dios en la Biblia: "Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo" (Isaías 43:25). "Cuanto está lejos el oriente del occidente, Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones" (Salmos 103:12).

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Pero esto plantea un problema. Todos sabemos que el perdón no es suficiente. Solo podemos verlo claramente cuando el daño es grande, como el asesinato o la violación. Ni la sociedad ni el universo pueden mantenerse unidos si los jueces (o Dios) simplemente le dicen a todos los asesinos y violadores: "¿Lo sienten? Bueno. El estado te perdona. Puedes irte." En casos como estos vemos que, aunque una víctima puede tener un espíritu perdonador, el estado no puede renunciar a la justicia.

Lo mismo ocurre con la justicia de Dios. Todo pecado es serio, porque está en contra de Dios (ver el capítulo 1). Él es aquel cuya gloria es dañada cuando lo ignoramos, lo desobedecemos o blasfemamos. Su justicia ya no le permitirá simplemente liberarnos más de lo que un juez humano puede cancelar todas las deudas que los delincuentes le deben a la sociedad. El daño hecho a la gloria de Dios por nuestro pecado debe ser reparado para que en justicia su gloria brille más intensamente. Y si los criminales somos liberados y perdonados, debe haber alguna demostración dramática de que el honor de Dios es confirmado aunque los antiguos blasfemos sean liberados.

Es por eso que Cristo sufrió y murió. "En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados" (Efesios 1:7). El perdón no nos cuesta nada. Toda nuestra costosa obediencia es el fruto, no la raíz, de ser perdonados. Es por eso que la llamamos gracia. Pero esto le costó la vida a Jesús. Es por eso que lo llamamos justo. ¡Oh, qué preciosas son las noticias de que Dios no mantiene nuestros pecados en nuestra contra! Y cuán hermoso es Cristo, cuya sangre hizo que esto fuera lo correcto para Dios.

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Para Proporcionar la Base de Nuestra Justificación

Estando ya justificados en su sangre.

Romanos 5:9.

Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.

Romanos 3:24.

Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

Romanos 3:28

Ser justificado ante Dios y ser perdonado por Dios no son idénticos. Ser justificado en un tribunal no es lo mismo que ser perdonado. Ser perdonado implica que soy culpable y mi crimen no es contado. Estar justificado implica que he sido juzgado y he sido encontrado inocente. Mi demanda es justa. Estoy reivindicado. El juez dice: "Inocente".
Justificar es un acto legal. Significa declarar a alguien justo. Es un veredicto. El veredicto de justificación no hace a una persona justa. Declara una persona justa. Se basa en alguien que es realmente justo. Podemos ver esto con mayor claridad cuando la Biblia nos dice que, en respuesta a las enseñanzas de Jesús, el pueblo "justificó" a Dios (Lucas 7:29). Esto no significa que hicieron a Dios justo (ya que él ya lo era). Significa que declararon que Dios es justo.

El cambio moral que experimentamos cuando confiamos en Cristo no es justificación. La Biblia generalmente llama a eso santificación—el proceso ­ de volverse bueno. La justificación no es ese proceso. No es un proceso en absoluto. Es una declaración que sucede en un momento. Un veredicto: ¡Justo! ¡Recto!

 

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La manera ordinaria de ser justificado en una corte humana es guardar la ley. En ese caso, el jurado y el juez simplemente declaran lo que es verdad para ti: guardaste la ley. Ellos te justifican. Pero en la sala de tribunal de Dios, no hemos guardado la ley. Por lo tanto, la justificación, en términos ordinarios, es inútil. La Biblia incluso dice: "El que justifica al impío, y el que condena al justo, Ambos son igualmente abominación a Jehová" (Proverbios 17:15). Y sin embargo, sorprendentemente, por causa de Cristo, también dice que Dios "justifica al impío" que confía en su gracia (Romanos 4:5). Dios hace aquello que parece abominable.

¿Por qué no es abominable? O, como dice la Biblia, ¿cómo puede Dios ser "el justo, y el que justifica al que [¡simplemente!] es de la fe de Jesús" (Romanos 3:26). No es abominable para Dios justificar a los impíos que confían en él, por dos razones. Una es que Cristo derramó su sangre para cancelar la culpa de nuestro crimen. Entonces dice: "Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre" (Romanos 5:9). Pero eso es solo la eliminación de la culpa. Eso no nos declara justos. La cancelación de nuestros fracasos para guardar la ley no es lo mismo que declararnos ser guardadores de la ley. Cuando un maestro cancela del registro un examen que obtuvo la peor calificación, no es lo mismo que declararlo como la mejor calificación. Si el banco me perdonara las deudas de mi cuenta, eso no sería lo mismo que declararme rico. Entonces también, cancelar nuestros pecados no es lo mismo que declararnos justos. La cancelación debe suceder. Eso es esencial para la justificación. Pero hay más. Hay otra razón por la cual no es abominable que Dios justifique a los impíos por fe. Para eso pasamos al siguiente capítulo.

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Para Completar la Obediencia que se Convierte en Nuestra Justicia

Estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Filipenses 2:8

Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

Romanos 5:19.

Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

2 Corintios 5:21

. . . no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo.

Filipenses 3:9

La justificación no es meramente la cancelación de mi injusticia. También es la imputación de la justicia de Cristo para mí. No tengo una justicia que me recomiende ante Dios. Mi afirmación ante Dios es esta: "no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo" (Filipenses 3:9).

Esta es la justicia de Cristo. Me es imputada. Eso significa que Cristo cumplió perfectamente toda justicia; y entonces esa justicia fue contada como mía, cuando confié en él. Fui contado como justo. Dios miró hacia la justicia perfecta de Cristo, y él me declaró ser justo con la justicia de Cristo.

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Entonces, hay dos razones por las cuales no es abominable que Dios justifique a los impíos (Romanos 4:5). Primero, la muerte de Cristo pagó la deuda de nuestra injusticia (ver el capítulo anterior). Segundo, la obediencia de Cristo proporcionó la justicia que necesitábamos para ser justificados en la corte de Dios. Las demandas de Dios para entrar en la vida eterna no son simplemente que nuestra injusticia sea ​​cancelada, sino que nuestra justicia perfecta sea establecida.

El sufrimiento y la muerte de Cristo es la base de ambas. Su sufrimiento es el sufrimiento que merecía nuestra injusticia. "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados" (Isaías 53:5). Pero su sufrimiento y su muerte también fueron el clímax y la culminación de la obediencia que se convirtió en la base de nuestra justificación. Él fue "obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses 2:8). Su muerte fue el pináculo de su obediencia. A esto se refiere la Biblia cuando dice: "Por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos" (Romanos 5:19).

Por lo tanto, la muerte de Cristo se convirtió en la base de nuestro perdón y de nuestra perfección. "Por nosotros [Dios] lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Corintios 5:21). ¿Qué significa que Dios hizo que el Cristo no pecador fuera pecado? Significa que nuestro pecado le fue imputado, y así se convirtió en nuestro perdón. ¿Y qué significa que nosotros (que somos pecadores) nos convertimos en la justicia de Dios en Cristo? Significa, de manera similar, que la justicia de Cristo es imputada a nosotros, y así él se convirtió en nuestra perfección.

¡Que Cristo sea honrado por todo su logro en el sufrimiento y en la muerte! Tanto la obra de perdonar nuestro pecado como la de proporcionar nuestra justicia. Admirémoslo, atesorémoslo y confiemos en él por este gran logro.

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Para Quitarnos Nuestra Condena

¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

Romanos 8:34

La gran conclusión del sufrimiento y de la muerte de Cristo es esta: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1). Estar "en Cristo" significa estar en una relación con él por fe. La fe en Cristo nos une a Cristo para que su muerte se convierta en nuestra muerte y su perfección se convierta en nuestra perfección. Cristo se convierte en nuestro castigo (que no debemos soportar) y en nuestra perfección (que no podemos realizar).

La fe no es el fundamento de nuestra aceptación con Dios. Solo Cristo lo es. La fe nos une a Cristo para que su justicia sea ​​contada como la nuestra. "Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado" (Gálatas 2:16). Ser "justificados por la fe" y ser "justificados en Cristo" (Gálatas 2:17) son términos paralelos. Estamos en Cristo por fe, y por lo tanto estamos justificados.

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Cuando se hace la pregunta, "¿Quién es el que condenará?" Se asume la respuesta. ¡Ninguno! Entonces se declara la base: "¡Cristo Jesús es el que murió!" La muerte de Cristo asegura nuestra libertad de la condenación. Es tan seguro que no podemos ser condenados, ya que es seguro que Cristo murió. No hay doble peligro en la corte de Dios. No seremos condenados dos veces por los mismos delitos. Cristo murió una vez por nuestros pecados. No seremos condenados por ellos. La condena ha desaparecido no porque no haya ninguna, sino porque ya sucedió.

Pero, ¿qué hay de la condena del mundo? ¿No es eso una respuesta a la pregunta, "¿Quién es el que condenará?" ¿No son los cristianos condenados por el mundo? Ha habido muchos mártires. La respuesta es que nadie puede condenarnos exitosamente. Se pueden presentar cargos, pero ninguno se mantendrá al final. "¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica" (Romanos 8:33). Es lo mismo que cuando la Biblia pregunta: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” (Romanos 8:35). La respuesta es: "Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Romanos 8:37).

El mundo traerá su condena. Incluso pueden poner su espada detrás de eso. Pero sabemos que la corte más alta ya falló a nuestro favor. "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Romanos 8:31). Nadie con éxito. Si ellos nos rechazan, él nos acepta. Si ellos nos odian, él nos ama. Si ellos nos encarcelan, él libera nuestros espíritus. Si ellos nos afligen, él nos refina por el fuego. Si ellos nos matan, él lo convierte en un pasaje al paraíso. No pueden vencernos. Cristo ha muerto. Cristo ha resucitado. Estamos vivos en él. Y en él no hay condenación. Somos perdonados, y somos justos. "Mas el justo está confiado como un león" (Proverbios 28:1).

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Para Abolir la Circuncisión y Todos los Rituales Como Bases de la Salvación

Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión. . . En tal caso se ha quitado el tropiezo de la cruz.

Gálatas 5:11).

Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo.

Gálatas 6:12

El lugar de la circuncisión fue una gran controversia en la iglesia primitiva. Tenía un lugar bíblico de mucho tiempo y era respetado desde que Dios lo ordenó en Génesis 17:10. Cristo era judío. Todos sus doce apóstoles eran judíos. Casi todos los primeros convertidos al cristianismo eran judíos. Las Escrituras judías eran (y son) parte de la Biblia de la iglesia cristiana. No es sorprendente que los rituales judíos lleguen a la iglesia cristiana.

Ellos vinieron. Y con ellos vino la controversia. El mensaje de Cristo se estaba extendiendo a ciudades no judías como Antioquía de Siria. Los gentiles estaban creyendo en Cristo. La pregunta se hizo urgente: ¿Cómo es que la verdad central del Evangelio se relaciona con rituales como la circuncisión? ¿Cómo se relacionan los rituales con el evangelio de Cristo—la nueva de que, si crees en él, tus pecados te son perdonados y eres justificado ante Dios? Dios es para ti. Tienes vida eterna.

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A lo largo del mundo gentil los apóstoles se encontraban predicando el perdón y la justificación por la fe solamente. Pedro predicó: "De éste [Cristo] dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre" (Hechos 10:43). Pablo predicó: "Sabed, pues, esto, varones hermanos. . . que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree" (Hechos 13: 38-39, traducción del autor).

Pero, ¿qué hay de la circuncisión? Algunos en Jerusalén pensaban que era esencial. Antioquía se convirtió en el punto de inflamación de la controversia. "Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis. . . no podéis ser salvos"(Hechos 15:1). Se convocó a un concilio, y el asunto fue debatido.

Algunos . . . se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés. . . Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis. . . que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. . . ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos. Entonces toda la multitud calló. (Hechos 15:5-12)

Nadie vio el fondo del problema más claramente que el apóstol Pablo. El verdadero significado del sufrimiento y de la muerte de Cristo estaba en juego. ¿Era suficiente la fe en Cristo para hacernos rectos ante Dios? ¿O también era necesaria la circuncisión? La respuesta fue clara. Si Pablo predicaba la circuncisión, "se ha quitado el tropiezo de la cruz" (Gálatas 5:11). La cruz significa libertad de la esclavitud del ritual. "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud" (Gálatas 5:1).

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Para Llevarnos a la Fe y Mantenernos Fieles

Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.

Marcos 14:24.

Haré con ellos pacto eterno. . . . y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí.

Jeremías 32:40

La Biblia habla de un "antiguo pacto" y de un "nuevo pacto". El término pacto se refiere a un acuerdo solemne y vinculante entre dos partes que conlleva obligaciones para ambos lados y que se aplica mediante un juramento. En la Biblia, los convenios que Dios hace con el hombre son iniciados por él mismo. Él establece los términos. Sus obligaciones están determinadas por sus propios propósitos.

El “antiguo pacto” se refiere a la ordenación que Dios estableció con Israel en la ley de Moisés. Su debilidad era que no iba acompañado de una transformación espiritual. Por lo tanto, no fue obedecido y no trajo vida. Fue escrito con letras en piedra, no con el Espíritu en el corazón. Los profetas prometieron un "nuevo pacto" que sería diferente. Sería "no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica" (2 Corintios 3:6).

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El nuevo pacto es radicalmente más efectivo que el anterior. Se promulga sobre la base del sufrimiento y de la muerte de Jesús. "Es mediador de un nuevo pacto" (Hebreos 9:15). Jesús dijo que su sangre era la "sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada" (Marcos 14:24). Esto significa que la sangre de Jesús compró el poder y las promesas del nuevo pacto. Es supremamente efectiva porque Cristo murió para que fuera así.

Entonces ¿Cuáles son los términos del pacto que él infaliblemente aseguró con su sangre? El profeta Jeremías describe algunos de ellos: "Haré nuevo pacto. . . este es el pacto que haré. . . Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón. . . . porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado" (Jeremías 31:31-34). El sufrimiento y la muerte de Cristo garantizan el cambio interno de su pueblo (la ley escrita en sus corazones) y el perdón de sus pecados.

Para garantizar que este pacto no fallará, Cristo toma la iniciativa de crear la fe y de asegurar la fidelidad de su pueblo. Crea un pueblo del nuevo pacto al escribir la ley no solo en piedra, sino en el corazón. En contraste con la "letra" en la piedra, él dice "el Espíritu vivifica" (2 Corintios 3:6). "Aun estando nosotros muertos en pecados, [Dios]nos dio vida juntamente con Cristo" (Efesios 2:5). Esta es la vida espiritual que nos permite ver y creer en la gloria de Cristo. Este milagro crea al pueblo del nuevo pacto. Es seguro y verdadero porque Cristo lo compró con su propia sangre.

Y el milagro no es solo la creación de nuestra fe, sino la garantía de nuestra fidelidad. "Haré con ellos pacto eterno. . . . pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí" (Jeremías 32:40). Cuando Cristo murió, aseguró para su pueblo no solo nuevos corazones sino una nueva seguridad. Él no los dejará alejarse de él. Él los guardará. Ellos perseverarán. La sangre del pacto garantiza esto.

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Para Hacernos Santos, Sin Mancha y Perfectos

Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

Hebreos 10:14.

Ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él.

Colosenses 1:22

Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.

1 Corintios 5:7

Una de las angustias más grandes de la vida cristiana es la lentitud de nuestro cambio. Escuchamos el llamado de Dios para amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza (Marcos 12:30). Pero, ¿alguna vez nos elevamos a esa totalidad de afecto y devoción? Clamamos regularmente junto con el apóstol Pablo, "¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Romanos 7:24). Gemimos aun cuando tomamos nuevas resoluciones: "No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús" (Filipenses 3:12).

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Esa misma declaración es la clave para la resistencia y para la alegría. "Fui también asido por Cristo Jesús". Todo mi alcance, anhelo y esfuerzo no es pertenecer a Cristo (lo que ya sucedió), sino completar lo que falta en mi semejanza con él.

Una de las mayores fuentes de alegría y de resistencia para el cristiano es saber que en la imperfección de nuestro progreso ya hemos sido perfeccionados—y que esto se debe al sufrimiento y a la muerte de Cristo. “Porque con una sola ofrenda [a saber, ¡él mismo!] hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14). ¡Esto es increíble! En la misma oración, dice que somos "santificados" y que nos hizo "perfectos".

Ser santificados significa que somos imperfectos y que estamos en proceso. Nos estamos volviendo santos—pero aún no somos completamente santos. Y son precisamente éstos—y sólo éstos—quienes ya han sido perfeccionados. El estímulo alegre aquí es que la evidencia de nuestra perfección ante Dios no es nuestra perfección experimentada, sino nuestro progreso experimentado. La buena noticia es que estar en camino es una prueba de que hemos llegado.

La Biblia lo representa de nuevo en el antiguo lenguaje de la masa y de la levadura. En la imagen, la levadura es malvada. Nosotros somos la masa. Dice: "Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros" (1 Corintios 5:7). Los cristianos son "sin levadura". No hay levadura—no hay maldad. Somos perfeccionados. Por esta razón debemos "limpiarnos de la vieja levadura". Hemos sido hechos sin levadura en Cristo. Así que ahora deberíamos convertirnos en personas sin levadura en la práctica. En otras palabras, debemos convertirnos en lo que somos.

¿La base de todo esto? "Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros". El sufrimiento de Cristo asegura nuestra perfección tan firmemente que ya es una realidad. Por lo tanto, luchamos contra nuestro pecado no simplemente para volvernos perfectos, sino porque lo somos. La muerte de Jesús es la clave para luchar contra nuestras imperfecciones sobre la base firme de nuestra perfección.

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Para Darnos una Conciencia Clara

¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

Hebreos 9:14.

Algunas cosas nunca cambian. El problema de una conciencia sucia es tan antiguo como Adán y Eva. Tan pronto como pecaron, su conciencia fue contaminada. Su sentimiento de culpa era destructivo. Arruinó su relación con Dios—se escondieron de él. Arruinó su relación entre ellos—se culparon. Arruinó su paz consigo mismos—por primera vez se vieron a sí mismos y sintieron vergüenza.

A lo largo del Antiguo Testamento, la conciencia fue un problema. Pero los sacrificios de animales mismos no pudieron limpiar la conciencia. “Ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas” (Hebreos 9:9-10). Como una prefiguración de Cristo, Dios contó la sangre de los animales como suficiente para limpiar la carne: la inmundicia ceremonial, pero no la conciencia.

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Ninguna sangre de animal podría limpiar la conciencia. Ellos lo sabían (ver Isaías 53 y el Salmo 51). Y nosotros lo sabemos. Entonces viene un nuevo sumo sacerdote—Jesús el Hijo de Dios—con un mejor sacrificio: él mismo. "¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?" (Hebreos 9:14). Los sacrificios de animales prefiguraron el sacrificio final del Hijo de Dios, y la muerte del Hijo se remonta para cubrir todos los pecados del pueblo de Dios en el antiguo período de tiempo y avanza para cubrir todos los pecados del pueblo de Dios en el nuevo período de tiempo.

Así que aquí estamos en la era moderna—la era de la ciencia, de internet, de trasplantes de órganos, de la mensajería instantánea, de los teléfonos celulares—y nuestro problema es fundamentalmente el mismo de siempre: nuestra conciencia nos condena. No nos sentimos lo suficientemente buenos para venir ante Dios. Y no importa cuán distorsionadas estén nuestras conciencias, esto es cierto: no somos lo suficientemente buenos para venir ante él.

Podemos cortarnos a nosotros mismos, arrojar a nuestros hijos al río sagrado, darle un millón de dólares a United Way, servir en un comedor de beneficencia en Acción de Gracias o realizar cien formas de penitencia y de autoflagelación, y el resultado será el mismo: la mancha permanece, y la muerte aterroriza. Sabemos que nuestra conciencia está contaminada, no con cosas externas como tocar un cadáver o comerse un pedazo de carne de cerdo. Jesús dijo que aquello que sale de una persona es lo que contamina, no lo que entra (Marcos 7: 15-23). Estamos contaminados por el orgullo, la autocompasión, la amargura, por la lujuria, la envidia, los celos, la codicia, la apatía y el miedo—y por las acciones que engendran. Todas estas son "obras muertas". No tienen vida espiritual en ellas. Ellas no vienen de una nueva vida; ellas vienen de la muerte, y llevan a la muerte. Es por eso que nos hacen sentir sin esperanza en nuestras conciencias.

La única respuesta en estos tiempos modernos, como en todos los demás tiempos, es la sangre de Cristo. Cuando nuestra conciencia se levanta y nos condena, ¿hacia dónde nos volveremos? Nos volvemos a Cristo. Nos volvemos al sufrimiento y a la muerte de Cristo, a la sangre de Cristo. Este es el único agente de limpieza en el universo que puede aliviar la conciencia en la vida y la paz en la muerte.

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Para Obtener a Nuestro Favor Todas las Cosas Que Son Buenas para Nosotros

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

Romanos 8:32

Me encanta la lógica de este versículo. No porque me encante la lógica, sino porque me gusta satisfacer mis necesidades reales. Las dos mitades de Romanos 8:32 tienen una conexión lógica tremendamente importante. Puede que no la veamos, ya que la segunda mitad es una pregunta: "¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" Pero si cambiamos la pregunta en la declaración que implica, la veremos. "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, por lo tanto seguramente nos dará también con él todas las cosas".

En otras palabras, la conexión entre las dos mitades pretende hacer que la segunda mitad sea absolutamente segura. Si Dios hizo lo más difícil de todo—a saber, entregar a su propio Hijo al sufrimiento y a la muerte—entonces es cierto que hará lo relativamente fácil, es decir, nos dará todas las cosas con él. El compromiso total de Dios para darnos todas las cosas es más seguro que el sacrificio de su Hijo. Él dio a su Hijo "por todos nosotros". Hecho eso, ¿podría dejar de estar por nosotros? Sería impensable.

 

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Pero, ¿qué significa "darnos todas las cosas"? No es una vida fácil de comodidad. Ni siquiera la seguridad ante nuestros enemigos. Sabemos esto por lo que la Biblia dice cuatro versículos después: "Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero"(Romanos 8:36). Muchos cristianos, incluso hoy en día, sufren este tipo de persecución. Cuando la Biblia pregunta: "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?" (Romanos 8:35), la respuesta es nada. No porque estas cosas no les sucedan a los cristianos, sino porque "en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Romanos 8:37).

¿Qué significa entonces que debido a la muerte de Cristo por nosotros, Dios con certeza nos dará "todas las cosas" amablemente? Significa que nos dará todas las cosas que son buenas para nosotros. Todas las cosas que realmente necesitamos para ser conformados a la imagen de su Hijo (Romanos 8:29). Todas las cosas que necesitamos para alcanzar la alegría eterna.

Es lo mismo que la otra promesa bíblica: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Filipenses 4:19). Esta promesa es aclarada en las palabras anteriores: "Cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece"(Filipenses 4:12-13).

Dice que "todo lo podemos" a través de Cristo. Pero fíjate que "todo" incluye "hambre" y "necesidad". Dios satisfará todas las necesidades reales, incluida la capacidad de regocijarse en medio del sufrimiento cuando muchas necesidades sentidas no se cumplan. Dios satisfará todas las necesidades reales, incluyendo la necesidad de la gracia de hambre cuando la necesidad sentida por la comida no se cumpla. El sufrimiento y la muerte de Cristo garantizan que Dios nos dará todas las cosas que necesitamos para hacer su voluntad, para darle gloria y para alcanzar el gozo eterno.

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Para Sanarnos de la Enfermedad Moral y Física

El castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

Isaías 53:5

[Él] sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias".

Mateo 8:16-17

Cristo sufrió y murió para que algún día la enfermedad fuera destruida por completo. La enfermedad y la muerte no formaban parte del camino original de Dios con el mundo. Vinieron con el pecado como parte del juicio de Dios sobre la creación. La Biblia dice: “La creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza” (Romanos 8:20). Dios sometió al mundo a la inutilidad del dolor físico para mostrar el horror del mal moral.

Esta inutilidad incluía la muerte. "El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte" (Romanos 5:12). Esto incluía todo el gemido de la enfermedad. Y los cristianos no son excluidos: "No sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu [es decir, los que confían en Cristo], nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo" (Romanos 8:23).

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Pero toda esta miseria de la enfermedad es temporal. Esperamos un momento en que el dolor corporal ya no exista. La sujeción de la creación a la futilidad no era permanente. Desde el comienzo de su juicio, la Biblia dice que Dios apuntó hacia la esperanza. Su propósito final fue este: "también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios" (Romanos 8:21).

Cuando Cristo vino al mundo, él tuvo la misión de lograr esta redención global. Señaló sus propósitos sanando a muchas personas durante su vida. Hubo ocasiones cuando la multitud se reunió y "sanó a todos los enfermos" (Mateo 8:16, Lucas 6:19). Este fue un adelanto de lo que vendría al final de la historia cuando "Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor" (Apocalipsis 21:4).

La forma en que Cristo derrotó a la muerte y a la enfermedad fue tomándolas y llevándolos con él a la tumba. El juicio de Dios sobre el pecado que trajo la enfermedad fue soportado por Jesús cuando sufrió y murió. El profeta Isaías explicó la muerte de Cristo con estas palabras: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados"(Isaías 53:5). Los horribles golpes en la espalda de Jesús compraron un mundo sin enfermedades.

Un día, toda enfermedad será desterrada de la creación redimida de Dios. Habrá una nueva tierra. Tendremos cuerpos nuevos. La muerte será devorada por la vida eterna (1 Corintios 15:54, 2 Corintios 5:4). "El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey" (Isaías 65:25). Y todos los que aman a Cristo cantarán canciones de agradecimiento al Cordero que fue inmolado para redimirnos del pecado, de la muerte y de la enfermedad.

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Para Dar Vida Eterna a Todos Los Que Creen en Él

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Juan 3:16.

En nuestros momentos más felices no queremos morir. El deseo de muerte se eleva solo cuando nuestro sufrimiento parece insoportable. Lo que realmente queremos en esos momentos no es la muerte, sino el alivio. Nos encantaría que los buenos tiempos vuelvan. Nos gustaría que el dolor desaparezca. Nos gustaría que nuestro ser amado volviera de la tumba. Queremos vida y felicidad.

Nos engañamos a nosotros mismos cuando idealizamos la muerte como el clímax de una vida bien vivida. Es una enemiga. Nos separa de todos los maravillosos placeres de este mundo. Nombramos a la muerte dulcemente solo como el menor de los males. El verdugo que da el golpe de gracia en nuestro sufrimiento no es el cumplimiento del anhelo, sino el fin de la esperanza. El anhelo del corazón humano es vivir y ser feliz.

Dios nos hizo de esa manera. "Ha puesto eternidad en el corazón de ellos" (Eclesiastés 3:11). Somos creados a la imagen de Dios, y Dios ama la vida y vive para siempre. Fuimos creados para vivir para siempre. Y lo haremos. Lo opuesto a la vida eterna no es la aniquilación. Es el infierno. Jesús habló de ello más que nadie, y dejó en claro que rechazar la vida eterna que él ofrecía no resultaría en la destrucción, sino que en la miseria de la ira de Dios: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él" (Juan 3:36).

 

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Y permanece para siempre. Jesús dijo: "E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna" (Mateo 25:46). Esta es una realidad indescriptible que muestra el mal infinito de tratar a Dios con indiferencia o con desprecio. Entonces Jesús advierte: "Si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga" (Marcos 9:47-48).

Entonces la vida eterna no es simplemente la extensión de esta vida con su mezcla de dolor y de placer. Así como el infierno es el peor resultado de esta vida, la "vida eterna" es lo mejor. Es la felicidad suprema y siempre creciente donde todo el pecado y toda la tristeza desaparecerán. Todo lo que es malo y dañino en esta creación caída será eliminado. Todo lo que es bueno, todo lo que traerá felicidad verdadera y duradera, será preservado, purificado e intensificado.

Cambiaremos para ser capaces de dimensiones de felicidad que nos eran inconcebibles en esta vida. "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman" (1 Corintios 2:9). Es verdad en cada momento de la vida, ahora y siempre: para aquellos que confían en Cristo, lo mejor está por venir. Veremos la gloria que satisface a Dios. "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3). Por esto es que Cristo sufrió y murió. ¿Por qué no lo abrazaríamos como nuestro tesoro y viviríamos?

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Para Librarnos del Presente Siglo Malo

[Él] se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre.

Gálatas 1:4.

Hasta que muramos, o hasta que Cristo regrese a establecer su reino, vivimos en “el presente siglo malo.” Por lo tanto, cuando la Biblia dice que Cristo se dio a sí mismo “para librarnos del presente siglo malo”, esto no significa que él nos sacará del mundo, sino que nos librará del poder del mal que hay en él. Jesús oró por nosotros de esta manera: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal" (Juan 17:15).

La razón por la cual Jesús ora por la liberación del "mal" es que "este presente siglo malo" es la época en que a Satanás se le da la libertad de engañar y de destruir. La Biblia dice: "El mundo entero está bajo el maligno" (1 Juan 5:19). Este "maligno" es llamado "el dios de este mundo", y su objetivo principal es cegar a la gente a la verdad. “El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Corintios 4:4).

Hasta que despertemos de nuestra condición espiritual oscurecida, vivimos sincronizados con "el presente siglo malo" y con el gobernante de éste. "En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia"(Efesios 2:2). Sin saberlo, éramos lacayos del diablo. Lo que se sentía como libertad era esclavitud. La Biblia les habla directamente a las modas, a la diversión y a las adicciones del siglo XXI cuando dice: “Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2 Pedro 2:19).

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El clamor rotundo de libertad en la Biblia es: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento" (Romanos 12:2). En otras palabras, ¡sé libre! No te dejes engañar por los gurús de la época. Están aquí hoy y se irán mañana. Una moda esclavizante le sigue a otra. Treinta años a partir de ahora los tatuajes de hoy no serán marcas de libertad, sino recordatorios indelebles de conformidad.

La sabiduría de este siglo es una locura en vista de la eternidad. "Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios” (1 Corintios 3:18-19). "La palabra de la cruz es locura a los que se pierden" (1 Corintios 1:18). ¿Cuál es la sabiduría de Dios en este siglo? Es la gran muerte liberadora de Jesucristo. Los primeros seguidores de Jesús dijeron: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado. . . poder de Dios, y sabiduría de Dios" (1 Corintios 1:23-24).

Cuando Cristo fue a la cruz, liberó a millones de cautivos. Desenmascaró el fraude del diablo y despedazó su poder. A eso se refería en la víspera de su crucifixión cuando dijo: "Ahora el príncipe de este mundo será echado fuera" (Juan 12:31). No sigas a un enemigo derrotado. Sigue a Cristo. Es costoso. Serás un exiliado en este siglo. Pero serás libre.

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Para Reconciliarnos con Dios

Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

Romanos 5:10

La reconciliación que debe suceder entre el hombre pecador y Dios es en ambos sentidos. Nuestra actitud hacia Dios debe cambiar de desafío a fe. Y la actitud de Dios hacia nosotros debe ser cambiada de ira a misericordia. Pero las dos no son lo mismo. Necesito la ayuda de Dios para cambiar; pero Dios no necesita de la mía. Mi cambio tendrá que venir desde fuera de mí, pero el cambio de Dios se origina en su propia naturaleza. Lo que significa que, en general, no es un cambio en Dios en absoluto. El dejar de estar en mi contra y el comenzar a estar a mí favor se trata de la acción planificada de Dios.

Las palabras más importantes son "si siendo enemigos". Aquí es cuando "fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (Romanos 5:10). Si siendo enemigos. En otras palabras, el primer "cambio" fue el de Dios, no el nuestro. Aún éramos enemigos. No es que estuviéramos conscientemente en pie de guerra. La mayoría de las personas no se sienten con hostilidad hacia Dios. La hostilidad se manifiesta más sutilmente con una insubordinación y con una indiferencia silenciosas. La Biblia lo describe así: "Los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden" (Romanos 8:7).

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Mientras aún éramos así, Dios hizo que Cristo se hiciera cargo de nuestros pecados que encienden la ira e hizo posible que él nos tratara 

con misericordia solamente. El primer acto de Dios en reconciliarnos consigo mismo fue eliminar el obstáculo que lo hacía irreconciliable, a saber, la culpa de nuestro pecado, que menospreciaba a Dios. "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados" (2 Corintios 5:19).

Cuando los embajadores de Cristo llevan este mensaje para el mundo, dicen, “os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20). ¿Ellos solo quieren decir: cambia tu actitud hacia Dios? No, también quieren decir: Reciban la obra previa de Dios en Cristo para reconciliarse con ustedes.

Considera esta analogía de la reconciliación entre los hombres. Jesús dijo: “Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda" (Mateo 5:23-24). Cuando él dice: "Reconcíliate con tu hermano", nota que es el hermano quien debe quitar tu juicio. El hermano es el que "tiene algo contra ti", así como Dios tiene algo en contra de nosotros. "Reconcíliate con tu hermano" significa hacer lo que debes para que el juicio de tu hermano en tu contra sea eliminado.

Pero cuando escuchamos el evangelio de Cristo, nos damos cuenta de que Dios ya lo ha hecho: él tomó los pasos que nosotros no pudimos tomar para quitar su propio juicio. Él envió a Cristo para sufrir en nuestro lugar. La reconciliación decisiva ocurrió "siendo enemigos". La reconciliación de nuestro lado es simplemente para recibir lo que Dios ya ha hecho, es la forma en la que recibimos un regalo infinitamente valioso.

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Para Traernos a Dios

También Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.

1 Pedro 3:18

Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.

Efesios 2:13

Al final de cuentas, Dios es el Evangelio. Evangelio significa "buenas nuevas". El cristianismo no es primero teología, sino noticias. Es como si los prisioneros de guerra escucharan por una radio oculta que los aliados han aterrizado y el rescate es solo cuestión de tiempo. Los guardias se preguntan por qué todo el regocijo.

Pero, ¿cuál es el bien final de las buenas noticias? Todo termina en una sola cosa: Dios mismo. Todas las palabras del evangelio conducen hacia él, o no son evangelio. Por ejemplo, la salvación no es una buena noticia si solo salva del infierno y no de Dios. El perdón no es una buena noticia si solo alivia la culpa y no abre el camino hacia Dios. La justificación no es una buena noticia si solo nos hace legalmente aceptables para Dios, pero no trae comunión con Dios. La redención no es una buena noticia si solo nos libera de la esclavitud, pero no nos lleva ante Dios. La adopción no es una buena noticia si solo nos pone en la familia del Padre pero no en sus brazos.

Esto es crucial. Muchas personas parecen abrazar las buenas nuevas sin abrazar a Dios. No hay evidencia segura de que tengamos un corazón nuevo solo porque queremos escapar del infierno. Eso es perfectamente deseo natural, no uno sobrenatural. No hace falta un corazón nuevo para querer el alivio psicológico del perdón o la eliminación de la ira de Dios o la herencia del mundo de Dios. Todas estas cosas son comprensibles sin ningún cambio espiritual. No necesitas nacer de nuevo para querer estas cosas. Los demonios las desean.

 

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No es malo desearlas. De hecho, es una locura no hacerlo. Pero la evidencia de que hemos sido cambiados es que queremos estas cosas porque nos llevan al disfrute de Dios. Este es el mejor motivo por el que Cristo murió. "También Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18).

¿Por qué esta es la esencia de las buenas nuevas? Porque fuimos creados para experimentar la felicidad plena y duradera de ver y saborear la gloria de Dios. Si nuestra mejor alegría viene de algo menos, somos idólatras y Dios es deshonrado. Él nos creó de tal manera que su gloria se muestra a través de nuestra alegría en ella. El evangelio de Cristo es la buena noticia de que a costa de la vida de su Hijo, Dios ha hecho todo lo necesario para cautivarnos con aquello que nos hará eternos y cada vez más felices, a saber, él mismo.

Mucho antes de que Cristo viniera, Dios se reveló a sí mismo como la fuente del placer pleno y duradero. "Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre"(Salmos 16:11). Luego envió Cristo a sufrir “para llevarnos a Dios.” Esto significa que envió a Cristo para llevarnos a la alegría más profunda y más larga que un ser humano puede tener. Entonces escucha la invitación: abandona "los deleites temporales del pecado" (Hebreos 11:25) y ven a las "delicias a tu diestra para siempre". Ven a Cristo

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Para que Pudiéramos Pertenecerle

Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos.

Romanos 7:4.

No sois vuestros porque habéis sido comprados por precio.

1 Corintios 6:19-20.

Para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.

Hechos 20:28

La pregunta definitiva no es quién eres, sino de quién eres. Por supuesto, muchas personas piensan que no son esclavos de nadie. Sueñan con una independencia total. Al igual que una medusa llevada por las mareas se siente libre porque no está sujeta a la esclavitud de los percebes.

Pero Jesús tenía una palabra para las personas que pensaban de esa manera. Él dijo: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: . . . jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado" (Juan 8:32-34).

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La Biblia no les da realidad a los humanos caídos quienes en última instancia son

auto determinantes. No hay autonomía en el mundo caído. Somos gobernados por el pecado o por Dios. "Sois esclavos de aquel a quien obedecéis. . . . aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia "(Romanos 6:16, 20, 22).

La mayoría de las veces somos libres de hacer lo que queremos. Pero no somos libres de desear lo que deberíamos. Para eso necesitamos un nuevo poder basado en una compra divina. El poder es de Dios. Por eso, la Biblia dice: "Gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados" (Romanos 6:17). Dios "conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él" (2 Timoteo 2:25-26).

Y la compra que desata este poder es la muerte de Cristo. "No sois vuestros porque habéis sido comprados por precio" (1 Corintios 6:19-20). ¿Y qué precio pagó Cristo por aquellos que confían en él? Los "ganó por su propia sangre" (Hechos 20:28).

Ahora somos libres de hecho. No para ser autónomos, sino para desear aquello que es bueno. Una nueva forma de vida se nos abre cuando la muerte de Cristo se convierte en la muerte de nuestro viejo ser. La relación con el Cristo vivo reemplaza las reglas. Y la libertad de llevar fruto reemplaza la esclavitud de la ley. "También vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios" (Romanos 7:4).

Cristo sufrió y murió para que pudiéramos ser liberados de la ley y del pecado y para que perteneciéramos a él. Aquí es donde la obediencia deja de ser una carga y se convierte en la libertad de la fructificación. Recuerda, no te perteneces a ti mismo. ¿De quién serás? Si eres de Cristo, entonces ven y toma tu lugar.

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Para Darnos Acceso Seguro al Lugar Santísimo

Teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo.

Hebreos 10:19.

Uno de los grandes misterios del Antiguo Testamento era el significado de la carpa de culto utilizado por Israel llamada el “tabernáculo”. Dejaba entrever el misterio, pero no era claro. Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto y llegó al Monte Sinaí, Dios le dio instrucciones detalladas a Moisés acerca de cómo construir esta tienda móvil de adoración con todas sus partes y muebles. Lo misterioso de esto fue esta orden: "Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte" (Éxodo 25:40).

Cuando Cristo vino al mundo 1,400 años más tarde, se reveló más plenamente que este "patrón" para el antiguo tabernáculo era una "figura" o una "sombra" de las realidades del cielo. El tabernáculo era una figura terrenal de una realidad celestial. Entonces en el Nuevo Testamento leemos esto: "[Los sacerdotes] sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte" (Hebreos 8:5).

Entonces, todas las prácticas de adoración de Israel en el Antiguo Testamento apuntan hacia algo más real. Así como había habitaciones santas en el tabernáculo, donde el sacerdote repetidamente tomaba la sangre de los sacrificios de animales y se encontraba con Dios, así hay "lugares santos" infinitamente superiores, por así decirlo, en el cielo, donde Cristo entró con su propia sangre, no repetidas veces, sino de una vez por todas.

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Estando ya presente Cristo, sumo sacerdote. . . por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. (Hebreos 9:11-12)

La implicación de esto para nosotros es que ahora nos es abierto el camino para ir con Cristo a todos los lugares santísimos de la presencia de Dios. Anteriormente, solo los sacerdotes judíos podían entrar en la "figura" y "sombra" de estos lugares. Solo el sumo sacerdote podía ir una vez al año al lugar santísimo donde se presentaba la gloria de Dios (Hebreos 9:7). Había una cortina prohibitiva que protegía el lugar de la gloria. La Biblia nos dice que cuando Cristo expiró en la cruz, "el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron" (Mateo 27:51).

¿Qué significaba eso? La interpretación se da en estas palabras: "Teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne" (Hebreos 10:19-20). Sin Cristo, la santidad de Dios debía ser protegida de nosotros. Él hubiera sido deshonrado, y nosotros hubiéramos sido consumidos por nuestro pecado. Pero ahora, debido a Cristo, podemos acercarnos y deleitar nuestros corazones en la plenitud de la belleza ardiente de la santidad de Dios. Él no será deshonrado. Nosotros no seremos consumidos. Debido a la protección de Cristo, Dios será honrado y nos mantendremos en temor eterno. Por lo tanto, no temas venir. Pero ven a través de Cristo.

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Para Ser para Nosotros el Lugar Donde nos Encontramos con Dios

Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo.

Juan 2:19-21

Mátame, y me convertiré en el punto de encuentro global con Dios” Esa es la forma en que parafrasearía Juan 2:19-21. Ellos pensaron que Jesús se estaba refiriendo al templo de Jerusalén: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré". Pero se estaba refiriendo a su cuerpo.

¿Por qué Jesús trazó la conexión entre el templo judío y su propio cuerpo? Porque él vino a tomar el lugar del templo como el lugar de reunión con Dios. Con la venida del Hijo de Dios en carne humana, el ritual y la adoración experimentarían un cambio profundo. Cristo mismo se convertiría en el cordero pascual definitivo, en el sacerdote definitivo, en el templo definitivo. Todos ellos pasarían, y él se quedaría.

Lo que quedara sería infinitamente mejor. Refiriéndose a sí mismo, Jesús dijo: "Os digo que uno mayor que el templo está aquí" (Mateo 12:6). El templo se convertía en la morada de Dios en raras ocasiones cuando la gloria de Dios llenaba el lugar santo. Pero la Biblia dice acerca de Cristo: "En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Colosenses 2:9). La presencia de Dios no va y viene sobre Jesús. Él es Dios. Donde lo encontramos, nos encontramos con Dios.

 

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Dios se encontraba con el pueblo en el templo a través de muchos mediadores humanos imperfectos. Pero ahora se dice acerca de Cristo: “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Si nos encontramos con Dios en adoración, solo hay un lugar donde debemos ir, a Jesucristo. El cristianismo no tiene un centro geográfico como el islam y el judaísmo.

Una vez, cuando Jesús enfrentó a una mujer con su adulterio, ella cambió de tema y dijo: "Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, . . la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre." La geografía no es el problema. ¿Qué lo es? Jesús continuó: "La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad" (Juan 4:20-23).

Jesús cambia las categorías por completo. No en este monte o en esa ciudad, sino en espíritu y en verdad. Él vino al mundo para explotar la limitación geográfica. No hay templo ahora. Jerusalén no es el centro. Cristo lo es. ¿Queremos ver a Dios? Jesús dice: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Juan 14:9). ¿Queremos recibir a Dios? Jesús dice: "El que me recibe a mí, recibe al que me envió" (Mateo 10:40). ¿Queremos tener la presencia de Dios en la adoración? La Biblia dice: "El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre" (1 Juan 2:23). ¿Queremos honrar al Padre? Jesús dice: "El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió" (Juan 5:23).

Cuando Cristo murió y resucitó, el antiguo templo fue reemplazado por el Cristo accesible globalmente. Puedes venir a él sin mover un músculo. Él es tan cercano como la fe.

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Y los otros sacerdotes . . . por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. . . . no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

Hebreos 7:23-27

Entró Cristo . . . en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.

Hebreos 9:24-26

Todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios.

Hebreos 10:11-12

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Para Llevar el Sacerdocio del Antiguo Testamento a un Fin y Convertirse en el Eterno Sumo Sacerdote 

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Una de las más grandes frases de la verdad cristiana es "de una vez por todas". Proviene de una palabra griega (ephapax) y significa "una vez para siempre". Significa que sucedió algo que fue decisivo. El acto logró tanto que nunca debe repetirse. Cualquier esfuerzo por repetirlo desacreditaría el logro que sucedió "de una vez por todas".

Era una triste realidad año tras año que los sacerdotes en Israel tenían que ofrecer sacrificios de animales por sus propios pecados y por los pecados del pueblo. No quiero decir que no hubo perdón. Dios decretó estos sacrificios para el alivio de su pueblo. Ellos pecaban y necesitaban un sustituto para soportar su castigo. Fue misericordia el hecho de que Dios aceptara el ministerio de sacerdotes pecadores y de animales sustitutos.

Pero había un lado oscuro en esto. Tenían que hacerse una y otra vez. La Biblia dice: "En estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados" (Hebreos 10:3). Las personas sabían que cuando pusieran sus manos sobre la cabeza de un toro para transferir sus pecados al animal, todo tendría que hacerse nuevamente. Ningún animal podría ser suficiente para sufrir por los pecados humanos. Los sacerdotes pecadores tenían que sacrificarse por sus propios pecados. Los sacerdotes mortales tenían que ser reemplazados. Los toros y las cabras no tenían vida moral y no podían soportar la culpa del hombre. "La sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados" (Hebreos 10:4).

Pero había un rayo de luz en torno a esta nube de insuficiencia sacerdotal. Si Dios honraba estas cosas inadecuadas, debía significar que un día enviaría a un sirviente calificado para completar lo que estos sacerdotes no podrían realizar—quitar el pecado de una vez por todas.

Ese es Jesucristo. Se convirtió en el Sacerdote definitivo y en el Sacrificio definitivo. Sin pecado, no ofreció sacrificios para sí mismo. Inmortal, nunca tiene que ser reemplazado. Humano, podría soportar los pecados humanos. Por lo tanto, él no ofreció sacrificios para sí mismo; se ofreció a sí mismo como el sacrificio definitivo. Nunca habrá necesidad de otro. Hay un mediador entre nosotros y Dios. Un sacerdote. No necesitamos otro. Oh, cuán felices son aquellos que se acercan a Dios por medio de Cristo solamente.

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Para Convertirse en un Sacerdote Empático y Servicial

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Hebreos 4:15-16

Cristo se convirtió en nuestro sacerdote por medio de su propio sacrificio en la cruz (Hebreos 9:26). Él es nuestro intermediario con Dios. Su obediencia y su sufrimiento fueron tan perfectos que Dios no lo rechazará. Por lo tanto, si vamos ante Dios a través de él, Dios tampoco nos rechazará.

Pero esto se pone aún mejor. En el camino a la cruz durante treinta años, Cristo fue tentado como todo ser humano es tentado. Es cierto, él nunca pecó. Pero las personas sabias han señalado que esto significa que sus tentaciones fueron más fuertes que las nuestras, no más débiles. Si una persona cede a la tentación, nunca alcanza su ataque más completo y prolongado. Capitulamos mientras la presión todavía está creciendo. Pero Jesús nunca lo hizo. Así que soportó la presión total hasta el final y nunca cedió. Él sabe lo que es ser tentado con la fuerza más completa.

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Toda una vida de tentación que culminó en un espectacular abuso y abandono le dieron a Jesús una capacidad incomparable para empatizar con las personas en la tentación y en el sufrimiento. Nadie ha sufrido más. Nadie ha sufrido más abuso. Y nadie nunca lo mereció menos o tuvo un mayor derecho a contraatacar. Pero el apóstol Pedro dijo: "No hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente" (1 Pedro 2:22-23).

Por lo tanto, la Biblia dice que él puede "compadecerse de nuestras debilidades" (Hebreos 4:15). Esto es increíble. El Hijo de Dios resucitado en el cielo, a la diestra de Dios, con toda autoridad sobre el universo, siente lo que sentimos cuando venimos ante él con pesar o dolor—o acorralados con las promesas de un placer pecaminoso.

¿Qué diferencia hace esto? La Biblia responde al hacer una conexión entre la empatía de Jesús y nuestra confianza en la oración. Dice que debido a que él es capaz de "compadecerse de nuestras debilidades. . . [por lo tanto,] Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos 4:15-16).

Evidentemente, el pensamiento es el siguiente: es probable que nos sintamos desagradables ante la presencia de Dios si venimos con dificultades. Sentimos la pureza y la perfección de Dios con tanta intensidad que todo lo que nos rodea parece inadecuado en su presencia. Pero entonces recordamos que Jesús es “empático.” Él siente con nosotros, no contra nosotros. Esta toma de conciencia de la empatía de Cristo nos hace atrevernos a venir. Él conoce nuestro llanto. Él probó nuestra lucha. Nos pide que vengamos con confianza cuando sentimos nuestra necesidad. Entonces, recordemos la vieja canción de John Newton:

Tú estás viniendo ante un rey.

Grandes peticiones llevas contigo.

Pues su gracia y poder son tales

Que nadie nunca podrá pedir demasiado.4.

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Para Liberarnos de la Futilidad de Nuestros Ancestros

Fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.

1 Pedro 1:18-19

Las personas seculares de Occidente, y las personas más primitivas de tribus animistas, tienen esto en común: creen en el poder de la esclavitud ancestral. Lo nombran de diferentes formas. Las personas animistas pueden hablar en términos de espíritus ancestrales y de la transmisión de maldiciones. Las personas seculares pueden hablar de influencia genética o de la herida de padres abusivos, dependientes y emocionalmente distantes. En ambos casos hay una sensación de fatalismo acerca de que estamos obligados a vivir con la maldición o con las heridas de nuestros antepasados. El futuro parece inútil y sin felicidad.

Cuando la Biblia dice: "fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres", se está refiriendo a una forma de vida vacía, sin sentido, inútil, que termina en la destrucción. Dice que estas "formas inútiles" están conectadas con nuestros antepasados. No dice cómo. Lo crucial es notar cómo somos liberados de la esclavitud de esta inutilidad. El poder del libertador define el alcance de la liberación.

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La liberación de la esclavitud ancestral ocurre "no con cosas corruptibles, como oro o plata." La plata y el oro representan las cosas más valiosas que se podrían pagar por nuestro rescate. Pero todos sabemos que son inútiles. Las personas más ricas a menudo son las más esclavizadas a la inutilidad. Un jefe tribal rico puede ser atormentado por el temor de un hechizo ancestral en su vida. Un presidente secular de una empresa exitosa puede ser impulsado por fuerzas inconscientes de su entorno que arruinan su matrimonio y sus hijos.

La plata y el oro son impotentes para ayudar. El sufrimiento y la muerte de Jesús proporcionan lo que se necesita: no el oro o la plata sino "la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación". Cuando Cristo murió, Dios tuvo una visión de la relación entre nosotros y nuestros ancestros. Quería liberarnos de la inutilidad que heredamos de ellos. Esa es una de las grandes razones por las que Cristo murió.

Ningún hechizo puede resistir en contra tuyo si todos tus pecados han sido perdonados, si estás vestido con la justicia de Cristo y si eres redimido y amado por el Creador del universo. El sufrimiento y la muerte de Jesús es la razón definitiva por la cual la Biblia dice acerca del pueblo de Dios: "Porque contra Jacob no hay agüero, ni adivinación contra Israel" (Números 23:23). Cuando Jesús murió, todas las bendiciones del cielo fueron compradas para aquellos que confían en él. Y cuando Dios bendice, nadie puede maldecir.

Tampoco una herida infligida por un padre se encuentra más allá de la sanidad de Jesús. El rescate sanador es llamado "la sangre preciosa de Cristo". La palabra "preciosa" transmite un valor infinito. Por lo tanto, el rescate es infinitamente liberador. Ninguna esclavitud puede resistirle. Por lo tanto, cambiemos la plata y el oro y abracemos el don de Dios.

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Para Liberarnos de la Esclavitud del Pecado

Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos.

Apocalipsis 1:5-6

También Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.

Hebreos 13:12

Nuestro pecado nos arruina de dos maneras. Nos hace culpables ante Dios, de modo que estamos bajo su justa condenación; y nos hace grotescos en nuestro comportamiento, por lo que desfiguramos la imagen de Dios que debíamos mostrar. Nos condena con la culpa, y nos esclaviza a la falta de amor.

La sangre de Jesús nos libera de ambas miserias. Satisface la justicia de Dios para que nuestros pecados puedan ser perdonados justamente. Y derrota el poder del pecado para hacernos esclavos de la falta de amor. Hemos visto cómo Cristo absorbe la ira de Dios y cómo quita nuestra culpa. Pero ahora, ¿cómo es que la sangre de Cristo nos libera de la esclavitud del pecado?

La respuesta no es que él sea un poderoso ejemplo para nosotros y nos inspire a liberarnos del egoísmo. Oh, sí, Jesús es un ejemplo para nosotros. Y uno muy poderoso. Claramente él quería que lo imitáramos: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros" (Juan 13:34). Pero el llamado a la imitación no es el poder de la liberación. Hay algo más profundo.

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El pecado es una influencia tan poderosa en nuestras vidas que debemos ser liberados por medio del poder de Dios, no por medio de nuestra fuerza de voluntad. Pero dado que somos pecadores debemos preguntarnos: ¿el poder de Dios está dirigido hacia nuestra liberación o hacia nuestra condena? Ahí es donde entra el sufrimiento de Cristo. Cuando Cristo murió para eliminar nuestra condena, abrió, por así decirlo, la válvula de la poderosa misericordia del cielo para que fluyera en nombre de nuestra liberación del poder del pecado.

En otras palabras, el rescate de la culpa del pecado y de la ira de Dios tuvo que preceder al rescate del poder del pecado por medio de la misericordia de Dios. Las palabras bíblicas cruciales para decir esto son: La justificación precede y asegura la santificación. Ellas son diferentes. Una es una declaración instantánea (¡no culpable!); la otra es una transformación en curso.

Ahora, para aquellos que confían en Cristo, el poder de Dios no está al servicio de su ira de condenación, sino de su misericordia liberadora. Dios nos da este poder para cambiar a través de la persona de su Espíritu Santo. Es por eso que la belleza de "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" se denomina "el fruto del Espíritu" (Gálatas 5:22-23). Esta es la razón por la cual la Biblia puede hacer la promesa increíble: "El pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Romanos 6:14). Estar “bajo la gracia” asegura el poder omnipotente de Dios para destruir nuestra falta de amor (no todo a la vez, sino progresivamente). No somos pasivos en la derrota de nuestro egoísmo, pero tampoco proporcionamos el poder decisivo. Es la gracia de Dios. De ahí que el gran apóstol Pablo dijera: "He trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo" (1 Corintios 15:10). Que el Dios de toda gracia, por medio de la fe en Cristo, nos libre tanto de la culpa como de la esclavitud del pecado.

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Para Que Pudiéramos Morir al Pecado y Vivir en la Justicia

Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia.

1 Pedro 2:24.

Por extraño que pueda parecer, el hecho de que Cristo muriera en nuestro lugar y por nuestros pecados significa que nosotros morimos. Pensarías que tener un sustituto que muera en tu lugar significaría que escapas de la muerte. Y, por supuesto, sí escapamos de la muerte—la muerte eterna de la miseria interminable y de la separación de Dios. Jesús dijo: "Les doy vida eterna; y no perecerán jamás" (Juan 10:28). "Todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:26). La muerte de Jesús ciertamente significa que "todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).

Pero hay otro sentido en el que morimos precisamente porque Cristo murió en nuestro lugar y por nuestros pecados. "Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia"(1 Pedro 2:24). Él murió para que pudiéramos vivir; y murió para que pudiéramos morir. Cuando Cristo murió, yo, como creyente en Cristo, morí junto con él. La Biblia es clara: "Fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte" (Romanos 6:5). "Uno murió por todos, luego todos murieron" (2 Corintios 5:14).

La fe es la evidencia de estar unido a Cristo de esta manera profunda. Los creyentes pueden decir: "con Cristo estoy juntamente crucificado" (Gálatas 2:20). 

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Miramos hacia atrás a su muerte y sabemos que, en la mente de Dios, estábamos allí. Nuestros pecados estaban sobre él, y la muerte que merecíamos nos estaba sucediendo en él. El bautismo significa esta muerte con Cristo. "Somos sepultados. . . juntamente con él para muerte por el bautismo"(Romanos 6:4). El agua es como una tumba. Sumergirse es una imagen de la muerte. Resurgir es una imagen de una nueva vida. Y todo es una imagen de lo que Dios está haciendo "sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios" (Colosenses 2:12).

El hecho de que morí con Cristo está directamente relacionado con su muerte por mi pecado. "quien llevó él mismo nuestros pecados . . . para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia". Esto significa que cuando abrazo a Jesús como mi Salvador, abrazaré mi propia muerte como pecador. Mi pecado llevó a Jesús a la tumba y me trajo allí con él. La fe ve el pecado como un asesino. Mató a Jesús, y me mató a mí.

Por lo tanto, volverse cristiano significa morir al pecado. El viejo ser que amaba el pecado murió con Jesús. El pecado es como una prostituta que ya no se ve hermosa. Ella es la asesina de mi Rey y de mí mismo. Por lo tanto, el creyente está muerto para el pecado, ya no es dominado por sus atracciones. El pecado, la prostituta que mató a mi amigo, no tiene ningún atractivo. Ella se ha convertido en una enemiga.

Mi nueva vida ahora se ve influenciada por la rectitud. "quien llevó él mismo nuestros pecados . . . para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia"(1 Pedro 2:24). La belleza de Cristo, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí, es el deseo de mi alma. Y su belleza es justicia perfecta. El mandamiento que ahora amo obedecer es este (y te invito a que te unas a mí): “presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Romanos 6:13).

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Para Que Pudiéramos Morir a la Ley y Llevar Fruto para Dios

También vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.

Romanos 7:4.

Cuando Cristo murió por nosotros, nosotros morimos con él. Dios miró a nuestra dirección, hacia aquellos que creemos como seres unidos a Cristo. Su muerte por nuestro pecado fue nuestra muerte en él. (Ver el capítulo anterior.) Pero el pecado no fue la única realidad que mató a Jesús y a nosotros. También lo hizo la ley de Dios. Cuando violamos la ley al pecar, la ley nos condena a muerte. Si no hubiera ley, no habría castigo. "Pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión" (Romanos 4:15). Pero "lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que. . . todo el mundo quede bajo el juicio de Dios"(Romanos 3:19).

No había escape de la maldición de que la ley. Ésta era justa; nosotros éramos culpables. Solo había una forma de ser libres: alguien debía pagar la penalidad. Es por eso que Jesús vino: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición" (Gálatas 3:13).

Por lo tanto, la ley de Dios no puede condenarnos si estamos en Cristo. Su poder para gobernarnos está doblemente destrozado. Por un lado, las demandas de la ley han sido satisfechas por Cristo en nuestro nombre. Su cumplimiento perfecto de la ley es acreditado a nuestra cuenta (ver capítulo 11). Por otro lado, las demandas de la ley han sido pagadas por la sangre de Cristo.

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Esta es la razón por la cual la Biblia enseña tan claramente que estar bien ante Dios no se basa en guardar la ley. "Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él" (Romanos 3:20). "El hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo" (Gálatas 2:16). No hay esperanza de quedar bien con Dios guardando la ley. La única esperanza es la sangre y la justicia de Cristo, que es nuestra por medio de la fe solamente. "Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley" (Romanos 3:28).

Entonces, ¿cómo podemos agradar a Dios, si estamos muertos a su ley y ésta ya no es nuestra ama? ¿La ley no es la expresión de la buena y santa voluntad de Dios (Romanos 7:12)? La respuesta bíblica es que en lugar de pertenecer a la ley, que exige y condena, ahora pertenecemos a Cristo que exige y da. Antiguamente, la justicia era exigida desde el exterior en letras escritas en piedra. Pero ahora la justicia se eleva dentro de nosotros como un anhelo en nuestra relación con Cristo. Él está presente y es real. Por medio de su Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Una persona viva ha reemplazado una lista letal. "La letra mata, mas el espíritu vivifica" (2 Corintios 3:6). (Ver el capítulo 14.)

Esta es la razón por la cual la Biblia dice que la nueva forma de obediencia es fructífera, no respetuosa de la ley. "Vosotros. . . habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios"(Romanos 7:4). Hemos muerto a la obligación de guardar la ley para poder vivir con el propósito de llevar fruto. El fruto crece naturalmente en un árbol. Si el árbol es bueno, el fruto será bueno. Y el árbol, en este caso, es una relación viva de amor hacia Jesucristo. Él murió por esta razón. Ahora nos pide que vengamos: "Confía en mí". Muere a la ley, para que puedas llevar el fruto de amor.

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Para Capacitarnos para Vivir para Cristo y No para Nosotros Mismos

Murió por todos, para que quienes viven quizás ya no vivan para sí, sino para aquel que por ellos murió y resucitó.

2 Corintios 5:15.

A muchas personas les confunde el hecho de que Cristo muriera para exaltar a Cristo. Concluyendo en su esencia, 2 Corintios 5:15 dice que Cristo murió por nosotros para que pudiéramos vivir para él. En otras palabras, él murió por nosotros para que pudiéramos hacer mucho acerca de él. Sin rodeos, Cristo murió por Cristo.

Ahora eso es verdad. No es un juego de palabras. La verdadera esencia del pecado es que hemos fallado en glorificar a Dios, lo cual incluye no glorificar a su Hijo (Romanos 3:23). Pero Cristo murió para soportar ese pecado y para liberarnos de él. Entonces él murió para soportar la deshonra que habíamos acumulado en él a causa de nuestro pecado. Él murió para cambiar esto. Cristo murió para la gloria de Cristo.

La razón por la que esto confunde a las personas es porque suena vano. No parece algo amoroso de hacer. Por lo tanto parece convertir el sufrimiento de Cristo en todo lo contrario de lo que la Biblia dice que es, es decir, un acto supremo de amor. Pero de hecho se trata de ambas cosas. La muerte de Cristo por su propia gloria y su muerte para mostrar amor, ambas no solo son verdaderas, las dos son iguales.

Cristo es único. Nadie más puede actuar de esta manera y llamarlo amor. Cristo es el único ser humano en el universo que también es Dios y, por lo tanto, es infinitamente valioso. Él es infinitamente hermoso en todas sus perfecciones morales. Él es infinitamente sabio, justo, bueno y fuerte. "Siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia" (Hebreos 1:3). Verlo y conocerlo es más satisfactorio que tener todo lo que la tierra puede ofrecer.

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Quienes lo conocieron mejor hablaron de esta manera:

Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. (Filipenses 3:7-8).

"Por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" no significa "para que podamos ayudarlo". "[Dios no] es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo" (Hechos 17:25). Tampoco Cristo: "El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:45). Cristo no murió para que podamos ayudarlo, sino para que podamos verlo y apreciarlo como alguien infinitamente valioso. Él murió para destetarnos de los placeres venenosos y para cautivarnos con los placeres de su belleza. De esta manera, nosotros somos amados y él es honrado. Estos no son objetivos opuestos. Son uno solo.

Jesús les dijo a sus discípulos que tenía que irse para poder enviar al Espíritu Santo, el Ayudador (Juan 16:7). Luego les dijo lo que el Ayudador haría cuando viniera: "Él me glorificará" (Juan 16:14). Cristo murió y se levantó para que lo viéramos y lo magnificáramos. Esta es la mejor ayuda del mundo. Esto es amor. La oración más amorosa que Jesús exclamó fue esta: "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado" (Juan 17:24). Cristo murió por esto. Esto es amor—sufrimiento para darnos un disfrute eterno, es decir, a sí mismo.

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Para Hacer de la Cruz el Fundamento de Todos Nuestros Alardes

Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.

Gálatas 6:14.

Esto parece exagerado. ¡Gloriarse solo en la cruz! ¿De Verdad? ¿Literalmente solo en la cruz? Incluso la Biblia habla sobre otras cosas de que gloriarse. Gloriarnos en la gloria de Dios (Romanos 5:2). Gloriarnos en nuestras tribulaciones (Romanos 5:3). Gloriarnos en nuestras debilidades (2 Corintios 12:9). Gloriarnos en el pueblo de Cristo (1 Tesalonicenses 2:19). ¿Qué significa "solo" aquí?

Significa que todo otro alarde debería ser un alarde en la cruz. Si nos gloriamos con la esperanza de la gloria, ese mismo alarde debería ser un alarde en la cruz de Cristo. Si nos gloriamos en el pueblo de Cristo, ese mismo alarde debería ser un alarde en la cruz. Gloriarse sólo en la cruz significa que sólo la cruz permite cada otro alarde legítimo, y todo alarde legítimo por tanto debe honrar la cruz.

¿Por qué? Porque todo lo bueno—de hecho, incluso todo lo malo que Dios revierte para bien—fue obtenido por la cruz de Cristo. Sin la fe en Cristo, los pecadores obtienen solo juicio. Sí, hay muchas cosas agradables que vienen para los incrédulos. 

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Pero la Biblia enseña que incluso estas bendiciones naturales de la vida solo aumentarán la severidad del juicio de Dios al final, si no son recibidas con agradecimiento sobre la base de los sufrimientos de Cristo (Romanos 2:4-5).

Por lo tanto, todo lo que disfrutamos, como personas que confían en Cristo, se debe a su muerte. Su sufrimiento absorbió todo el juicio que los pecadores culpables merecen y compró todo lo bueno que disfrutan los pecadores perdonados. Por lo tanto, todo nuestro alarde en estas cosas debe ser un alarde en la cruz de Cristo. No estamos tan centrados en Cristo y no valoramos tanto la cruz como deberíamos, porque no meditamos en la verdad de que todo lo bueno, y todo lo malo que Dios revierte para bien, fue comprado por medio de los sufrimientos de Cristo.

¿Y cómo adoptamos radicalmente ese enfoque de la cruz? Debemos despertar a la verdad de que cuando Cristo murió en la cruz, nosotros morimos (véase el capítulo 31). Cuando le sucedió esto al apóstol Pablo, él dijo: "El mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo" (Gálatas 6:14). Esta es la clave del alarde centrado en Cristo en la cruz.

Cuando pones tu confianza en Cristo, la abrumadora atracción del mundo se rompe. Eres un cadáver para el mundo, y el mundo es un cadáver para ti. O para decirlo positivamente, eres una "nueva creación" (Gálatas 6:15). El viejo tú está muerto. Un nuevo tú está vivo—el tú de fe en Cristo. Y aquello que marca esta fe es que atesora a Cristo sobre todo en el mundo. El poder del mundo para cortejar tu amor ha muerto.

Estar muerto para el mundo significa que cada placer legítimo en el mundo se convierte en una evidencia comprada con sangre del amor de Cristo y en una ocasión para gloriarse en la cruz. Cuando nuestros corazones corren a lo largo del rayo de bendición hacia la fuente de la cruz, entonces la mundanalidad de la bendición está muerta, y el Cristo crucificado lo es todo.

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Para Que Podamos Vivir por Fe en Él

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Gálatas 2:20

Hay una paradoja explícita en este versículo. “estoy juntamente crucificado”, más “ahora vivo.” Pero tú podrías decir: “Eso no es paradójico, sólo es secuencial. Primero, yo morí con Cristo; luego fui resucitado con él y ahora vivo". Cierto. Pero ¿qué pasa con estas palabras aún más paradójicas: "Y ya no vivo yo", más "ahora vivo"? ¿Vivo o no?

Las paradojas no son contradicciones. Solo suenan de esa manera. Lo que Pablo quiere decir es que hubo un "yo" que murió, y hay un "yo" diferente que vive. Eso es lo que significa ser cristiano. Un antiguo yo muere. Un nuevo yo es "creado" o "resucitado". "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es" (2 Corintios 5:17). "Estando nosotros muertos en pecados, [Dios] nos dio vida juntamente con Cristo. . . y juntamente con él nos resucitó"(Efesios 2:5-6).

El objetivo de la muerte de Cristo fue llevar a nuestro "viejo yo" con él a la tumba y ponerle fin. "Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido" (Romanos 6:6). Si confiamos en Cristo, estamos unidos a él, y Dios cuenta nuestro viejo ser como muriendo con Cristo. El propósito fue levantar a un nuevo yo.

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Entonces, ¿quién es el nuevo yo? ¿Qué hay de diferente en estos dos yo? ¿Todavía soy yo? El versículo al principio de este capítulo describe el nuevo yo de dos maneras: Una forma es casi inimaginable; la otra es simple. Primero, dice que el nuevo yo es Cristo viviendo en mí: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí". Yo considero que esto significa que el nuevo yo se define por la presencia de Cristo y por su ayuda en todo momento. Él siempre me está impartiendo vida. Él siempre me está fortaleciendo para lo que me llama a hacer. Es por eso que la Biblia dice: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13). "Trabajo. . . luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí" (Colosenses 1:29). Entonces, al final de cuentas, el nuevo yo dice: "No osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí" (Romanos 15:18).

Esa es la primera forma en que Gálatas 2:20 habla del nuevo yo: vivificando por Cristo, sostenido por Cristo y fortalecido por Cristo. Para eso murió Cristo. Eso es un cristiano. La otra manera en que habla del nuevo yo es esta: vive al confiar en Cristo momento a momento. "Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí".

Sin esta segunda descripción del nuevo yo, podríamos preguntarnos cuál es nuestra parte al experimentar la ayuda diaria de Cristo. Ahora tenemos la respuesta: fe. Desde el lado divino, Cristo está viviendo en nosotros y nos permite vivir de la manera en la que nos enseña a vivir. Es su obra. Pero desde de nuestro lado, esto se experimenta al confiar en él momento a momento para estar con nosotros y para ayudarnos. La prueba de que él estará con nosotros y de que nos ayudará a hacer esto es el hecho de que él sufrió y murió para que esto sucediera.

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Para darle Matrimonio su Significado Más Profundo

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.

Efesios 5:25

El diseño de Dios para el matrimonio en la Biblia muestra al esposo amando a su esposa de la misma manera en que Cristo ama a su pueblo, y la esposa responde a su esposo de la misma manera que el pueblo de Cristo debería responderle. Esta imagen estaba en la mente de Dios cuando envió a Cristo al mundo. Cristo vino por su novia y murió para que ella mostrara la forma en que debía ser el matrimonio.

No, el punto de la analogía no es que los esposos deberían sufrir a manos de sus esposas. Es cierto, eso le sucedió a Jesús en cierto sentido. Sufrió para traer a un pueblo—una novia—a la existencia, y estas mismas personas estaban entre los que causaron su sufrimiento. Y gran parte de su dolor fue porque sus discípulos lo abandonaron (Mateo 26:56). Pero el objetivo de la analogía es ver cómo Jesús los amó hasta el punto de la muerte y no los desechó.

La idea de Dios para el matrimonio precedió a la unión de Adán y Eva y a la venida de Cristo. Sabemos esto porque cuando el apóstol de Cristo explicó el misterio del matrimonio, se remontó al comienzo de la Biblia y citó Génesis 2:24, “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” A continuación, en la siguiente frase interpreta lo que acababa de citar: “Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (Efesios 5:31-32).

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Eso significa que en la mente de Dios el matrimonio fue diseñado al principio para mostrar la relación de Cristo con su pueblo. La razón por la que el matrimonio es llamado un misterio es que su objetivo para el matrimonio no fue claramente revelado hasta la venida de Cristo. Ahora vemos que el matrimonio está destinado a hacer que el amor de Cristo por su pueblo sea más visible en el mundo.

Como esto estaba en la mente de Dios desde el principio, también estaba en la mente de Cristo cuando se enfrentó a la muerte. Él sabía que entre los muchos efectos de su sufrimiento estaba este: hacer más claro el profundo significado del matrimonio. Todos sus sufrimientos estaban destinados a ser un mensaje especialmente para los esposos: Así es como todo marido debe amar a su esposa.

Aunque Dios no apuntó, en el principio, a que los matrimonios fueran miserables, muchos lo son. Eso es lo que hace el pecado. Nos hace tratarnos mal. Cristo sufrió y murió para cambiar eso. Las esposas tienen su responsabilidad en este cambio. Pero Cristo les da una responsabilidad especial a los maridos. Es por eso que la Biblia dice: "Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella" (Efesios 5:25).

Los maridos no son Cristo. Pero están llamados a ser como él. Y el punto específico de semejanza es la disposición del esposo a sufrir por el bien de su esposa sin amenazarla ni abusar de ella. Esto incluye el sufrimiento para protegerla de cualquier fuerza externa que pueda dañarla, además de sufrir desilusiones o abusos, incluso de parte de ella. Este tipo de amor es posible porque Cristo murió por ambos, esposo y esposa. Sus pecados son perdonados. Ninguno necesita hacer que el otro sufra por los pecados. Cristo ha soportado ese sufrimiento. Ahora, como dos personas pecaminosas y perdonadas, podemos devolver bien por mal.

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Para Crear un Pueblo Apasionado por las Buenas Obras

[Él] se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.

Tito 2:14

En el corazón del cristianismo se encuentra la verdad de que Dios nos ha perdonado y nos ha aceptado, no porque hayamos hecho buenas obras, sino para hacernos capaces y celosos de hacerlas. La Biblia dice: "[Dios] nos salvó. . . no conforme a nuestras obras"(2 Timoteo 1:9). Las buenas obras no son el fundamento de nuestra aceptación, sino el fruto de ello. Cristo sufrió y murió no porque le presentamos buenas obras, sino que murió para "purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras" (Tito 2:14).

Este es el significado de la gracia. No podemos obtener una posición correcta ante Dios debido a nuestras obras. Este debe ser un regalo gratuito. Solo podemos recibirlo por fe, considerándolo como nuestro gran tesoro. Esta es la razón por la cual la Biblia dice: "Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9). Cristo sufrió y murió para que las buenas obras sean el efecto, no la causa, de nuestra aceptación. 

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No es de extrañar, entonces, que la siguiente frase diga: "Porque somos. . . creados en Cristo Jesús para buenas obras" (Efesios 2:10). Esto es que somos salvos para buenas obras, no por buenas obras. Y el objetivo de Cristo no es la mera capacidad de hacerlos, sino la pasión de hacerlos. Es por eso que la Biblia usa la palabra "celoso". Cristo murió para hacernos "celosos de buenas obras". Celo significa pasión. Cristo no murió para hacer que las buenas obras sean meramente posibles o para producir una búsqueda poco entusiasta. Murió para producir en nosotros una pasión por las buenas obras. La pureza cristiana no es la mera elusión del mal, sino la búsqueda del bien.

Hay razones por las cuales Jesús pagó el precio infinito para producir nuestra pasión por las buenas obras. Él dio la razón principal con estas palabras: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5:16). Dios se muestra glorioso por las buenas obras de los cristianos. Para esa gloria, Cristo sufrió y murió.

Cuando el perdón y la aceptación de Dios nos han liberado del temor, del orgullo y de la avaricia, estamos llenos del celo por amar a los demás de la misma manera en que hemos sido amados. Arriesgamos nuestras posesiones y nuestras vidas ya que estamos seguros en Cristo. Cuando amamos a otros como este, nuestro comportamiento es contrario a la auto realización y a la auto conservación humanas. La atención es dirigida hacia nuestro Tesoro y Seguridad transformadores de vida, a saber, Dios.

¿Y cuáles son estas "buenas obras"? Sin limitar su alcance, la Biblia se refiere principalmente a ayudar a las personas con necesidades urgentes, especialmente a aquellos que poseen menos y que sufren más. Por ejemplo, la Biblia dice: "Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad" (Tito 3:14). Cristo murió para hacernos este tipo de personas—apasionados por ayudar a los pobres y a los que perecen. Es la mejor vida, sin importar lo que nos cueste en este mundo: ellos obtienen ayuda, nosotros obtenemos alegría, Dios obtiene la gloria.

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Para Llamarnos a Seguir su Ejemplo de Humildad y de Amor Costoso

Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. . . . Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas.

1 Pedro 2:19-21

Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado.

Hebreos 12:3-4

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Filipenses 2:5-8

La imitación no es salvación. Pero la salvación trae imitación. Cristo no nos es dado primero como modelo, sino como Salvador. En la experiencia del creyente, primero viene el perdón de Cristo, luego el modelo de Cristo. En la experiencia de Cristo mismo, suceden al mismo tiempo: el mismo sufrimiento que perdona nuestros pecados provee nuestro modelo de amor.

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De hecho, solo cuando experimentamos el perdón de Cristo, él puede convertirse en un modelo para nosotros. Esto suena mal porque sus sufrimientos son únicos. No pueden ser imitados. Nadie más que el Hijo de Dios puede sufrir "por nosotros" como lo hizo Cristo. Él cargó con nuestros pecados de una manera que nadie más podría. Él era un sustituto sufriente. Nunca podremos duplicar esto. De una vez por todas fue el justo para los injustos. El sufrimiento divino y vicario de los pecadores es inimitable.

Sin embargo, este sufrimiento único, después de perdonar y de justificar a los pecadores, los transforma en personas que actúan como Jesús, no como él en perdón, sino como él en amor. Como él al sufrir para hacer el bien hacia los demás. Como él al no devolver mal por mal. Como él en humildad y en mansedumbre. Como él en paciencia. Como él en servicio. Jesús sufrió por nosotros de manera única, para que podamos sufrir con él en la causa del amor.

El apóstol de Cristo, Pablo, dijo que su ambición primero era compartir la justicia de Cristo por la fe, y luego compartir sus sufrimientos en el ministerio. "[Puedo] ser hallado en [Cristo], no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo. . . a fin de . . . la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte" (Filipenses 3:9-10). La justificación precede y hace posible la imitación. El sufrimiento de Cristo por la justificación hace posible nuestro sufrimiento para proclamación. Nuestro sufrimiento por los demás no elimina la ira de Dios. Muestra el valor de tener la ira de Dios eliminada por medio del sufrimiento de Cristo. Conduce a las personas hacia él.

Cuando la Biblia nos llama a decir, "todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna" (2 Timoteo 2:10), significa que nuestra imitación de Cristo dirige a las personas hacia él, quien es el único que puede salvar. Nuestro sufrimiento es crucial, pero solo Cristo salva. Por lo tanto, imitemos su amor, pero no tomemos su lugar.

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Para Crear un Grupo de Seguidores Crucificados

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.

Lucas 9:23

El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.

Mateo 10:38

Cristo murió para crear camaradas de camino al Calvario. Calvario es el nombre del monte donde fue crucificado. Él sabía que el camino de su vida lo llevaría allí eventualmente. De hecho, "afirmó su rostro" para ir allí (Lucas 9:51). Nada impediría que su misión pereciera. Sabía dónde y cuándo tenía que suceder. Cuando alguien le advirtió, de camino a Jerusalén, que estaba en peligro por parte del rey Herodes, despreció la idea de que Herodes pudiera cortocircuitar el plan de Dios. "Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra" (Lucas 13:32). Todo estaba procediendo de acuerdo al plan. Y cuando finalmente llegó el fin y la turba lo arrestó la noche antes de morir, les dijo: "Todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas" (Mateo 26:56).

En cierto sentido, el camino del Calvario es donde todos se encuentran con Jesús. Es cierto que ya ha caminado por el camino, ha muerto y ha resucitado, y ahora reina en el cielo hasta que vuelva. Pero cuando Cristo se encuentra con una persona hoy, siempre está en el camino del Calvario, en el camino a la cruz. Cada vez que se encuentra con alguien en el camino del Calvario, dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame" (Lucas 9:23). Cuando Cristo fue a la cruz, su objetivo era llamar a un gran grupo de creyentes tras él.

 

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La razón de esto no es que Jesús deba morir nuevamente hoy, sino que nosotros debemos hacerlo. Cuando nos ordena que tomemos nuestra cruz, quiere decir que vengamos y muramos. La cruz era un lugar de ejecución horrible. Hubiera sido impensable en los días de Jesús haber usado una cruz como una joya. Hubiera sido como usar una silla eléctrica en miniatura o una cuerda de linchamiento. Sus palabras debieron haber tenido un efecto aterrador: "El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí" (Mateo 10:38).

Así que hoy las palabras son aleccionadoras. Quieren decir al menos que cuando sigo a Jesús como mi Salvador y Señor, el viejo yo determinado en sí mismo y absorto en sí mismo debe ser crucificado. Todos los días debo reconocerme muerto al pecado y vivo para Dios. Este es el camino de la vida: "Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús" (Romanos 6:11).

Pero la camaradería de camino al Calvario significa más. Significa que Jesús murió para que estuviéramos dispuestos a soportar su vituperio. "Jesús . . . padeció fuera de la puerta. . . . Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio" (Hebreos 13:12-13). Pero no solo vituperio. Si es necesario, martirio. La Biblia muestra a algunos de los seguidores de Cristo de esta manera: "Le han vencido [a Satanás] por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte" (Apocalipsis 12:11). Entonces el Cordero de Dios derramó su sangre para que podamos vencer al diablo al confiar en su sangre y al despojarnos de la nuestra. Jesús nos llama al camino del Calvario. Es una vida difícil y buena. Ven.

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Para Liberarnos de la Esclavitud del Temor a la Muerte

Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

Hebreos 2:14-15

Jesús llamó homicida a Satanás. "El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad. . . es mentiroso, y padre de mentira" (Juan 8:44). Pero su principal interés no es matar. Es condenar. De hecho, él prefiere que sus seguidores tengan vidas largas y felices—para burlarse de los santos que sufren y para esconder los horrores del infierno.

Su poder para condenar a los seres humanos no radica en sí mismo, sino en los pecados que inspira y en las mentiras que cuenta. Lo único que condena a alguien es el pecado no perdonado. Los hechizos, los encantamientos, el vudú, las sesiones de espiritismo, las maldiciones, la magia negra, las apariciones, las voces: ninguno de estas cosas arroja a una persona al infierno. Son las campanas y los silbatos del diablo. La única arma letal que tiene es el poder de engañarnos. Su principal mentira es que la exaltación propia es más deseable que la exaltación de Cristo, y que el pecado es preferible a la justicia. Si esa arma pudiera ser quitada de su mano, ya no tendría el poder de la muerte eterna.

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Eso es lo que Cristo vino a hacer: quitar esa arma de la mano de Satanás. Para hacer esto, Cristo tomó nuestros pecados sobre sí mismo y sufrió por ellos. Cuando eso sucedió, ya no podían ser usados ​​por el demonio para destruirnos. ¿Recriminarnos? Sí. ¿Burlarse de nosotros? Sí. ¿Pero maldecirnos? No. Cristo llevó la maldición en nuestro lugar. Por más que lo intente, Satanás no puede destruirnos. La ira de Dios ha sido eliminada. Su misericordia es nuestro escudo. Y Satanás no puede tener éxito contra nosotros.

Para lograr esta liberación, Cristo tuvo que asumir una naturaleza humana, porque sin ella, no podría experimentar la muerte. Solo la muerte del Hijo de Dios podía destruir a aquel que tenía el poder de la muerte. Por lo tanto, la Biblia dice: "Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre [= tenían una naturaleza humana], él también participó de lo mismo [= tomó una naturaleza humana], para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" (Hebreos 2:14). Cuando Cristo murió por los pecados, le quitó al diablo su única arma letal: el pecado no perdonado.

La libertad del miedo fue el objetivo de Cristo al hacer esto. Al morir, liberó "a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre" (Hebreos 2:14). El miedo a la muerte esclaviza. Nos vuelve tímidos y aburridos. Jesús murió para liberarnos. Cuando el miedo a la muerte es destruido por medio de un acto de amor abnegado, la esclavitud a la auto preservación aburrida y engreída es rota. Somos libres para amar como Cristo, incluso a costa de nuestras vidas.

El diablo puede matar nuestro cuerpo, pero ya no puede matar a nuestra alma. Hay seguridad en Cristo. E incluso nuestro cuerpo mortal algún día se levantará: "El que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros" (Romanos 8:11). Somos las más libres de todas las personas. Y la Biblia es inequívoca en aquello para lo que es esta libertad: "Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros" (Gálatas 5:13).

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Para que Pudiéramos Estar con Él Inmediatamente Después de la Muerte

[Él] murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él.

1 Tesalonicenses 5:10

El vivir es Cristo, y el morir es ganancia. . . . Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor.

Filipenses 1:21, 23

Quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.

2 Corintios 5:8

La Biblia no ve nuestros cuerpos como malos. El cristianismo no es como algunas antiguas religiones griegas que trataban el cuerpo como una carga para ser arrojada gustosamente. No, la muerte es una enemiga. Cuando nuestros cuerpos mueren, perdemos algo precioso. Cristo no está contra el cuerpo, sino por el cuerpo. La Biblia es clara en cuanto a esto: "El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo" (1 Corintios 6:13). Esta es una declaración maravillosa: ¡El Señor es para el cuerpo!

Pero no debemos ir tan lejos como para decir que sin el cuerpo no podemos tener vida y conciencia. La Biblia no enseña esto. 

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Cristo murió no solo para redimir el cuerpo, sino también para atar al alma tan cerca de sí mismo que, incluso sin el cuerpo, estemos con él. Este es un gran consuelo en la vida y en la muerte, y Cristo murió para que disfrutemos de esta esperanza.

Por un lado, la Biblia habla de perder el cuerpo en la muerte como una especie de desnudez del alma: "Los que estamos en este tabernáculo [= el cuerpo], gemimos. . . no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos" (2 Corintios 5:4). En otras palabras, preferiríamos pasar directamente de aquí al cuerpo de la resurrección sin tiempo intermedio cuando nuestros cuerpos estén en la tumba. Eso es lo que experimentarán aquellos que estén vivos cuando Cristo regrese del cielo.

Pero, por otro lado, la Biblia celebra el tiempo intermedio, cuando nuestras almas estén en el cielo y nuestros cuerpos estén en la tumba. Esta no es la gloria final, pero es gloriosa. Leemos, "el vivir es Cristo, y el morir es ganancia" (Filipenses 1:21). "¡Ganancia"! Sí, la pérdida del cuerpo por una temporada. En cierto sentido, "desnudados". Pero, más que nada, ¡"ganancia"! ¿Por qué? Porque la muerte para el cristiano significará volver a casa con Cristo. Como dice el apóstol Pablo: "Teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor" (Filipenses 1:23).

"¡Muchísimo mejor"! Todavía no lo mejor en todos los sentidos. Eso vendrá cuando el cuerpo se eleve en salud y en gloria. Pero aun así "muchísimo mejor". Estaremos con Cristo de una manera más íntima, más "en casa". Entonces los primeros cristianos dijeron: "Quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor" (2 Corintios 5:8). Aquellos de nosotros que creemos en Cristo no desaparecemos cuando morimos. No entramos en una especie de "sueño del alma". Vamos a estar con Cristo. Estamos "en casa". Esto es "muchísimo mejor". Es "ganancia".

Esta es una de las grandes razones por las que Cristo sufrió. "[Él] murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él" (1 Tesalonicenses 5:10). Como si durmiera, el cuerpo yace allí en la tumba. Pero vivimos con Cristo en el cielo. Esta no es nuestra esperanza final. Algún día el cuerpo será levantado. Pero, aparte de eso, estar con Cristo es precioso más allá de las palabras.

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Para Asegurar Nuestra Resurrección de Entre los Muertos.

Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.

Romanos 6:5

Si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.

Romanos 8:11

Si somos muertos con él, también viviremos con él.

2 Timoteo 2:11

Las llaves de la muerte fueron colgadas al interior de la tumba de Cristo. Desde fuera, Cristo podía hacer muchas obras maravillosas, como resucitar de entre los muertos a una niña de doce años y a dos hombres, solo para morir de nuevo (Marcos 5: 41-42; Lucas 7: 14-15; Juan 11:43-44). Si alguno fuera resucitado de entre los muertos, para no morir nunca más, Cristo tendría que morir por ellos, entrar en la tumba, tomar las llaves y abrir la puerta de la muerte desde adentro.

La resurrección de Jesús es el regalo de Dios y la prueba de que su muerte fue completamente exitosa al borrar los pecados de su pueblo y al eliminar la ira de Dios. Puedes ver esto en la palabra "por lo cual". Cristo fue "obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo" (Filipenses 2:8-9). Desde la cruz, el Hijo de Dios clamó: "Consumado es" (Juan 19:30). Y por medio de la resurrección, Dios el Padre clama: "¡Todo fue consumado!" La gran obra de pagar por nuestros pecados, de proporcionar nuestra justicia y de satisfacer la justicia de Dios concluyó en la muerte de Jesús.

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Luego, en la tumba, él tuvo el derecho y el poder de tomar las llaves de la muerte y de abrir la puerta a todos los que vienen a él por fe. Si es pagado el pecado, es proporcionada la justicia y la justicia es satisfecha, nada puede mantener a Cristo o a su pueblo en la tumba. Es por eso que Jesús clama: "el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades" (Apocalipsis 1:18).

La Biblia resuena con la verdad de que pertenecer a Jesús significa que seremos resucitados de entre los muertos con él. "Si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección" (Romanos 6:5). "Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él" (1 Tesalonicenses 4:14). "Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder" (1 Corintios 6:14).

Aquí está la conexión entre la muerte de Cristo y nuestra resurrección: “El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley” (1 Corintios 15:56). Lo que significa que todos hemos pecado, y la ley sentencia a los pecadores a la muerte eterna. Pero el texto continúa, “Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (verso 57). En otras palabras, la demanda de la ley es satisfecha con la vida y con la muerte de Jesús. Por lo tanto, los pecados son perdonados. Por lo tanto, se elimina el aguijón del pecado. Por lo tanto, aquellos que creen en Cristo no serán sentenciados a la muerte eterna, sino que serán "resucitados incorruptibles". . . entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria" (1 Corintios 15:52, 54). Asómbrate, y ven ante Cristo. Él te invita: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (Juan 11:25).

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Para Desarmar a los Gobernantes y a las Autoridades

Quitándola de en medio [el acta de los decretos que había contra nosotros] y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.

Colosenses 2:14-15

Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.

1 Juan 3:8

En la Biblia, "principados y potestades" puede referirse a los gobiernos humanos. Sin embargo, cuando leemos acerca de la cruz de Cristo “despojando a los principados y a las potestades” y “los exhibió públicamente” y “triunfando sobre ellos,” debemos pensar en los poderes demoníacos que afligen al mundo. Una de las declaraciones más claras sobre estos poderes malvados es Efesios 6:12. Dice que los cristianos "no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes".

Tres veces se le llama a Satanás "el príncipe de este mundo". Justo cuando Jesús estaba llegando a la última hora de su vida, él dijo: "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera" (Juan 12:31). La muerte de Jesús fue la derrota decisiva de "el príncipe de este mundo": el diablo. Y a medida que Satanás se vuelve, así se vuelven todos sus ángeles caídos. Todos ellos recibieron un golpe decisivo de derrota cuando Cristo murió.

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No es que hayan dejado de existir. Luchamos contra ellos incluso ahora. Pero ellos son un enemigo derrotado. Sabemos que tenemos la victoria final. Es como si a un gran dragón le hubieran cortado la cabeza y se estuviera revolcando hasta sangrar hasta la muerte. La batalla está ganada. Pero aún debemos tener cuidado con el daño que él puede hacer.

En la muerte de Jesús, Dios estaba "anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz" (Colosenses 2:14, ver el capítulo 7). Así es como lo hizo "despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente". En otras palabras, si la ley de Dios ya no nos condena, porque Cristo canceló nuestra deuda, entonces Satanás no tiene motivos para acusarnos.

La acusación del pueblo de Dios fue la gran obra del diablo delante de Cristo. La misma palabra Satanás significa "adversario o acusador". Pero escucha lo que sucedió cuando Cristo murió. Estas son las palabras de Juan el apóstol: "Oí una gran voz en el cielo, que decía: ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos" (Apocalipsis 12:10). Esta es la derrota y el desarme de los principados y potestades.

Ahora en Cristo, ninguna acusación puede oponerse al pueblo de Dios. "¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica" (Romanos 8:33). Ni el hombre ni Satanás pueden hacer que permanezca una acusación. El caso legal está cerrado. Cristo es nuestra justicia. Nuestro acusador está desarmado. Si trata de hablar en el tribunal del cielo, la vergüenza cubrirá su rostro. ¡Oh, qué audaces y libres debemos ser en este mundo cuando buscamos servir a Cristo y amar a las personas! No hay condenación para aquellos que están en Cristo. Alejémonos entonces de las tentaciones del diablo. Sus promesas son mentiras, y ha sido despojado de su poder.

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Para Desatar el Poder de Dios en el Evangelio

La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.

1 Corintios 1:18

No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.

Romanos 1:16.

Evangelio significa buenas nuevas. Son nuevas antes de que sean teología. Nuevas son la presentación de informes de que algo significativo ha sucedido. Buenas nuevas son el anuncio de que ha sucedido algo que hará feliz a la gente. El evangelio es la mejor nueva, porque lo que informa puede hacer feliz a la gente para siempre.

Aquello que informa el evangelio es la muerte y la resurrección de Cristo. El apóstol Pablo hace que la calidad de las noticias del Evangelio sea clara:

Os declaro . . . el evangelio . . . Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día . . . Y que. . . apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún. (1 Corintios 15:1-7).

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El corazón del evangelio es que "Cristo murió por nuestros pecados . . . fue sepultado . . . resucitó . . . y apareció a más de quinientos hermanos". El hecho de que él diga que muchos de estos testigos aún están vivos muestra cuán real es el evangelio. Quería decir que sus lectores podrían encontrar algunos testigos y consultarlos. El evangelio se trata de nuevas sobre hechos. Y los hechos fueron comprobables. Hubo testigos de la muerte, de la sepultura y de la vida de resurrección de Jesús.

Lo trágico es que, para muchos, esta buena nueva parece tonta. Pablo dijo: "La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios" (1 Corintios 1:18). Cristo murió para desatar este poder. "El Evangelio . . . es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree" (Romanos 1:16).

¿Por qué la muerte de Cristo no es vista como una buena nueva para todos? Debemos verla como algo verdadero y bueno antes de que podamos creerlo. Por lo que la pregunta es: ¿Por qué algunos lo ven como algo verdadero y bueno y otros no? Una respuesta se da en 2 Corintios 4:4, "El dios de este siglo [Satanás] cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo." Además de eso, la misma naturaleza humana pecadora está muerta a la verdadera realidad espiritual. "El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura" (1 Corintios 2:14).

Si alguien verá el evangelio como algo verdadero y bueno, la ceguera satánica y la muerte natural deben ser vencidas por el poder de Dios. Esta es la razón por la cual la Biblia dice que aunque el evangelio es locura para muchos, más "para los llamados". . . Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios" (1 Corintios 1:24). Este “llamado” es el acto misericordioso de Dios para quitar la muerte natural y la ceguera satánica, para que vemos a Cristo como verdadero y bueno. Este acto misericordioso es en sí mismo un regalo de Cristo comprado por sangre. Mira hacia él y ora para que Dios te permita ver y abrazar el evangelio de Cristo.

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Para Destruir la Hostilidad Entre Razas

Él . . . aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo.

Efesios 2:14-16

Las sospechas, los prejuicios y las actitudes degradantes entre judíos y gentiles (no judíos) en tiempos del Nuevo Testamento eran tan graves como las hostilidades raciales, étnicas y nacionales en nuestros días. Un ejemplo del antagonismo es lo que sucedió en Antioquía entre Cefas (a veces llamado Pedro) y Pablo. Pablo cuenta la historia: "Cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión" (Gálatas 2:11-12).

Pedro había estado viviendo en la libertad de Jesucristo. A pesar del hecho de que él era un cristiano judío, estaba comiendo con cristianos no judíos. La pared divisoria había bajado. La hostilidad había sido superada. Esto es por lo que Cristo había muerto. Pero luego llegaron judíos muy conservadores a Antioquía. Pedro entró en pánico. Temía su crítica. Entonces él se apartó de su comunión con los gentiles.

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El apóstol Pablo vio que sucedía esto. ¿Qué haría? ¿Servir al status quo? ¿Mantener la paz entre los visitantes conservadores y los judíos cristianos más libres de Antioquía? La clave del comportamiento de Pablo es hallada en estas palabras: “Vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio” (Gálatas 2:14). Esta es una declaración crucial. ¡La segregación racial y étnica es un problema del evangelio! El temor de Pedro y el retiro de la comunión a través de líneas étnicas "no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio". Cristo había muerto para derribar este muro. Y Pedro lo estaba volviendo a construir.

Entonces Pablo no sirvió al status quo, y no mantuvo una paz que negara el evangelio. Se enfrentó a Pedro públicamente. "Dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?'" (Gálatas 2:14) En otras palabras, la retirada Pedro de la comunión con los cristianos no judíos comunicaba un mensaje mortal: Deben volverse como los Judíos para ser totalmente aceptables. Cristo murió precisamente para abolir esto.

Jesús murió para crear una nueva forma de reconciliar las razas. El ritual y la raza no son la base de una unión alegre. Cristo lo es. Él cumplió la ley perfectamente. Todos los aspectos que separaban a las personas terminaron en él—excepto uno: el evangelio de Jesucristo. Es imposible construir una unidad duradera entre razas al decir que todas las religiones pueden unirse como igualmente válidas. Jesucristo es el Hijo de Dios. Dios lo envió al mundo como el único medio para salvar pecadores y reconciliar razas para siempre. Si negamos esto, minamos la base misma de la esperanza eterna y la unidad eterna entre los pueblos. Con su muerte en la cruz, se logró algo cósmico, no parroquial. Dios y el hombre fueron reconciliados. Solo a medida que las razas reconozcan y disfruten de esto, se amarán y se disfrutarán para siempre. Al superar nuestra separación de Dios, Cristo supera esto entre razas.

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Para Redimir a las Personas de Toda Tribu, Lengua, Pueblo y Nación

Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación.

Apocalipsis 5:9.

El escenario es el cielo. Al apóstol Juan se le ha dado una idea del futuro en la mano de Dios. "Vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro. . . sellado con siete sellos "(Apocalipsis 5:1). Abrir el libro significa el despliegue de la historia mundial en el futuro. Juan llora porque parecía que no había nadie que abriera el pergamino. Entonces uno de los seres celestiales dice: "No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro" (5:5). Esta es una referencia a Jesucristo, el Mesías. Él había vencido por medio de su muerte y de su resurrección. Entonces Juan lo ve: "Vi que . . . estaba en pie un Cordero como inmolado" (5:6).

Entonces los seres celestiales alrededor del trono se postran y adoran a Cristo. Ellos cantan una nueva canción. Sorprendentemente, la canción anuncia que es la muerte de Cristo aquello que lo hace digno de abrir el libro de la historia. La implicación es que la muerte de Cristo fue necesaria para lograr los propósitos globales de Dios en la historia. "Cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación" (5:9).

 

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Cristo murió para salvar a una gran diversidad de personas. El pecado no respeta culturas. Todos los pueblos han pecado. Todas las razas y culturas tienen que reconciliarse con Dios. Como la enfermedad del pecado es global, el remedio es global. Jesús vio venir la agonía de la cruz y habló con valentía sobre el alcance de su propósito: "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo" (Juan 12:32). Mientras planeaba su muerte, abrazó al mundo.

El cristianismo comenzó en el Oriente. A lo largo de los siglos hubo un cambio importante hacia el Occidente. Pero ahora cada vez más, el cristianismo no es una religión occidental. Esto no es sorpresa para Cristo. Ya en el Antiguo Testamento se predijo su impacto global: "Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti" (Salmos 22:27). "Alégrense y gócense las naciones" (Salmos 67:4). Así que cuando Jesús llegó al final de su ministerio en la tierra, aclaró su misión: "fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones" (Lucas 24:46-47). El mandamiento para sus discípulos era inconfundible: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones" (Mateo 28:19).

Jesucristo no es una deidad tribal. Él no pertenece a una cultura o a un grupo étnico. Él es "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). "No hay diferencia entre judío y griego [o cualquier otro grupo]; pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (Romanos 10:12-13). Acude a él ahora y únete al gran grupo global de redimidos.

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Para Reunir a Todas las Ovejas de Todo el Mundo

[Caifás] no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.

Juan 11:51-52

Y tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

Juan 10:16.

Sin saber hacerlo, un asno puede hablar por Dios (Números 22:28). Entonces, también puede hacerlo un predicador o un sacerdote. Eso le sucedió a Caifás, quien era sumo sacerdote de Israel cuando Jesús estaba siendo juzgado por su vida. Inconscientemente, les dijo a los líderes de Israel: "conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca" (Juan 11:50). Esto tiene un doble significado. Caifás quería decir: Mejor es que Jesús muera a que los romanos acusen a la nación de traición y destruyan al pueblo. Pero Dios tenía otro propósito. Entonces la Biblia dice, "Esto no lo dijo [Caifás] por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Juan 11:51-52).

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Jesús mismo dijo lo mismo con una metáfora diferente. En lugar de "hijos . . . dispersos," Jesús habló de "ovejas" fuera del redil de Israel: "Tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor" (Juan 10:16).

Ambas formas de decirlo son sorprendentes. Éstas enseñan que en todo el mundo hay personas a quienes Dios ha escogido para ser alcanzados y salvados por Jesucristo. Hay "hijos de Dios. . . dispersos." Hay "ovejas que no son de este redil [judío]". Esto significa que Dios es muy agresivo al reunir un pueblo para su Hijo. Él llama a su pueblo a hacer discípulos, pero también va delante de ellos. Él tiene un pueblo elegido antes de que lleguen sus mensajeros. Entonces Jesús habla de convertidos a quienes Dios había hecho suyos y a quienes luego trajo a Cristo. "Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera". . . . tuyos eran, y me los diste" (Juan 6:37; 17:6).

Es algo impresionante que Dios mismo cuide a todos los pueblos del mundo y a los nombres de un rebaño, luego envíe misioneros en el nombre de Cristo, luego lleve a sus elegidos para hacer sonar el Evangelio y luego los guarde. No podrían ser salvados de otra manera. Las misiones son esenciales. "Las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. . . las ovejas le siguen, porque conocen su voz" (Juan 10:3-4).

Jesús sufrió y murió para que las ovejas pudieran escuchar su voz y pudieran vivir. Eso es lo que Caifás dijo sin saberlo: "Jesús había de morir. . . no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos". Renunció a su vida para congregar a las ovejas. Por medio de su sangre compró la misericordia que hace que su voz sea inconfundible a la suya. Ora para que Dios aplique esa misericordia en ti, y para que puedas oír y vivir.

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Para Rescatarnos del Juicio

Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.

Hebreos 9:28

La idea cristiana de la salvación se relaciona con el pasado, con el presente y con el futuro. La Biblia dice: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe" (Efesios 2:8). Dice que el evangelio es poder de Dios "a los que se salvan" (1 Corintios 1:18). Y dice: "Ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos" (Romanos 13:11). Hemos sido salvados. Estamos siendo salvados. Seremos salvados.

En cada etapa, somos salvos por medio de la muerte de Cristo. En el pasado, de una vez por todas, nuestros pecados fueron pagados por Cristo mismo. Fuimos justificados por la fe solamente. En el presente, la muerte de Cristo asegura el poder del Espíritu de Dios para salvarnos progresivamente desde el dominio y la contaminación del pecado. Y en el futuro, será la sangre de Cristo, derramada en la cruz, la que nos protegerá de la ira de Dios y nos llevará hacia la perfección y al gozo.

Hay un juicio real por venir. La Biblia describe "una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios" (Hebreos 10:27). Ésta nos llama a vivir "con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor" (Hebreos 12:28-29). 

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Juan el Bautista les advirtió a las personas de su época en cuanto a "huir de la ira venidera" (Mateo 3:7). Porque llegará el día en que Jesús mismo "se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder" (2 Tesalonicenses 1:7-9).

Algunas imágenes de esta ira final de Dios son casi demasiado terribles para ser reflexionadas. Irónicamente, es Juan, el "apóstol amado", quien nos da los destellos más gráficos acerca del infierno. Aquel que rechaza a Cristo y le da su lealtad a otro "beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira". . . será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche" (Apocalipsis 14:10-11).

Hasta que no sintamos algo de temor sobre la ira futura de Dios, probablemente no captaremos la dulzura con la que la iglesia primitiva saboreó la obra salvadora de Cristo en el futuro: "[Acerca de nosotros para] esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera" (1 Tesalonicenses 1:10). Jesucristo, y solo él, puede salvarnos de la ira venidera. Sin él, seremos arrastrados para siempre.

Pero cuando él nos salve al final, será sobre la base de su sangre. "Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan" (Hebreos 9:28). El pecado fue enfrentado de una vez por todas. No se necesita de un nuevo sacrificio. Nuestro escudo de la ira futura es tan seguro como los sufrimientos de Cristo en nuestro lugar. Por el bien de la cruz, entonces, regocíjate por la gracia futura.

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Para Obtener Su Gozo y el Nuestro

El cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

Hebreos 12:2.

El camino que conduce al gozo es un camino difícil. Es difícil para nosotros, y fue difícil para Jesús. Le costó la vida. Nos puede costar la nuestra. "Por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz." Primero la agonía de la cruz, luego el éxtasis del cielo. No había otra manera.

El gozo que se le presentaba tenía muchos niveles. Era la alegría de la reunión con su Padre: "En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre" (Salmos 16:11). Era la alegría del triunfo sobre el pecado: "Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas" (Hebreos 1:3). Era la alegría de los derechos divinos restaurados: "[Él] se sentó a la diestra del trono de Dios" (Hebreos 12:2). Era la alegría de estar rodeado de alabanza por todas las personas por las que murió: "Habrá. . . gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente"—sin mencionar a millones (Lucas 15:7).

Ahora ¿qué hay de nosotros? ¿Ha entrado él en el gozo y nos ha abandonado para la miseria? No. Antes de morir, hizo la conexión entre su gozo y el nuestro. Él dijo: "Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (Juan 15:11). Él sabía cuál sería su gozo y dijo: "para que mi gozo esté en vosotros". Nosotros, los que hemos confiado en él, nos regocijaremos con tanta de la alegría de Jesús como las criaturas finitas puedan experimentar.

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Pero el camino será difícil. Jesús nos advirtió: "En el mundo tendréis aflicción" (Juan 16:33). "El discípulo no es más que su maestro. . . . Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?" (Mateo 10:24-25). "Matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre" (Lucas 21:16-17). Ese es el camino que Jesús recorrió, y ese es el camino hacia el gozo: su gozo triunfante en nosotros y nuestro gozo pleno.

De la misma manera que la esperanza del gozo le permitió a Cristo soportar la cruz, nuestra esperanza de gozo nos faculta para sufrir con él. Jesús nos preparó para esto mismo cuando dijo: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos" (Mateo 5:11-12). Nuestra recompensa será disfrutar a Dios con el mismo gozo que el Hijo de Dios tiene en su Padre.

Si Jesús no hubiera muerto voluntariamente, ni él ni nosotros podríamos estar gozosos para siempre. Él habría sido desobediente. Hubiéramos perecido en nuestros pecados. Su gozo y el nuestro fueron adquiridos en la cruz. Ahora lo seguimos en el camino del amor. Creemos que "las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Romanos 8:18). Ahora cargamos el oprobio con él. Pero luego habrá un gozo sin límites. Cualquier riesgo que sea requerido por el amor lo soportaremos. No con una fuerza heroica, sino con la fuerza de la esperanza de que "por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría" (Salmos 30:5).

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Para Que Pudiera ser Coronado de Gloria y Honor

Pero vemos . . . a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte.

Hebreos 2:9

Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre.

Filipenses 2:7-9

El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza

Apocalipsis 5:12

La noche antes de morir, sabiendo lo que venía, Jesús oró: "Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese" (Juan 17:5). Y así sucedió: Él fue "coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte" (Hebreos 2:9). Su gloria fue la recompensa de su sufrimiento. Él fue "obediente hasta la muerte. . . . Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo" (Filipenses 2:8-9). Precisamente debido a que fue asesinado, el Cordero es "digno". . . de tomar . . . la honra y la gloria" (Apocalipsis 5:12). La pasión de Jesucristo no se limitó a preceder a la corona; ésta fue el precio, y la corona fue el premio. Él murió para obtenerla.

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Muchas personas tropiezan en este punto. Dicen: "¿Cómo es que esto puede ser amoroso? ¿Cómo puede Jesús motivarse para darnos gozo si está motivado para obtener su gloria? ¿Desde cuándo la vanidad es una virtud? "Esa es una buena pregunta, y tiene una maravillosa respuesta bíblica.

La respuesta está en aprender en realidad qué es el gran amor. La mayoría de nosotros hemos crecido pensando que ser amados significa mucho. Nuestro mundo entero parece estar construido sobre esta suposición. Si te amo, hago mucho acerca de ti. Te ayudo a sentirte bien contigo mismo. Es como si una vista del yo fuera el secreto del gozo.

Pero somos más inteligentes. Incluso antes de llegar a la Biblia, sabemos que esto no es así. Nuestros momentos más felices no han sido momentos de autosatisfacción, sino momentos olvidadizos. Hubo momentos en que nos paramos al lado del Gran Cañón, o al pie del Monte Kilimanjaro, o vimos una impresionante puesta de sol sobre el Sahara, y por un momento fugaz sentimos la alegría de la maravilla pura. Esto es para lo que fuimos hechos. El Paraíso no será una sala de espejos. Será una muestra de majestad. Y no será la nuestra.

Si esto es verdad, y si Cristo es la realidad más majestuosa del universo, entonces ¿cuál debe ser su amor para nosotros? Seguramente no se basará en hacer mucho de nosotros. Eso no satisfaría nuestras almas. Fuimos creados para algo mucho mayor. Si queremos ser tan felices como podemos ser, debemos admirar y deleitarnos en la persona más gloriosa de todas, en Jesucristo mismo. Esto significa que para amarnos, Jesús debe buscar la plenitud de su gloria y ofrecerla para nuestro disfrute. Por eso oró la noche antes de morir, "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado" (Juan 17:24). Eso fue amor "Les mostraré mi gloria". Cuando Jesús murió para recuperar la plenitud de su gloria, murió por nuestro gozo. El amor es la obra—cualquiera que sea el costo—de ayudar a las personas a ser cautivadas con lo que les satisfará más, a saber, Jesucristo. Así es como Jesús ama.

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Para Mostrar que el Peor Mal es Encaminado por Dios para Bien

Se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús. . . Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera.

Hechos 4:27-28

Lo más profundo que podemos decir sobre el sufrimiento y sobre el mal es que, en Jesucristo, Dios entró en ellos y los usó para bien. El origen del mal está envuelto en misterio. La Biblia no nos lleva tan lejos como nos gustaría llegar. Más bien dice: "Las cosas secretas pertenecen a . . . Dios" (Deuteronomio 29:29).

El corazón de la Biblia no es una explicación de dónde vino el mal, sino una demostración de cómo Dios entra en éste y lo convierte en lo opuesto: en justicia y en gozo eternos. Hubo indicaciones en las Escrituras a lo largo del camino de que así sería para el Mesías. José, el hijo de Jacob, fue vendido como esclavo en Egipto. Pareció haber sido abandonado durante diecisiete años. Pero Dios estaba con él y lo convirtió en gobernante de Egipto, de modo que en medio de una gran hambruna pudiera salvar a los mismos que lo habían vendido. La historia se resume en una palabra de José a sus hermanos: "Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien"(Génesis 50:20). Una prefiguración de Jesucristo, abandonado para salvar.

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Por Qué Jesús Vino a Morir:

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O considera la ascendencia de Cristo. Una vez Dios era el único rey de Israel. Pero el pueblo se rebeló y pidió un rey humano: "No, sino que habrá rey sobre nosotros"(1 Samuel 8:19). Más tarde confesaron: "A todos nuestros pecados hemos añadido este mal de pedir rey para nosotros" (1 Samuel 12:19). Pero Dios estaba en eso. De la línea de estos reyes, él trajo a Cristo al mundo. El Salvador sin pecado tuvo su origen terrenal en el pecado cuando vino a salvar a los pecadores.

Pero lo más asombroso es que el mal y el sufrimiento fueron el camino designado por Cristo para vencer el mal y el sufrimiento. Cada acto de traición y de brutalidad contra Jesús era pecaminoso y malvado. Pero Dios estaba en eso. La Biblia dice: "Jesús [fue] entregado [a la muerte] por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios" (Hechos 2:23). El látigo en su espalda, las espinas en su cabeza, la saliva en su mejilla, los moretones en su rostro, los clavos en sus manos, la lanza en su costado, el desprecio de los gobernantes, la traición de su amigo, la deserción sus discípulos, todo esto fue resultado del pecado, y todo fu diseñado por Dios para destruir el poder del pecado. "Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, [hicieron] cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera" (Hechos 4:27-28).

No hay mayor pecado que odiar y matar al Hijo de Dios. No hubo mayor sufrimiento ni mayor inocencia que el sufrimiento y la inocencia de Cristo. Sin embargo, Dios estaba en todo esto. "Jehová quiso quebrantarlo" (Isaías 53:10). Su objetivo, a través del mal y del sufrimiento, era destruir el mal y el sufrimiento. "Por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53:5). Es por eso que Jesús vino a morir. Dios quiso mostrarle al mundo que no hay pecado ni maldad del cual Dios no pueda traer la justicia y el gozo eternos. El mismo sufrimiento que causamos se convirtió en la esperanza de nuestra salvación. "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34).

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Una Oración

Padre celestial, en el nombre de Jesús, te pido que cada lector confirme lo que es verdad en este libro y anule lo que puede ser falso. Oro para que nadie tropiece con Cristo. Que nadie se ofenda en su deidad, o en su incomparable sufrimiento. Nadie puede rechazar las razones por las cuales Jesús vino a morir. Para muchos, estas cosas son nuevas. Que ellos sean pacientes para considerarlas cuidadosamente. Y que les concedas entendimiento y perspicacia.

Oro para que la niebla de la indiferencia hacia las cosas eternas sea quitada, y que la realidad del cielo y del infierno sea aclarada. Oro para que la centralidad de Jesús en la historia sea clara, y que su muerte sea ​​vista como el evento más importante que haya sucedido. Concédenos que podremos caminar a lo largo del acantilado de la eternidad, donde el viento sopla cristalino con la verdad.              Y oro para que nuestra atención no sea desviada de la supremacía de tus propios propósitos divinos en la muerte de Jesús. Prohíbe que nos consuma la menor duda que cuestione qué personas mataron a tu Hijo. Todos nosotros estuvimos involucrados. Pero ese no es el problema principal. Tu diseño y tu acto son los principales problemas. Oh Señor, abre nuestros ojos para ver que tú mismo, y no ningún hombre, planeó la muerte de Jesús. Y desde esta posición asombrosa, veamos el panorama sin fin de tus propósitos misericordiosos y llenos de esperanza.

¡Qué asombrosa verdad has revelado!: "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores" (1 Timoteo 1:15). Lo hizo principalmente no por medio de sus enseñanzas, sino por medio de su muerte. "Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras" (1 Corintios 15:3). ¿Hay algún mensaje más maravilloso para personas como nosotros, que saben que no podemos estar a la altura de las demandas de nuestra propia conciencia, y mucho menos de las demandas de nuestra propia santidad?

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¿Podrías permitir entonces, Padre misericordioso, que todos los que lean este libro vean su necesidad y vean su provisión perfecta en la muerte de Jesús y crean? Ruego esto por la promesa de tu Hijo: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Oro en el nombre misericordioso de Jesús, Amén.

59 razones por las que Jesús vino a morir

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