Lectura: Las Cuatro G's, por Ken Sande
El conflicto no es necesariamente
malo o destructivo. Incluso cuando el conflicto es causado por
el pecado y causa una gran cantidad de estrés, Dios puede usarlo para bien (ver
Romanos 8:28-29). Como escribió el apóstol Pablo en 1 Corintios
10:31-11:1, el conflicto en realidad brinda tres oportunidades
significativas. Por la gracia de Dios, puedes usar el conflicto para:
Glorificar a Dios (confiando, obedeciendo e imitándolo)
Servir a otras personas (ayudándolos a soportar sus cargas o confrontándolos en amor)
Crecer para ser como Cristo (confesando el pecado y apartándose de las actitudes que promueven el conflicto).
Estos conceptos son totalmente ignorados en la mayoría de los conflictos porque las personas naturalmente se enfocan en escapar de la situación o vencer a su oponente. Por lo tanto, es conveniente periódicamente dar un paso hacia atrás de un conflicto y preguntarte si estás haciendo todo lo que puedes para tomar ventaja de estas oportunidades especiales.
1ra G: Glorifica a Dios
Cuando el apóstol Pablo instó a los corintios a vivir "para la gloria de Dios", él no estaba hablando de una hora el domingo por la mañana. Quería que le mostraran a Dios honor y le alabaran en la vida cotidiana, especialmente por la forma en que ellos resolvían los conflictos personales (véase 1 Corintios 10:31).
Como se mencionó anteriormente, puedes glorificar a Dios en medio del conflicto al confiar en él, obedecerlo e imitarlo (ve Prv. 3:4-6; Juan 14:15; Efesios 5:1). Una de las mejores maneras de mantener estas preocupaciones en tu mente es haciéndose regularmente esta pregunta: ¿Cómo puedo agradar y honrar al Señor en esta situación?".
2da G: Guarda la viga de tu propio ojo
Uno de los principios más desafiantes para establecer la paz se expone en Mateo 7:5, donde Jesús dice: "¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. "
En general, hay dos tipos de "vigas" que debes tener en cuenta cuando se trata de conflictos: primero, debes preguntarte si has tenido una actitud crítica, negativa o excesivamente sensible que ha conducido hacia conflictos innecesarios. Una de las mejores formas de hacer esto es dedicar un tiempo a meditar en Filipenses 4:2-9, que describe el tipo de actitud que los cristianos deben tener incluso cuando están involucrados en un conflicto.
El segundo tipo de viga con el que debes lidiar es con palabras y acciones pecaminosas reales. Debido a que a menudo te encuentras ciego ante tus propios pecados, es posible que necesites un amigo o un asesor honesto que te ayude a tener una visión objetiva de ti mismo y a hacer frente a tu contribución hacia un conflicto. Cuando identificas las formas en que has perjudicado a otra persona, es importante que admitas tus errores de manera honesta y completa. Una forma de hacerlo es usar las Siete A’s de la Confesión.
El aspecto más importante de sacar la viga de tu propio ojo es ir más allá de la confesión de un comportamiento incorrecto y enfrentar la causa raíz de ese comportamiento. La Biblia enseña que el conflicto proviene de los deseos que batallan en tu corazón (Santiago 4:1-3, Mateo 15:18-19). Algunos de estos deseos son obviamente pecaminosos, como querer ocultar la verdad, doblegar a otros a tu voluntad o vengarte. Sin embargo, en muchas situaciones, el conflicto se ve impulsado por buenos deseos que has elevado a demandas pecaminosas, tales como el deseo de ser entendido, amado, respetado o reivindicado.
Cada vez que te preocupas demasiado por algo, incluso por algo bueno, y buscas encontrar la felicidad, la seguridad o la plenitud en ello en lugar de hacerlo en Dios, eres culpable de idolatría. La idolatría conduce inevitablemente hacia el conflicto con Dios ("No tendrás dioses ajenos delante de mí"). También causa conflicto con otras personas. Como escribe Santiago, cuando queremos algo pero no lo conseguimos, matamos y codiciamos, peleamos y luchamos (Santiago 4: 1-4).
Hay tres pasos básicos que puedes tomar para superar la idolatría que alimenta el conflicto. Primero, debes pedirle a Dios que te ayude a ver dónde has sido culpable de la adoración equivocada, es decir, dónde está enfocando tu amor, atención y energía en algo que no sea Dios. En segundo lugar, debes identificar y renunciar específicamente a cada uno de los deseos que contribuyen al conflicto. Tercero, debes perseguir deliberadamente la adoración correcta, es decir, fijar tu corazón y tu mente en Dios y buscar alegría, plenitud y satisfacción solo en él.
A medida que Dios guíe y potencie estos esfuerzos, podrás liberarte de los ídolos que alimentan el conflicto y que te motivan a tomar decisiones que agradan y honran a Cristo. Este cambio en el corazón generalmente acelerará la resolución de un problema presente y, al mismo tiempo, mejorará tu capacidad para evitar conflictos similares en el futuro.
3ra G: Gentilmente Restaurar
Otro principio clave del establecimiento de la paz implica un esfuerzo por ayudar a otros a comprender cómo han contribuido a un conflicto. Cuando los cristianos piensan en hablarle a otra persona sobre un conflicto, uno de los primeros versículos que se les viene a la mente es Mateo 18:15: "Si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos". Si este versículo se lee en forma aislada, parece enseñar que siempre debemos usar la confrontación directa para obligar a otros a admitir que han pecado. Si el versículo se lee en contexto, sin embargo, vemos que Jesús tenía algo mucho más flexible y beneficioso en mente que simplemente ponerse de pie cara a cara con los demás y describir sus pecados.
Justo antes de este pasaje, encontramos la maravillosa metáfora de Jesús de un pastor amoroso que va en busca de una oveja errante y que luego se regocija cuando la encuentra (Mateo 18:12-14). Por lo tanto, Mateo 18:15 se presenta con un tema de restauración, no de condenación. Jesús repite este tema justo después de decirnos "vé y repréndele" al agregar: "Si te oyere, has ganado a tu hermano". Y luego toca el tema de la restauración por tercera vez en los versículos 21-35, donde usa la parábola del siervo inmisericorde para recordarnos que debemos ser tan misericordiosos y perdonar a los demás como lo hace Dios con nosotros (Mateo 18:21-35).
Jesús claramente está pidiendo algo mucho más amoroso y redentor que simplemente confrontar a otros con una lista de sus errores. De manera similar, Gálatas 6:1 nos da un consejo firme sobre cuál debería ser nuestra actitud y propósito cuando vayamos con nuestro hermano. "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre". Nuestra actitud debería ser más de mansedumbre que de enojo, y nuestro propósito debería ser restaurar y no condenar.
Sin embargo, incluso antes de ir a hablar con alguien, recuerda que es apropiado pasar por alto las ofensas menores (ver Prv. 19:11). Como regla general, una ofensa debe ser pasada por alto si puede responder "no" a todas las siguientes preguntas:
¿La ofensa está deshonrando a Dios seriamente?
¿Ha dañado permanentemente una relación?
¿Está lastimando seriamente a otras personas? y
¿En serio le está haciendo daño al ofensor?
Aunque los cristianos han experimentado el mayor perdón en el mundo, a menudo no podemos mostrarles ese perdón a los demás.
Si respondes "sí" a cualquiera de estas preguntas, una ofensa es demasiado grave como para ser pasada por alto, en cuyo caso Dios te ordena que vayas y hables con el ofensor en privado y amorosamente sobre la situación. Al hacerlo, recuerda:
Orar por humildad y sabiduría
Planificar tus palabras con cuidado (piensa en cómo te gustaría ser confrontado)
Anticipar las posibles reacciones y planificar las respuestas apropiadas (los ensayos pueden ser muy útiles) Elegir el momento y el lugar adecuados (hable en persona siempre que sea posible)
Asumir lo mejor de la otra persona hasta que tengas los hechos que demuestren lo contrario (Proverbios 11:27) Escuchar con atención (Prv. 18:13)
Hablar solo para edificar a otros (Efesios 4:29)
Pedir comentarios de la otra persona
Reconocer tus límites (solo Dios puede cambiar a las personas, ve Romanos 12:18, 2 Timoteo 2: 24-26)
Si una conversación inicial no resuelve un conflicto, no te rindas. Revisa lo que fue dicho y hecho, y busca maneras de hacer un mejor acercamiento durante una conversación de seguimiento. También puede ser aconsejable pedir el consejo de un amigo espiritualmente maduro sobre cómo acercarse a la otra persona de manera más efectiva. Luego inténtalo nuevamente incluso con un apoyo de oración más fuerte.
Si se repite, los intentos cuidadosos de una discusión privada no son fructíferos, y si el asunto es demasiado serio como para ser pasado por alto, debes pedirles a una o dos personas que se reúnan contigo y con tu oponente y los ayuden a resolver sus diferencias a través de mediación, arbitraje, o rendición de cuentas (ver Mt. 18:16-20; 1 Corintios 6:1-8; para obtener una mayor orientación sobre cómo obtener dicha ayuda, haz clic en Obtén Ayuda con el Conflicto).
4ta G: Gesta y Reconcíliate
Una de las características más singulares del establecimiento de la paz bíblica es la búsqueda del perdón genuino y de la reconciliación. Aunque los cristianos han experimentado el mayor perdón en el mundo, a menudo no podemos mostrarles ese perdón a los demás. Para encubrir nuestra desobediencia, a menudo usamos la afirmación superficial: "La perdono, simplemente no quiero tener nada que ver con ella otra vez". Solo piensa, sin embargo, ¿cómo te sentirías si Dios te dijera". Te perdono; simplemente no quiero volver a tener nada que ver contigo"?
¡Alabado sea Dios porque nunca dice esto! En cambio, él te perdona totalmente y abre el camino para la reconciliación genuina. Él te llama a perdonar a los demás exactamente de la misma manera: "Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros" (Col 3:12-14; véase también 1 Cor 13:5; Salmos 103:12; Isaías 43:25). Una forma de imitar el perdón de Dios es hacer las Cuatro Promesas de Perdón cuando perdonas a alguien.
Recuerda que el perdón es un proceso espiritual que no puedes lograr por tu cuenta. Por lo tanto, al tratar de perdonar a los demás, pídele continuamente a Dios la gracia para que puedas imitar su maravilloso perdón hacia ti.
Otras Consideraciones
PREPARATE PARA LA GENTE IRRACIONAL
Siempre que respondas a un conflicto, debes darte cuenta de que otras personas pueden endurecer sus corazones y negarse a reconciliarse contigo. Hay dos formas de prepararse para esta posibilidad.
Primero, recuerda que Dios no mide el éxito en términos de resultados sino en términos de obediencia fiel. Él sabe que no puedes obligar a otras personas a actuar de cierta manera. Por lo tanto, no te hará responsable de sus acciones o del resultado final de un conflicto.
Todo lo que Dios espera de ti es obedecer su voluntad revelada tan fielmente como sea posible (ver Romanos 12:18). Si haces eso, sin importar cómo resulte el conflicto, puedes marcharte con la conciencia tranquila ante Dios, sabiendo que su evaluación es: "Bien, buen siervo y fiel".
En segundo lugar, resuelve que no renunciarás a encontrar una solución bíblica. Si una disputa no se resuelve fácilmente, puedes sentirte tentado a decir: "Bueno, probé todos los principios bíblicos que conozco y simplemente no funcionaron. Parece que tendré que manejar esto de otra manera (refiriéndote al 'camino del mundo')".
Un cristiano nunca debería cerrar la Biblia. Cuando intentas resolver un conflicto pero no ves los resultados que deseas, debes buscar a Dios aún más sinceramente mediante la oración, el estudio de su Palabra y el consejo de su iglesia. Al hacerlo, es esencial mantener tu enfoque en Cristo y en todo lo que él ya ha hecho por ti (vea Col. 3:1-4). También es útil seguir cinco principios para superar el mal, que se describen en Romanos 12:14-21:
Controla tu lengua ("Bendecid a los que os persiguen"; ver también Efesios 4:29)
Busca consejeros piadosos (identifícate con los demás y no te aísles) Sigue haciendo lo correcto (ver 1 Pe. 2;12, 15; 3:15b-16)
Reconoce tus límites (en lugar de tomar represalias, mantente dentro de los canales bíblicos adecuados)
Usa el arma definitiva: amor deliberado y centrado (ver también Juan 3:16, Lucas 6: 27-31)
Por lo menos, estos pasos te protegerán de ser consumido por el ácido de tu propia amargura y resentimiento si otros continúan oponiéndose a ti. Y en algunos casos, eventualmente Dios puede usar tales acciones para llevar a otra persona al arrepentimiento (ver 1 Samuel 24:1-22).
Incluso si otras personas persisten en hacer el mal, puedes continuar confiando en que Dios tiene el control y que tratará con él a su tiempo (ver Salmos 10 y 37). Este tipo de paciencia ante el sufrimiento es encomendado por Dios (ver 1 Pedro 2:19) y finalmente resulta en nuestro bien y en su gloria.
OBTEN AYUDA DE ARRIBA
Ninguno de nosotros puede hacer una paz completa y duradera con los demás por medio de nuestras propias fuerzas. Debemos tener la ayuda de Dios. Pero antes de que podamos recibir esa ayuda, debemos estar en paz con Dios mismo.
La paz con Dios no viene automáticamente, porque todos nosotros hemos pecado y nos hemos alejado de él (ver Isaías 59:1-2). En lugar de vivir las vidas perfectas necesarias para disfrutar de la comunión con él, cada uno de nosotros tiene un registro manchado con el pecado (ver Mateo 5:48; Ro. 3:23). Como resultado, merecemos estar eternamente separados de Dios (Romanos 6:23a). Esa es la mala noticia.
La buena noticia es que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Creer en Jesús significa más que ser bautizado, ir a la iglesia, o tratar de ser una buena persona. Ninguna de estas actividades puede borrar los pecados que ya cometiste y que seguirás cometiendo a lo largo de tu vida. Creer en Jesús significa, antes que nada, admitir que eres un pecador y reconocer que no hay manera de que puedas obtener la aprobación de Dios por medio de tus propias obras (Romanos 3:20; Efesios 2:8-9).
Segundo, significa creer que Jesús pagó la pena completa por tus pecados cuando murió en la cruz (Isaías 53:1-12, 1 Pedro 2:24-25). En otras palabras, creer en Jesús significa confiar en que él intercambió registros contigo en el Calvario, es decir, tomó tu registro pecaminoso en sí mismo y lo pagó en su totalidad, brindándote su registro perfecto.
Cuando crees en Jesús y recibes su registro perfecto de rectitud, puedes tener verdadera paz con Dios. A medida que recibas esta paz, Dios te dará una capacidad creciente para hacer las paces con los demás al seguir los principios de pacificación que él nos da en las Escrituras, muchos de los cuales se describen arriba (ver Filipenses 4:7; Mateo 5:9).
Si nunca le confesaste tu pecado a Dios y no creíste en Jesucristo como tu Salvador, Señor y Rey, puedes hacerlo ahora mismo haciendo esta oración sinceramente:
Señor Jesús,
Sé que soy un pecador, y me doy cuenta de que mis buenas obras nunca podrían compensar mis errores. Necesito tu perdón. Creo que moriste por mis pecados, y quiero alejarme de ellos. Confío en que ahora seas mi Salvador, y te seguiré como mi Señor y Rey, en la comunión de tu iglesia.
Si has hecho esta oración, es esencial que encuentres compañerismo con otros cristianos en una iglesia donde se enseñe y se aplique fielmente la Biblia. Esta confraternidad te ayudará a aprender más acerca de Dios, a crecer en tu fe y a obedecer lo que Él manda, incluso cuando estás involucrado en un conflicto difícil.
OBTEN AYUDA DE LA IGLESIA
A medida que Dios te ayude a practicar sus principios de pacificación, podrás resolver la mayoría de los conflictos normales de la vida cotidiana por tu cuenta. A veces, sin embargo, encontrarás situaciones que no sabrás cómo manejar. En tales situaciones, es apropiado acudir a una persona espiritualmente madura dentro de la iglesia que pueda darte consejos sobre cómo puedes aplicar estos principios de manera más efectiva. En la mayoría de los casos, tal "entrenamiento" te permitirá volver a la otra persona en el conflicto y resolver sus diferencias en privado. Si la persona a quien le pides consejo no tiene mucha experiencia en resoluciones de conflictos, puede ser útil darle una copia de Guiando a las Personas en el Conflicto, que proporciona una guía práctica y básica sobre cómo ayudar a otras personas a resolver conflictos.
Cuando el asesoramiento individual no te permite resolver una disputa, debes pedirle a uno o dos amigos que se respeten mutuamente que se reúnan contigo y con tu oponente para ayudarlos a resolver su diferencia mediante la mediación o el arbitraje (vea Mateo 18:16-17; 1 Cor. 6:1-8). Para obtener más información sobre cómo obtener orientación y ayuda para resolver una disputa, haz clic en Obtén Ayuda con el Conflicto.
Adaptado de El Pacificador: Una Guía Bíblica para Resolver el Conflicto Personal. © 1997, 2003 por Ken Sande.
Usado con el permiso de Ministerios Pacificador.