Lectura: Confesión y Arrepentimiento
2 Samuel 12:1-7a, 13
Jehová envió a Natán a David; y viniendo a él, le dijo: Había dos hombres en una ciudad, el uno rico, y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas; pero el pobre no tenía más que una sola corderita, que él había comprado y criado, y que había crecido con él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado y bebiendo de su vaso, y durmiendo en su seno; y la tenía como a una hija.
Y vino uno de camino al hombre rico; y éste no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas, para guisar para el caminante que había venido a él, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la preparó para aquel que había venido a él. Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia.
Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre. Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová.
Nota: David tuvo una aventura amorosa con la esposa de otro hombre y luego intentó encubrir sus acciones. Cuando este intento falló, David arregló que mataran al hombre. El profeta Natán confrontó a David con sus crímenes al usar una historia para despertar el sentido de justicia de David. Cuando Natán acusó a David de sus crímenes, él aceptó la responsabilidad de sus acciones y se arrepintió. Sin embargo, David aún tenía que enfrentar las consecuencias de sus acciones.
Como hemos visto en la lección anterior, asumir la responsabilidad de nuestras acciones es lo bueno y lo correcto de hacer. Evitar o negar la responsabilidad solo aumenta el problema y sus efectos nocivos sobre nosotros mismos y sobre la parte perjudicada. El acto de confesión y de arrepentimiento constituye el primer paso necesario para asumir la responsabilidad.
La confesión significa admitir algo, decir la verdad sobre algo. La confesión de crímenes o de otros daños significa admitir culpa, estar afligido o tener remordimientos, y decir la verdad sobre lo que se hizo. La verdad es una parte esencial de la justicia.
El arrepentimiento implica confesión, pero va más allá. El arrepentimiento consiste en darse la vuelta e ir hacia la dirección opuesta. Requiere que el delincuente no solo admita sus acciones ilícitas. También requiere que el delincuente se aparte de ese comportamiento y busque reparar o restructurar el daño a las personas y a las relaciones.
Cuando se les pregunta a las víctimas de crímenes qué tipo de enmienda quisieran que hicieran sus delincuentes, la respuesta a menudo incluye decir la verdad sobre lo sucedido, disculparse por ello y tomar medidas para demostrar que no volverá a suceder. De maneras muy prácticas y relevantes, estas acciones constituyen confesión y arrepentimiento, y pueden avanzar significativamente en el proceso de construir el puente hacia la reconciliación entre el delincuente y la víctima.
David le pidió a Dios que lo perdonara, lo limpiara y le devolviera la alegría. Dios está dispuesto a hacer eso por cualquiera que confiese ante Dios y ante otros. La confesión genuina y el arrepentimiento comienzan a colocar tanto al ofensor como a la víctima en la dinámica de la gracia restauradora de Dios.
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