Leer: Artículo - Hijos de Dios (Dr. Feddes)
Hijos de Dios
por David Feddes
"Papi, cuando eras pequeño,
¿alguna vez pensaste en lo que querías ser de grande?" La niña miró a su
padre ansiosamente, esperando su respuesta.
"Sí, lo hice", respondió. "Por un tiempo quería ser vaquero". Después quería ser policía. Después pensé que sería divertido jugar baloncesto profesional".
Ella sonrió y dijo: "¿Querías ser otra cosa?"
"Bueno", respondió, "cuando crecí un poco, pensé que me gustaría trabajar en la política. Luego me fue bien en matemáticas y pensé en convertirme en matemático o en programador de computadoras".
La niña siguió sonriendo mientras su padre hablaba sobre los sueños de su niñez y sobre las diversas cosas en las que había pensado convertirse. Finalmente, cuando terminó, ella preguntó: "¿Hay algo más que hubieras querido ser?"
Su padre vaciló por un momento y dijo: "No es que yo pueda pensarlo en este momento, cariño".
Ella lo miró directamente y dijo: "¿Nunca quisiste ser padre?"
El padre se sintió un poco tonto. Luego sonrió y abrazó a la niña y dijo: "Por supuesto que quería ser papá. Me encanta ser un papá. Yo especialmente amo ser tu papá."
Esa fue una conversación reveladora. Pregúntale a un hombre a que se dedica, y a menudo lo primero que menciona es el trabajo que le pagan por hacer. Eso es importante, pero para una niña, lo mejor de su padre es simplemente que él es un papá--¡su papá!
Padre Celestial
De todas las cosas que se pueden decir sobre un cristiano, esto puede ser lo mejor: que un cristiano es una persona que conoce a Dios como su Padre. Como dice la Biblia, "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios" (1 Juan 3:1).
Ahora, Dios es mucho más que un Padre, por supuesto. Él es el gran Creador que hizo el cielo y la tierra. Él es el poderoso Gobernante que dirige todas las cosas por medio de su poder. Él es el Juez justo que hace cumplir la ley divina y castiga a los malhechores. Pero para aquellos de nosotros que somos hijos del Señor, ninguna de estas cosas está en nuestra mente cuando pensamos en Dios. Para nosotros, lo más importante de Dios es que él es nuestro Padre.
Pienso en mis propios hijos. Saben que soy profesor y predicador, pero lo que más les importa no es lo que hago en una clase o en un púlpito, sino cómo me relaciono con ellos en casa como su padre. Saben que soy ministro, pero no me llaman "pastor" o "reverendo Feddes"; me llaman "papá". No importa lo que mis hijos sepan sobre lo que soy y lo que hago, ¡lo que más les importa es que soy su padre!
Del mismo modo, sé varias cosas sobre quién es Dios y qué hace. Yo afirmo su infinita grandeza como Creador, Gobernante y Juez, pero lo más importante en mi relación con él es que él es mi Padre. Él me adoptó como su hijo, y así es como quiere que me identifique con él.
¿Dios Es Tu Padre?
¿Qué hay de ti? ¿Dios es tu padre? ¿Eres su hijo? Necesito preguntarte esto antes de seguir adelante, porque no quiero que hagas suposiciones falsas. Podrías pensar: "Por supuesto que soy hijo de Dios". ¿No lo son todos? No importa quién seas, cómo pienses o qué religión tengas: Dios es el Padre de todos, ¿no? "No, no lo es. Dios no es el Padre de todos.
La Biblia habla de un momento en el que Jesús estaba hablando con algunas personas. Les dijo que eran esclavos del pecado, pero que él podía liberarlos. Ellos protestaron que eran buenas personas y descendientes de Abraham e insistieron: "un padre tenemos, que es Dios". Jesús les dijo: "Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais... Vosotros sois de vuestro padre el diablo... no sois de Dios" (Juan 8:41-47). ¡Demasiado para la idea de que todos son hijos de Dios!
La Biblia nunca enseña sobre la paternidad universal de Dios. Nunca dice: "Al igual que todos los demás, somos por naturaleza hijos de Dios". Pero la Biblia dice: "éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás" (Efesios 2:3). No eres hijo de Dios por naturaleza, y yo tampoco lo soy. Jesús es el único Hijo de Dios por naturaleza. Si eres hijo de Dios, no es por naturaleza sino por adopción. La única forma en que puedes ser hijo de Dios es si Dios te otorga un nuevo estatus legal mediante adopción en Jesucristo y luego te ayuda a relacionarte con Dios amorosa, obediente e íntimamente a través del Espíritu de Jesús que vive en ti.
La Biblia dice: "Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús... Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente... herederos según la promesa" (Gálatas 3:26,29). Las Escrituras también dicen: "Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él... todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios" (Romanos 8:9,14). Así que no te engañes simplemente asumiendo que Dios es tu Padre. Basa todo en la adopción en Cristo y en el Espíritu de Cristo que vive en ti y te guía.
Habiendo dejado eso en claro, quiero volver a hablar acerca de cuán grande privilegio es ser cristiano e hijo de Dios. Si aún no eres cristiano, sigue leyendo y descubrirás de lo que te estás perdiendo. Y si eres cristiano, querrás conocer mejor a tu Padre celestial, acercarte a él y apreciar más plenamente lo que implica ser su hijo.
No Te Conformes con Menos
No nos conformemos con nada menos. Si eres cristiano, conoces a Dios como el Creador que te hizo, como el Rey que te gobierna y como el Juez que te perdona. Estas son verdades acerca de Dios que todo cristiano debería saber. ¿Pero conoces a Dios como tu Padre que te ama y te atesora? ¿Le adoras, le amas y confías en él de la misma manera en que un niño pequeño ama, confía y adora a su papi?
Jesús vino para que Dios el Juez pudiera perdonar nuestros pecados, pero eso no es todo. Él vino a hacernos parte de la familia de Dios. El Hijo de Dios se volvió uno de nosotros para convertirnos en hijos de Dios. En Gálatas 4:4-6, la Biblia dice: "Dios envió a su Hijo, nacido de mujer... a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!" (Gálatas 4:6).
En el tiempo de Jesús, la palabra "Abba" era la manera afectuosa con la que un pequeño niño hebreo se dirigía a su padre, así como nuestros hijos pueden usar la palabra "papá" o "papi". Pero hasta el tiempo de Jesús, las personas no usaban la palabra "Abba" cuando hablaban con Dios. Jesús fue el primero. Como el Hijo unigénito de Dios, encontró como algo natural hablarle a su Padre de esa manera. Y cuando se convirtió en nuestro hermano y nos hizo hijos de Dios, Jesús les enseñó a los cristianos a dirigirse a Dios como nuestro Abba, nuestro Padre que está en los cielos. No me atrevería a clamar tan libremente a Dios o a dirigirme a él tan íntimamente, pero debido a Jesús, puedo dirigirme a Dios como a su pequeño hijo. Cuando clamo a mi Abba, dice la Biblia, es realmente el Espíritu del Hijo de Dios Jesús el que llama a desde mi interior.
Adopción Legal
Vimos antes que ninguno de nosotros es hijo de Dios por naturaleza, sino solo por adopción. El Señor puso su amor en un gran número de personas que por naturaleza estaban lejos de él y se oponían a él, y decidió adoptarlas como parte de su familia. Antes de que la adopción pudiera tener lugar, sin embargo, primero tuvo que eliminar algunos obstáculos legales. Como Juez justo, Dios tuvo que lidiar con la culpa de los pecadores que planeaba adoptar. De alguna manera, tuvo que cancelar su sentencia legal de castigo eterno. Entonces, ¿qué hizo él? Envió a su Hijo Jesús a sufrir bajo la ley para que la gente a quien había decidido adoptar pudiera salir adelante del juicio de la ley. Al morir en la cruz y sufrir el infierno en nuestro lugar, Jesús se ocupó del problema legal que tenemos a causa del pecado, y allanó el camino para que prosiguiera la adopción.
Al mismo tiempo que Dios se deshizo de la acusación legal contra nosotros, redactó un nuevo contrato legal. Él adoptó oficialmente como sus hijos y herederos a todas las personas que había elegido y por quienes Cristo murió. Este aspecto legal y oficial de adopción no es solo una idea abstracta en la que los estudiosos de la Biblia deban debatir. Esto es enormemente importante y enormemente reconfortante para los cristianos comunes. ¿Por qué? Porque garantiza que la relación del cristiano con Dios es permanente y segura.
Todos hemos escuchado historias de terror sobre niños que fueron arrancados de sus padres adoptivos por algún tecnicismo o porque la adopción no fue oficial o definitiva. Pero eso no puede suceder cuando Dios te adopta. Su contrato de adopción no puede ser revocado. Ninguna nueva legalidad puede interferir con eso; ninguna autoridad superior puede revocarlo; nada puede separar a Dios y a sus hijos. Si Dios te adopta, esa adopción es legal y definitiva e irreversible. Eres su hijo por siempre.
El Señor quiere que cada uno de sus hijos conozca el aspecto legal y oficial de la adopción en Cristo. Él quiere que sepamos esto, no para que seamos expertos en legalidades divinas, sino para que estemos seguros y confiemos en que Dios es nuestro Padre por siempre.
Es así: supongamos que has sido un hijo adoptivo, que va de un lugar a otro, sin una familia propia y sin un lugar al que llamar hogar. Entonces una familia amorosa decide adoptarte. En ese momento, incluso después de que se complete la adopción, ¿todavía no te será difícil sentirte seguro con tu nueva familia? No importa cuánta amabilidad y amor haya, ¿no habrá momentos en que te sientas inseguro y te preguntes si te abandonarán? Es un buen momento para que tu padre te muestre los documentos de adopción que prueban que tienes un nuevo estatus legal que no cambiará.
Así es con Dios. El Señor sabe que sus hijos adoptivos a menudo son inseguros. Es por eso que él me recuerda que su acto de adopción es legal, oficial y definitivo, para darme seguridad, estabilidad y certeza. Él es mi padre y yo soy su hijo y nada puede cambiar eso.
La adopción crea un estado legal que garantiza la relación padre-hijo y que también hace que el hijo sea un heredero de lo que le pertenece al padre. En la antigüedad, la herencia a menudo era para el hijo mayor o para el hijo que era adoptado para ser el heredero de la herencia del padre. La Biblia toma esta práctica de darle todo a un hijo especial y les dice a los cristianos: "Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús" (Gálatas 3:26). No importa tu nacionalidad. No importa cuál sea tu posición social. No importa si eres hombre o mujer. A través de la fe en Jesús, tienes el estatus y la herencia del hijo favorecido. Así como los niños adoptados tienen el mismo estatus y privilegios que los niños naturales, así los hijos adoptivos de Dios comparten la posición y los privilegios del unigénito Hijo de Dios. Dios ha decidido relacionarse con nosotros de la misma forma en que se relaciona con su Hijo Jesús.
Relación Amorosa
Y esto incluye mucho más que nuestro estado legal y nuestra herencia. Supongamos que un padre y una madre adoptan un hijo. Finalizan los documentos de adopción y escriben un nuevo testamento que le deja todo al niño que acaban de adoptar. Una vez que terminan de hacer eso, ¿eso es todo lo que hay? No, esa es la base legal para la relación, pero es solo el comienzo, no el final. Las legalidades tienen que estar en orden, pero la mejor parte es cuando los padres traen a su hijo adoptado a su hogar, lo reciben en su familia y lo inundan de amor. Entonces, también, una vez que nuestro estado legal y herencia como hijos es establecida por obra de Jesús, es anunciada por la Palabra de Dios y es sellada en nuestros corazones por el Espíritu Santo, Dios nos acoge en su familia y nos inunda de amor.
Un buen padre no se limita a pararse con los brazos cruzados para ver qué harán sus hijos adoptivos. Él no solo les muestra los documentos de adopción de vez en cuando para demostrar que él es su padre. No, él abraza a sus hijos. Él les dice que los ama. Él se deleita en ellos. Él está feliz de ser su padre. Y él lo demuestra. Así es con Dios. Como dice la Biblia en un lugar, "Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos" (Sofonías 3:17).
Dios ama y se deleita en sus hijos, y quiere que sus hijos tengan esa calidez, amor y alegría en la forma en que nos relacionamos con él. De nuevo, esta forma de relacionarse con Dios no es algo natural para ti o para mí. Pero una vez que Dios nos adopta a través de Jesús, el Espíritu de Jesús hace que nuestra adopción sea una realidad viva, algo que sabemos en nuestras cabezas y también sentimos en nuestros corazones. "Y por cuanto sois hijos", dice la Biblia, "Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!".
Cuando Dios te adopta, "Abba" es la forma natural de hablar con él. Conoces muchas otras cosas que son verdaderas acerca de él, conoces muchos otros títulos que le pertenecen por derecho, pero para ti, como hijo, la forma más apropiada de dirigirte a Dios es "Abba, Padre". Si comienzas una oración diciendo "Oh, todopoderoso, omnisapiente Rey del universo, rodeado de querubines, adorado por los ángeles," podrías impresionarte a ti mismo y a otras personas a tu alrededor (y también estar diciendo la verdad acerca de Dios). Pero eso no es lo primero que Dios quiere escuchar de tus labios. Lo primero que Dios quiere escuchar cuando sus hijos vienen ante él es "Abba, Padre".
Respeto Cálido
No me malinterpretes No estoy diciendo que no debemos alabar a nuestro Padre celestial. A Dios le encanta escuchar los elogios y las alabanzas de sus hijos, al igual que a los padres nos encanta cuando nuestros hijos nos dan tarjetas del Día del Padre y nos dicen cuan grandes papás somos. No hay palabras que sean demasiado para adorar al magnífico Dios que nos ha adoptado. Por lo tanto, cuéntale al Señor cuán grande, santo y maravilloso es, pero díselo como un hijo adorador que alaba a un padre maravilloso, no como un ciudadano que ofrece felicitaciones formales a una figura pública por sus logros.
Algunas personas son demasiado amistosas con Dios. Ellos tienen una familiaridad falsa con Dios. No tienen idea de lo bueno que es. Y ese es un problema serio. Pero la respuesta a esto no es ser más distante y formal. Es ser más humilde y respetuoso.
Si eres un ciudadano y conoces a un presidente o a un primer ministro por primera vez, no es apropiado llamarlo por su primer nombre. Te diriges a él formalmente como "Sr. Presidente "o" Sr. Primer Ministro. "Si eres el hijo del presidente, tampoco lo llamas por su nombre. Pero ¿eso significa que lo llamas "Sr. Presidente"? No, significa que lo llamas "papá".
Entonces, no se trata de si los cristianos deben sentir un profundo respeto por Dios. Por supuesto que deberíamos. La pregunta es, ¿qué tipo de respeto será? ¿Es el respeto formal de un subordinado por un superior distante, o es el cálido respeto de un niño por un padre amoroso? "Abba, padre"—eso no es una familiaridad falsa. Es un clamor de profundo afecto y confianza para un Padre cuya grandeza reconocemos, respetamos y adoramos.
Obediencia Gustosa
Nuestra adopción como hijos de Dios afecta la manera en que oramos, y también la forma en que obedecemos. Un niño que obedece a un padre tiene motivos muy diferentes a los de un empleado que obedece a un jefe. La recompensa de ser un buen empleado es obtener un aumento, y el castigo de desobedecer las órdenes del jefe es que te despidan. Pero un padre no les paga a sus hijos para que obedezcan, y él no los despide cuando desobedecen. La relación se basa en el amor, no en el desempeño. Una vez que los niños conocen el amor de su padre por ellos, no se preocupan por ser rechazados y desheredados.
Como hijos de Dios, nuestra motivación para obedecerlo no es que tengamos miedo de que nos eche de su familia. En Romanos 8:15, la Biblia dice: "Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!".
¿Por qué obedecer a Dios, entonces, si nuestra relación con él no depende de nuestra perfecta obediencia? Bueno, ¿por qué me obedecen mis hijos? Ellos no tienen que preocuparse de que los odie o los niegue si me desobedecen, pero todavía tienen motivos para obedecer. Por un lado, no quieren imponerse la disciplina, y por otro, incluso si saben que los amo, pase lo que pase, todavía quieren complacerme, escuchar mi aliento y ver mi sonrisa de aprobación.
Como hijo de Dios, tengo una motivación similar para obedecer. Dios se preocupa por mi comportamiento y por mi carácter. Él pretende que crezca para ser como Jesús, y cuando tome malas decisiones, él me disciplinará para que vuelva a encarrilarme. La Biblia dice: "Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere" (Proverbios 3:12). Esa disciplina puede ser dolorosa, y yo preferiría evitarla en la medida de lo posible.
Pero una razón aún mejor para obedecer a mi Padre celestial y trabajar para él es darle alegría y placer. No quiero entristecer a quien pagó un precio tan terrible por adoptarme en su familia y a quien amo y quiero tanto complacer. No quiero que Abba frunza el ceño; quiero hacerlo sonreír. Él me ama y quiero mostrarle cuánto lo amo.
Quiero servir a Dios, no para ganar su aceptación, sino simplemente para darle alegría. Sé que cuando le sirvo, él realmente no necesita mis servicios. Él puede hacer su trabajo muy bien sin mí. Pero quiero servirle de todos modos. Tal vez soy como mi hija de dos años. A ella le gusta "ayudar" a su padre a hacer cosas, ¡y usted sabe cuánto pueden ayudar los niños de dos años! Podría hacer estas cosas mejor y más rápido sin ella, pero me encanta cuando se muestra tan ansiosa por hacer algo por mí. Del mismo modo, mi Abba celestial puede arreglárselas bien sin mí, pero al obedecerlo y servirlo, sé que se deleita en mí como un Padre se deleita en un hijo amado. ¿Y quién sabe? Mientras más le amo, le sirvo y le obedezco, más útil me convertiré para él. De hecho, llegará el día en que seré exactamente como Jesús, perfectamente en sintonía con mi Abba y complaciéndolo en todo sentido.