Lectura: Capítulo 8 del libro El Ministerio Juvenil Efectivo
Capítulo 8 Toma la Iniciativa con el Discipulado “La mayoría de los cristianos saben que el crecimiento espiritual es importante y de beneficio personal, pero pocos van a la iglesia donde se facilita un crecimiento más allá que el de adquirir nuevos conocimientos bíblicos” George Barna Más y más vamos a escuchar hablar del “ministerio juvenil relacional.” ¿De qué se trata exactamente? Los líderes sin preparación suponen que las relaciones en el ministerio simplemente “se dan.” No entienden el valor de las relaciones ni trabajan proactivamente para generar relaciones sanas, fuertes y que resistan el paso de las crisis propias de la juventud. Los líderes efectivos saben que los estudiantes no necesitan tanto predicadores, teólogos o terapeutas como amigos maduros que sepan modelar la vida cristiana y puedan compartir esa vida con ellos. El ministerio relacional se trata de llevar a los jóvenes hacia la madurez y los propósitos por la vía de la amistad y del trabajo de relaciones. Por eso la siguiente clave del ministerio juvenil efectivo es trabajar relaciones significativas. Si los programas deben servir para atraerlos a la iglesia y los propósitos claros para movilizarlos al crecimiento; las relaciones son las que retienen a los jóvenes en tiempo de crisis y los mantienen creciendo en la intimidad. Usualmente les digo a los líderes juveniles a los que tengo el privilegio de ministrar: “Si no logramos que los chicos hagan fuertes amistades en la iglesia las harán afuera y ante la crisis o la tentación los perdemos.” El ministerio relacional no es otro modelo de ministerio juvenil, es la misma naturaleza del ministerio juvenil efectivo. Ni siquiera es algo nuevo; Pablo ya modelaba el ministerio relacional diciendo: “Así nosotros, por el cariño que les tenemos, nos deleitamos en compartir con ustedes no solo el evangelio de Dios sino también nuestra vida. ¡Tanto llegamos a quererlos!” (1 Tesalonicenses 2:8). Un Necesitado Cambio de Perspectivas Al abordar la manera de relacionarnos y trabajar el discipulado en el ministerio juvenil es necesario hacer algunos cambios de perspectivas. Cuando descubrimos la realidad de lo que pasa por el interior de los adolescentes, y miramos las presiones de la cultura empezamos a sensibilizarnos. Lo de afuera ya nos deja de hacer sentido y hasta te empiezas a enojar cuando ves que algún adulto se fija solo en la vestimenta o en ciertas actitudes inmaduras para descartar a un joven para la iglesia. Con solo mirar a Jesús nos damos cuenta que Él prefirió el diálogo cercano, el de amigos y el de compartir vivencias para conseguir resultados duraderos. Juan 3:17 dice que Jesús no vino a condenar sino a salvar y para eso Jesús tuvo una clara visión de cómo tratar y desde qué perspectiva ver a cada uno que se le acercaba. Muchos pastores, padres y líderes tenemos que hacer algunos cambios en la manera de mirar a los jóvenes y por eso quiero recomendar cuatro cambios de perspectiva que los líderes que desean ser efectivos pueden hacer: 1. De verlos pecadores a verlos seres humanos: En nuestros ministerios o comunidades no hay jóvenes borrachos, drogadictos, fornicarios o descontrolados, sino seres humanos que necesitan a Dios tanto como nosotros y están en una etapa dónde son más frágiles frente a los vicios. Muchos son los pasajes donde notar que el mismo Jesús trataba a quienes se le acercaban como seres humanos antes que como pecadores. Me encanta la historia en que Jesús está en casa de un fariseo cuando entra la mujer que le unge con perfume los pies. En el versículo 44 del capítulo 7 del evangelio de Lucas quedó documentada una pregunta muy importante que sale de los labios de Jesús. Él mira al fariseo y le pregunta: ¿Ves a esta mujer? La pregunta puede parecer muy simple pero si piensas en la escena te das cuenta que hay algo detrás. Hasta ese momento el fariseo no había visto una mujer, había visto una pecadora. 2. De verlos asistentes a verlos miembros: Aquellos adolescentes que han aceptado el compromiso de seguir a Cristo y han obedecido a los requerimientos de la iglesia, no pueden ser considerados meros espectadores o miembros de segunda por su corta edad. Si Dios los llamó al cuerpo, Él les proveyó de dones (1 Corintios 7:7) y es nuestra tarea ayudarlos a encontrar su función en el cuerpo. Para hacer este cambio de perspectiva es necesario que la iglesia se vista de humildad. 3. De verlos números a verlos individuos: Conozco las presiones que muchos líderes y pastores de adolescentes sufren de parte de sus propios supervisores o pastores para multiplicar el número de jóvenes. También conozco la tentación de solamente estar pendiente de que venga una multitud a nuestras actividades. Es un hecho que los adolescentes deambulan en grupos y a veces se dificulta distinguirlos unos de otros más que por la pandilla o la bandita. Pero si reconocemos la enorme necesidad de relaciones significativas y la gran oportunidad de afectar sus valores, será más fácil acercarnos individualmente. Para dejar de verlos como números e intentar ver al joven como alguien individual es necesario que los líderes aprendamos de un Jesús que tantas veces hizo a una lado a la multitud por aprovechar mejor el tiempo con personas que Él distinguía individualmente. 4. De verlos problemáticos a verlos necesitados: Sin dudas que compartir tiempo con personajes que pasan de la euforia a la indiferencia, que critican lo que sea y a quien sea y que hacen cambios estridentes no es fácil. Conozco muchos comunicadores exitosos que predicarían ante cualquier multitud pero temen hacerlo ante un grupo de adolescentes. Muchas veces en la iglesia los jóvenes y en especial los adolescentes solo escuchan quejas acerca de ellos. El administrador se queja porque cambian las cosas de lugar o las rompen, los diáconos porque los vecinos se quejan de sus horarios, los ancianos porque les da vergüenza como se visten y la lista puede seguir. Para poder cambiar esta manera de verlos y sentirlos es necesario que los líderes juveniles nos vistamos de amor. Portadores de Valores Escuché decir que aquellos que trabajan con la juventud deben ser “portadores de valores” y no puedo estar más de acuerdo. En un tiempo de realidades relativas, los valores más creíbles son los que pueden verse claramente en la vida de modelos. La crisis del discurso acompañada a la suba en la demanda de imagen hace que el liderazgo efectivo de esta generación más que nunca signifique uno de ser ejemplo más que uno que les dice lo que hacer. Ya conversamos que los jóvenes necesitan relaciones significativas que los ayuden a cultivar los valores que van a regir sus vidas futuras. Los líderes maduros entienden estas necesidades y cultivan un liderazgo cercano en el que la convivencia pueda “contagiarles” aquello de lo que enseñamos. Pasar tiempo de uno a uno con una persona tomando decisiones determinantes es quizás la herramienta más poderosa para conseguir resultados positivos en sus vidas. Ser reales y creíbles para ellos está en la lista top de lo que los jóvenes están buscando en sus líderes. Por eso una vez más es necesario resaltar la importancia de las relaciones en el trabajo juvenil. Ser proactivos en generar estas relaciones cercanas es vital para poder transmitir los valores del Reino de Dios a la vida de los adolescentes de esta generación. Es natural que los adolescentes vengan a la iglesia porque allí están sus amigos mas que porque les atrae el sermón. Lejos de avergonzarnos por esta realidad, debemos usarla a nuestro favor en decir que los adolescentes también vienen porque son “nuestros” amigos. A pesar de ser un predicador que paso gran parte de mi tiempo predicando en congresos, cruzadas y conciertos juveniles, tengo que admitir que los resultados más duraderos siempre los conseguí en la influencia personal de una conversación cercana y sobre todo con el ejemplo. Haciendo una Integración Inteligente La manera en que se incluyen nuevos jóvenes a un grupo es crítico para el crecimiento sano de ese grupo. Pero seamos sinceros: es lo más común ver iglesias que nunca pensaron en establecer un proceso de asimilación y que nunca se detuvieron a pensar en pasos claros para integrar a alguien nuevo. Para establecer un ministerio juvenil sano es indispensable tomar decisiones prácticas en cuanto a la integración de nuevos miembros. Algunas iglesias que han trabajado muy bien este componente recomiendan tener un equipo de adolescentes que se encargue directamente de esta tarea. La función de este equipo es saludar, introducir al joven nuevo a otras personas, explicarles el programa del día y recolectar sus datos para volver a contactarlo. Este es el sistema que usamos en mi pastorado juvenil y fue clave para que el ministerio de jóvenes de nuestra congregación se multiplicara rápidamente. Así era por ejemplo el ministerio de Claudia y José. Ellos estaban atentos a cualquier nueva cara que asomara en una de nuestras actividades y su primera función era ir a saludar a esas personas. Una de las primeras preguntas que les hacían era si conocían al pastor y corriendo venían a presentarme. Yo los saludaba y les hacía algunas preguntas respecto a dónde vivían y a qué escuela iban. Mientras José y Claudia escuchaban pensaban en quién del ministerio vivía por allí o iba a esa escuela y después iban y se los presentaban también. Para cuando la reunión empezaba los nuevos ya conocían a unas cuatro personas incluyendo al pastor. Claro que todo el grupo conocía el sistema y los líderes se le pegaban a los nuevos para animarlos a participar. ¿Qué crees que pasaba? Los nuevos volvían. Otra de las claves es generar un clima de aceptación. Los adolescentes ya tienen que luchar con las burlas de sus compañeros de escuela, la incomprensión de muchos padres y las presiones de los medios masivos de comunicación como para que en la iglesia se encuentren con el mismo clima. No podrán expresarlo con claridad pero cuando en un grupo median las burlas, en especial cuando los líderes están involucrados, los adolescentes sienten que ese no es un clima atractivo ni seguro para ellos. El clima de aceptación se logra con constantes palabras de ánimo y estímulo por parte de los líderes. Cada buena acción debe ser cuidadosamente tenida en cuenta por el liderazgo para reforzarla. Otro principio importante para integrar no solo nuevos miembros sino abrir el protagonismo es hacer preguntas y saber escuchar. Una buena técnica de integración es entrevistar a uno, dos o más miembros del grupo durante las reuniones haciendo preguntas que tienen que ver con sus vidas de todos los días. A los jóvenes les encanta escuchar historias personales que tienen que ver con la escuela, el noviazgo o los gustos personales. Si los líderes aprenden a escuchar estas historias por más intrascendentes que puedan parecerle a un adulto, los jóvenes estarán mejor predispuestos a escuchar a los líderes cuando hablan. La integración debe hacerse también teniendo en cuenta heterogeneidad y homogeneidad. En todo grupo de personas hay diversidad y similitudes y los líderes juveniles efectivos saben usar esta realidad para llevar a sus jóvenes hacia los propósitos y a la madurez. La homogeneidad suele ser la normal motora de integración: los chicos que se parecen, tienen los mismos gustos musicales y pertenecen al mismo grupo social suelen atraerse sin problemas. Pero ser maduros en la sociedad significa que podemos interactuar con los diferentes y por eso los líderes juveniles efectivos ayudan a sus jóvenes a relacionarse con lo que son diferentes. La integración debe ser contemplada con iniciativa y cuidado no solo para sumar nuevos miembros al grupo juvenil sino por reflejar parte de los valores más fuertes del nuevo testamento: el amor y la unidad. Sanidad en Sus Relaciones Íntimas Los jóvenes de hoy viven en un mundo de relaciones quebradas y de un individualismo sin precedentes. De los gobiernos han aprendido egoísmo y en la sociedad leen pesimismo y desesperanza. El clima social de muchas ciudades ha puesto a la gente de mal humor y se sabe que la violencia genera más violencia. Padres y Madres ven la manera de rebuscarse para conseguir dinero mientras los chicos van a escuelas y universidades dónde la mayoría de los profesores tampoco quieren estar allí porque sus sueldos no les alcanzan. En este alterado clima los adolescentes vivencian las crisis naturales de esta etapa en busca de forjar su identidad. El impacto consigue que millones de ellos sufran severas crisis de autoestima y no encuentren dónde abastecer sus corazones rotos. Las presiones sexuales provenientes de una televisión cada vez más descarada y de un aparato de consumo hoollywoodense no cooperan y es así que los adolescentes viven en un constante manoseo de relaciones de corto plazo. Es muy normal escuchar jovencitos hablar de haberse besado toda la noche con un desconocido o desconocida en alguna “disco” bailable. Un tema a considerar es el impacto del divorcio. La simple observación de años trabajando con adolescentes en los ministerios dónde el Señor nos puso a mi esposa y a mi nos permitió notar como los hijos de matrimonios divorciados tienden a tener problemas a la hora de tomar decisiones para la pareja propia. La atmósfera de traición y mutuo socavamiento a la que estuvieron expuestos por parte de los padres, en muchos casos también socavó las expectativas de los hijos. En nuestra iglesia teníamos una pareja de jóvenes líderes que tanto por el lado de él como por el lado de ella todos sus familiares estaban divorciados. Un día ella me dijo: “yo siempre he pensado que si mis padres y mis hermanos se han divorciado, quién me creo yo para ser distinta.” Gracias a Dios está pareja pudo superar esos miedos y ahora están felizmente casados. Es evidente que la iglesia debe ofrecer a los jóvenes tanto modelos de noviazgo como modelos de matrimonios no perfectos pero sí sanos y creíbles. La presente generación juvenil es una generación con heridas que debemos ayudar a curar. La verdad, no es con sermones que lograremos los mejores resultados. Estar “ahí” al lado de ellos hace una gran diferencia para sanar sus golpes internos, re-orientar valores alterados por alguna experiencia de la infancia o imágenes rotas que necesitan ser re edificadas. Si no ayudamos a los jóvenes con esas emociones heridas en sus relaciones íntimas, estaremos permitiendo que Satanás paralice sus potenciales como personas útiles y valiosas. Estaremos dejando puertas abiertas para que con sus artimañas Satanás los impulse a sabotear sus propios sueños. Ventajas, Recomendaciones y Mitos Respecto a las Células y Grupos Pequeños Es increíble como el concepto de grupos pequeños se ha desparramado por todo el mundo en los últimos años. Testimonios de iglesias florecientes resaltan la vitalidad del movimiento de grupos pequeños no solo para el trabajo juvenil sino para el de toda la iglesia. Cuando el libro “Discípulo” de Juan Carlos Ortiz salió en 1974 el concepto de célula era una novedad.22 Si bien basada en principios claramente bíblicos la práctica de las iglesias había perdido toda conexión con el concepto y por eso hablar de células causó incluso divisiones. Hoy también se usan otros términos como “espigas”, popularizado por la Cruzada Estudiantil, “barcas,” “racimos” y en especial aquellos influenciados por el movimiento de la Misión Carismática Internacional de Bogotá Colombia, “grupo de doce”. 22 El libro contiene un capítulo titulado “la célula.” Editorial Caribe. Pero sea cuál sea el nombre, las ideas básicas son similares aunque se articulen de diferentes maneras. Estas son algunas de las ideas motoras: • Con las reuniones de los domingos no basta para creer espiritualmente. • Es más fácil integrar nuevos creyentes en estos grupos y por ende son una herramienta de multiplicación. • Los grupos pequeños facilitan el ejercicio de los dones de todos. • En los grupos pequeños se puede manifestar mejor la unidad del cuerpo de Cristo y la práctica de los valores del Reino. • En los grupos pequeños se facilita el discipulado cercano. En el ámbito del ministerio juvenil hay algunas razones extras para trabajar en grupos pequeños. Anteriormente compartimos acerca de las necesidades esenciales de los adolescentes y es fácil ver como estas necesidades pueden ser mejor abordadas desde el ámbito de un grupo cercano. En el caso de las relaciones significativas y la mentalidad colectiva de los jóvenes hablamos de la importancia del grupo de referencia. La enorme necesidad de “pertenecer” que tienen los adolescentes puede ser muy bien alimentada desde las células. Entre las recomendaciones que hacen aquellos que han estado practicando grupos pequeños entre la juventud, mi propia experiencia liderando grupos pequeños, y la observación que he realizado del sistema de estos grupos en distintas iglesias, pude procesar los siguientes detalles: • Deben ser participativos: Las reuniones de grupos pequeños no son una reunión tradicional dónde hay un predicador central y el resto es pasivo. Para muchos la clave de los grupos pequeños es justamente que sean los mismos jóvenes los que lideren sus propios grupos. • Funcionan mejor en las casas: Hay algo especial e íntimo acerca de hacer una reunión en la casa de uno de los miembros del grupo. De repente la familia toda se siente protagonista, hay un sentido de pertenencia y propiedad por parte de los anfitriones y se satisface una curiosidad natural por saber cómo son la familias de los otros por parte de todos los participantes. • Funcionan mejor por edades: Obviamente los adolescentes de doce años que entran al secundario y los jóvenes de veinticuatro que ya piensan que casarse no es una idea demoníaca, tienen necesidades y gustos muy diferentes. Las células o grupos pequeños deben prestar especial consideración a este detalle porque en la intimidad de una casa o un grupo de participación se notan mucho más esas diferencias. La separación de grupos por edades hasta ahora permanece un desafío para el ministerio juvenil y usualmente dedico bastante tiempo en los entrenamientos para explicar por qué y cómo pueden hacerse las divisiones. Muchos líderes tienen miedo de que si separan a los pocos jóvenes que tienen, va a caer la asistencia o pronto el grupo se va a desanimar. Pero la práctica muestra que estas separaciones terminan produciendo multiplicación debido a que los jóvenes se sienten más cómodos y mejor comprendidos con los de su edad y además porque se nutren más líderes en este formato. Además, los grupos pequeños son precisamente la gran oportunidad para separarlos por edades. En la experiencia de muchos, los grupos pequeños alternados de actividades más grandes, sirvieron para mantener al grupo numeroso y para atender a las características de las diferentes etapas al mismo tiempo. • Son más activos los grupos cambiantes: Antes mencionábamos la importancia de trabajar proactivamente homogeneidad y heterogeneidad. Esto no funciona igual para adolescentes de trece a quince años que para jóvenes universitarios y sobre todo es diferente para adultos. Algunas iglesias y movimientos que han practicado las células por varios años han aprendido que no se puede esperar que el mismo sistema funcione exactamente para cada edad (me suena haber conversado eso antes), y que en el caso de la juventud es mejor que las células o grupos varíen de tanto en tanto. Los más chicos necesitan probar diversos grupos justamente para no estancarse en su desarrollo y poder reconocer mayores posibilidades respecto a los roles que le gustan jugar. Otros más grandes necesitan conocer a nuevos candidatos del sexo opuesto para tener más y mejor de donde elegir pensando en la pareja cristiana y eso está muy bien. Muchos recomiendan cambiar los integrantes de los grupos pequeños juveniles cada año o cada seis meses. En el caso de los más grandes es mayormente natural para ellos tener un grupo de amigos establecidos y les cuesta más cambiar de grupo a menos que lo entiendan como parte de una misión de la que ellos son parte. • Los grupos pequeños existen para multiplicarse: Si el grupo no se multiplica, muy pronto podría estar funcionando como un grupo cerrado de elite donde es difícil entrar o salir. Al llegar a ese punto es más difícil distinguir si el grupo pequeño es tan solo un grupo de amigos o se trata de un ministerio de la iglesia. Uno de los peligros vuelve a ser la falta de entusiasmo al ver siempre las mismas caras y coartar el factor sorpresa. Pero quizás los más importante es que el grupo pierde de vista uno de los propósitos más importantes: el de la evangelización. • No son una clave mágica para el crecimiento: Sin bien multiplicarse debe ser uno de los objetivos. Algunas iglesias que han incursionado en los grupos pequeños se han frustrado porque no pueden repetir los resultados de otras y terminan desechando el formato. El sistema de grupos pequeños es un sistema increíblemente rico pero también con una increíble rama de variaciones. Cada iglesia debe encontrar el tamaño adecuado para sus grupos, las edades, los horarios y el currículo apropiado para cada grupo o edad. Los grupos pequeños no son exclusivos para iglesias grandes ni pequeñas. Los grupos pequeños primeramente dan la posibilidad de ser más reales en un mundo de “caretas”, y más cercanos y hermanos en un mundo de individualismo, competencia y familias rotas. Si bien insisto, no son una fórmula mágica, son una excelente herramienta para poner en marcha todos los puntos anteriores de este capítulo. Capítulo 8 Hoja de Trabajo para uso personal o equipo de trabajo 1. ¿Qué sientes respecto a la juventud que intentas alcanzar y servir? 2. ¿Cómo es tu relación con los jóvenes a quienes ministras? ¿Cómo puedes mejorarla? 3. ¿Qué valores has estado contagiando y cuáles te gustaría contagiar a tus jóvenes? 4. ¿Cómo podrías hacer una recepción e integración más efectiva de nuevos miembros? 5. Si no estás usando el sistema de grupos pequeños, ¿cuál es la verdadera razón? Si lo estás usando, ¿cómo puedes perfeccionar el sistema y adaptarlo más a tu realidad? www.especialidadesjuveniles.com 8 8Leys, L. (2009). El Ministerio Juvenil Efectivo: El arte de alcanzar y discipular a las nuevas generaciones (110). Miami, FL: Editorial Vida.